Con la caída definitiva de Muamar Kadafi, el tsunami que avanza contra los dictadores árabes ha logrado un renovado impulso. La suerte del dictador libio, que estuvo 42 años al frente del poder del país africano, representa una bocanada de aire fresco para todos los que luchan por la libertad contra este Muro de Berlín del Siglo XXI. Kadafi murió en Sirte, pero su mayor impacto se verá en Damasco, la capital de Siria, y su ola expansiva llegará, más tarde o más temprano, también a Riad, la capital de Arabia Saudita.
La Primavera Árabe se inició a fines del año pasado en Túnez y luego cobró su víctima más rutilante en Egipto. Pero era en Libia donde se jugaba su carta más fuerte. La decisión de Kadafi de resistir hasta las últimas consecuencias, masacrando a sus propios compatriotas, abría un interrogante para el futuro de los déspotas del Norte de África y de Medio Oriente.
¿Qué hubiera pasado si los rebeldes no lograban derrocar al autor del mítico Libro Verde? ¿Cuál hubiese sido el destino de esta Revolución, si Kadafi resistía por las armas? Sin ninguna duda, su macabra receta hubiera mostrado el camino a los demás dictadores para reprimir a sangre y fuego la oleada de cambios. Las fichas del dominó árabe no seguirían cayendo.
Pero el apoyo de la comunidad internacional, hay que decirlo, fue determinante para que el poderío armado de Kadafi y sus aliados fuera derrotado. ¿Decidirá ahora la OTAN apoyar también a los que se rebelan contra Bashar Al Assad? ¿O el respaldo de Irán a Siria será determinante para que la hipocresía de Occidente no haga en Siria lo que hizo en Libia?
¿Y qué pasará con Arabia Saudita, la monarquía musulmana que tiene los mismos parámetros de violaciones a los derechos humanos e intolerancia que el resto de los países árabes, pero que supo tejer una relación de privilegio –es su principal proveedor de petróleo– con Estados Unidos para lograr impunidad?
Son preguntas que aún no tienen respuesta, pero que sería imposible analizar con Kadafi en el poder. Su caída abre una puerta de esperanza.
Hoy es un día para celebrar: finaliza una de las más sangrientas dictaduras de la actualidad y la Primavera Árabe vuelve a florecer.
(*) Editor de Internacionales de Diario PERFIL.
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