Los cohetes lanzados desde el sur del territorio libanés hacia el norte de Israel llegaron justo a tiempo para el primer aniversario de la devastadora explosión que sacudió el puerto de Beirut el 4 de agosto del 2020, que dejó más de 200 muertos y a todo un país preguntándose qué había pasado y por qué.
Los israelíes ya metieron la pata dos veces, invadiendo El Líbano en 1982 con una campaña de gran escala para desalojar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) del país, y en el 2006 para responder por tierra a una serie de ataques del grupo radical islámico Hezbollah.
Está claro que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no tienen ningún interés en volver a entrar al territorio del país vecino. No porque no tengan los recursos o las ganas, sino porque una guerra de verdad con Hezbollah, equipado con armas sofisticadas -a diferencia de los cohetes de Hamas en la Franja de Gaza- y patrocinado por Irán podría resultar en cientos de víctimas civiles en Israel.
Por eso, coinciden la mayoría de los analistas, las razones de estos ataques hay que buscarlas en El Líbano y no al otro lado de la frontera.
Cohetes. Las escaramuzas comenzaron precisamente el 4 de agosto, el día del aniversario de la gran explosión, con una primera tanda de cohetes disparados contra Israel. Ayer llegó la segunda andanada, de diecinueve cohetes.
Del lado israelí, la respuesta fue relativamente contenida, con una serie de raids aéreos y disparos de artillería después del primer ataque y más cañonazos tras la segunda oleada de misiles libaneses.
En medio de los disparos, fuentes de las FDI citadas por la cadena israelí Arutz 7, cercana al movimiento de los colonos judíos en Judea y Samaria (Cisjordania), admitieron que las agresiones que llegaron desde El Líbano tendrían más sentido político que militar.
El lanzamiento de cohetes del miércoles, elaboraron, “no fue con el permiso de Hezbollah”, mientras que los del viernes fueron disparados “intencionalmente” contra áreas despobladas en el norte de Israel.
En efecto, de los tres cohetes del miércoles, dos cayeron en campos abiertos del lado israelí y uno en el propio territorio libanés. De la andanada del viernes, diez proyectiles fueron derribados por los sistemas antimisiles de las FDI, seis acabaron en zonas de descampado y tres antes de cruzar la frontera. Más allá de algunas personas que debieron ser atendidas por el shock provocado por los estallidos, no se registraron víctimas.
“Si Hezbollah hubiera querido, podrían haberlo hecho mucho peor”, agregaron los voceros militares anónimos.
Razones. ¿Cómo se desataron entonces los ataques de esta semana contra el norte de Israel? Las mismas fuentes estiman que habrían sido militantes palestinos “rebeldes” en el sur del territorio libanés, grupos que Hezbollah no puede controlar.
Los jefes del grupo pro-iraní, completaron, “están tratando de ser los que mandan” en El Líbano, “pero en su respuesta están demostrando que no están a cargo” de la situación.
Consciente de que la realidad en el país vecino es crítica y desastrosa -y de que la única forma de debilitar en serio a Hezbollah sea probablemente a partir de un movimiento político interno en El Líbano-, el ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, echó un poco de leña al fuego.
“No tenemos la intención de permitir que Hezbollah juegue con nosotros y Hezbollah lo sabe”, le dijo Gantz al Canal 12 de la televisión israelí. “La situación del Líbano es inestable, y podemos hacerla todavía más inestable”, aseguró. Israel, matizó el ministro, “no tiene ningún interés en El Líbano, excepto en mantener la seguridad y la tranquilidad”.
El propio número dos de Hezbollah, Naim Qassem, afirmó que su organización no está buscando una escalada militar. “Israel debe comprender que será disuadido” de avanzar contra el grupo, porque “de lo contrario, estamos preparados para responder”, declaró a la prensa.Sin embargo, también Qassem buscó abrir una elegante salida de emergencia para esta crisis: Hezbollah está “listo para responder”, pero solamente si las FDI vuelven a atacar el territorio libanés.
Explosión. Y es justamente allí donde deben buscarse las pistas para entender lo que puede suceder en ese golpeado país medioriental, comenzando por las consecuencias de la explosión de hace un año, que dejó a Hezbollah vulnerable.
El surgimiento de Hezbollah, estimulado precisamente por la invasión israelí de 1982 que enardeció a los sectores chiítas radicales del país, de alguna manera llenó el vacío dejado por la disolución de la presencia de la OLP y marcó un nuevo balance de poder con las fuerzas de los cristianos libaneses, aliados de las FDI en aquella primera campaña.
Actualmente, por ejemplo, el presidente libanés es un cristiano maronita, Michel Aoun, el primer ministro es un musulmán sunnita, Hassan Diab, y el control militar del país lo ejerce Hezbollah, liderado por el clérigo chiíta Hassan Nasrallah, quien ocupa el cargo de secretario general de la organización desde 1992, cuando su predecesor, Abbas al-Musawi, murió bajo el fuego de helicópteros Apache de la Fuerza Aérea de Israel.
Ese poder de Hezbollah, sostenido siempre desde Teherán, era virtualmente intocable hasta el 4 de agosto del año pasado. La explosión de casi tres mil toneladas de nitrato de amonio, presuntamente almacenadas por el grupo islámico para la fabricación de bombas, dejó muchos flancos abiertos contra Nasrallah y sus seguidores, en especial porque todavía no se apuntaron culpables de la tragedia.
Tras el estallido, las críticas por la situación económica y por el candado político que impone Hezbollah sobre el débil sistema democrático del país, además del derrame de la crisis de Siria, fueron creciendo lentamente. Mucha gente comenzó a decir en voz alta lo que no se habían atrevido a decir hasta ese momento.
Ahora, ya no es raro leer en los diarios o escuchar en los noticieros fuertes críticas a Hezbollah por mantener el país en un estado de guerra que puso a la economía de rodillas. Una crisis que el Wall Street Journal resumió así: “uno de los peores colapsos económicos en 150 años con una escasez generalizada de alimentos, peleas en los supermercados y ahorristas que se apresuran a sacar su dinero” de los bancos.
Incluso se escuchan comentarios que eran tabú, como el líder cristiano Dory Chamoun, hijo del ex presidente Camille Chamoun, afirmando que, en 1982, “Israel invadió y resolvió el problema de los palestinos por nosotros”.
“No queremos guerras, estamos hartos de las guerras y de las armas, queremos prosperar, queremos vivir”, le dijo Chamoun a una emisora libanesa en mayo de este año.
Desde agosto del 2020, Hezbollah viene tambaleando y ahora parecería que evalúa jugar la carta de un enfrentamiento con las FDI. Pero los israelíes no tienen intenciones de sentarse a la mesa.
*Periodista especializado en temas israelíes. www.israeleconomico.com