Estados Unidos ha moderado las formas. Pues China quiere hacerlo también. No obstante, ambos persisten en sus trece.
Joe Biden ha transformado en poco tiempo la imagen de su país, muy dañada por el mandato de Donald Trump. Xi intenta emular esa mutación y acompañarla. De este modo, busca un mayor sosiego exterior. Hay un giro, de cuantos grados ya veremos. Es esperable que baje el tono, aunque no que haya renuncias a sus grandes objetivos. Más mano izquierda y menos vehemencia. Es un reajuste coyuntural que no afecta al trazado de las “líneas rojas”.
La suavización del enfoque obligará al PCCh a matizar y repensar la estrategia para ofrecer un discurso chino que pueda sintonizar mejor con la opinión pública mundial, en especial la de los países desarrollados. Esto implica un reconocimiento de que su imagen internacional se ha resentido, en parte por la escasa tolerancia a las críticas, lo drástico de algunas políticas o la opacidad en otras.
La dificultad para China estriba en la facilidad con que Occidente expande sus críticas respecto a asuntos clave que cuestionan su imagen global. Por más narrativa positiva que China quiera promover, las alusiones a Hong Kong, Xinjiang, o Taiwán, operan como un chasquido de dedos que despliegan sombras sobre sus políticas.
Y todo con el telón de fondo del XX congreso del PC (también los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022). Necesita apaciguar y diluir tensiones. La confrontación es problemática para Xi pues galvaniza el nacionalismo, pero también ahuyenta y puede favorecer los argumentos de hipotéticos rivales.
*Analista español. Director del Observatorio de Política China.
