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Betancourt apoya el diálogo de Santos con las FARC

Aunque no opinó sobre los comicios, la ex rehén se manifestó a favor de las negociaciones de paz. Sus ganas de volver a la política.

Oxford. La dirigente estudia Teología y Griego antiguo.
| AFP

Ingrid Betancourt está convencida de que “la clave para la construcción de la paz es estar siempre dispuestos a hablar, incluso con los terroristas”. Así lo manifestó esta semana en un seminario internacional organizado por la Iglesia de Suecia, en el que evitó referirse a las elecciones presidenciales de mañana en Colombia, pero en el que transmitió un mensaje de apoyo a las negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC.

La ex rehén más famosa de la guerrilla colombiana sigue automarginada de la política en su país, pero no descarta regresar a la actividad partidaria en un futuro cercano. “Lo estoy valorando, pero no sé si este es el momento adecuado –manifestó Betancourt a fines del año pasado–. Debo reflexionar, es una decisión difícil que también involucrará a mi familia”.

Pocas semanas después de esas declaraciones, la coalición electoral Alianza Verde inscribió a la ex senadora como precandidata a la presidencia. “Ingrid simboliza el dolor de las víctimas del conflicto armado y desde esa condición construyó una propuesta de reconciliación y paz, así que es un honor para nosotros que ella acepte que midamos su nombre”, explicaron desde la dirigencia verde.

Emisarios de la Alianza viajaron en febrero a Europa para negociar con Betancourt su eventual postulación. Sin embargo, el acuerdo no prosperó ya que la ex candidata presidencial argumentó que no quería obstaculizar el diálogo de paz entre Santos y las FARC, un proceso que ella apoya con entusiasmo. Aún así, Ingrid también suele hablar elogiosamente del ex presidente Alvaro Uribe, quien es uno de los mayores detractores de las conversaciones con la guerrilla y cuyo delfín Oscar Zuluaga enfrentará al actual mandatario en los comicios de mañana. El postulante de los verdes será finalmente el ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa.

Betancourt aparece a cuentagotas en la escena pública. Casualidad o no, seis días antes de estas cruciales elecciones presidenciales participó en el evento organizado el lunes pasado por la fundación sueca Sigtuna, en el que expuso sobre religión, sociedad y paz. “La justicia no debe ser revancha –afirmó Ingrid ante el auditorio en un perfecto inglés–. El odio era una cadena que me mantenía cautiva, pero el perdón me liberó”.

A seis años de su liberación, reparte sus días entre París y Oxford, Inglaterra, donde estudia Teología y Griego antiguo. Vive entre lecturas de la Biblia y estudios académicos sobre derechos humanos, largas jornadas de escritura en un refugio de montaña y las visitas a su hermana Astrid en su casa parisina. Está económicamente salvada: vendió miles de ejemplares de su libro No hay silencio que no termine, en el que relató su calvario en la selva colombiana.

A ocho mil kilómetros de distancia, sus compatriotas se disponen a votar en unos comicios que serán una suerte de plebiscito a la gestión de Santos –en busca de su reelección– y su apuesta por el diálogo con las FARC. Los colombianos no la quieren: la imagen pública de Betancourt se desplomó cuando, poco después de su rescate, demandó por 6,5 millones de dólares al Estado por sus supuestas responsabilidades en el secuestro. El rechazo popular la llevó a retractarse y a refugiarse en su círculo íntimo para superar la angustia. Al parecer, todo eso quedó atrás e Ingrid se imagina de nuevo en el trajín de la política.

 

La campaña más sucia de la historia

AP/AFP desde Bogotá

Acusaciones de sobornos de narcos, espionaje y piratería de correos electrónicos convirtieron a la elección presidencial de Colombia en una sucia batalla campal que polarizó al país en momentos en que las negociaciones con las FARC buscan dejar atrás un pasado violento.

El intercambio de insultos entre el presidente Juan Manuel Santos y el candidato uribista, Oscar Iván Zuluaga, ensombrecieron la campaña que definirá mañana quién será el próximo mandatario.

Buena parte de la culpa por haber caído en una campaña sucia recae sobre Santos y el ex jefe de Estado Alvaro Uribe. Aunque el país crece económicamente, Santos es el blanco de los ataques implacables de Uribe y de su heredero escogido a dedo, el ex ministro de Hacienda Zuluaga, quienes lo acusan de “traidor”. Según las encuestas, los dos candidatos están empatados y le llevan una gran ventaja a los otros postulantes.
Pero, probablemente, ninguno obtendrá la mitad más uno necesaria para ganar mañana las elecciones y evitar una segunda vuelta.