Los escándalos de pedofilia dentro de la Iglesia Católica fueron uno de los problemas que más marcó el período del papa Benedicto XVI, que este lunes anunció su intención de renunciar a su pontificado. Y fue él el primer sumo pontífice que enfrentó estos escándalos, que incluso había sido silenciado por sus predecesores, incluido Juan Pablo II.
El teólogo alemán Joseph Ratzinger, que adoptó el nombre de Benedicto XVI tras asumir el papado en 2005, llegó incluso a pedirle perdón a las víctimas por los años de silencio, con quienes incluso se reunió.
Cuando Benedicto asumió en 2005, las revelaciones sobre los escándalos de pedofilia por parte de religiosos ya habían hecho correr ríos de tinta en Estados Unidos. Años después, en 2008, fue el primer Papa en manifestar su "vergüenza" y reunirse con víctimas de abusos en Estados Unidos.
Las investigaciones encargadas por la Iglesia recogían ese año más de 10.600 acusaciones a casi 4.000 sacerdotes por abusos sexuales a menores cometidos entre 1950 y 2002. Denuncias que, para evitar ver a los religiosos sentados en el banquillo, se saldaron con indemnizaciones millonarias que dejaron al borde de la bancarrota a varias diócesis.
Pero las revelaciones continuaron en 2009, con la emergencia de cientos de casos en Irlanda y otros países europeos, y más tarde en América del Norte y América Latina. La protección de sacerdotes pedófilos por parte de la jerarquía aumentó el escándalo.
Sin embargo, fue el primer Papa que reconoció los "pecados" de la Iglesia y emprendió una operación de limpieza que se concretó con la dimisión de decenas de obispos.
Antes de ser elegido, Ratzinger había dirigido durante 20 años la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución heredera de la antigua Inquisición. En ese puesto conoció los delitos más graves para la Iglesia católica, y las denuncias contra los clérigos.
Entre sus primeras acciones contra los abusos a menores, Benedicto XVI castigó al fundador de los Legionarios de Cristo, el poderoso Marcial Maciel, al ostracismo. El sacerdote mexicano, investigado por pederastia, no fue sometido a un proceso canónico —por su edad avanzada, 86 años, y su frágil salud, dijo Roma—, pero fue obligado a renunciar “a todo ministerio público” y a llevar “una vida discreta de penitencia”.
Recién en 2012, sin embargo, la Iglesia dio un giro al dejar claro que el abuso sexual a menores no es solo un delito canónico, amén de un pecado, sino también un delito perseguido por el Derecho Penal. Pero las víctimas criticaron, entonces, que hayan sido pocos los religiosos que fueron juzgados por abusos.