INTERNACIONAL
opinión

¿Brasil regresa al mundo?

2022_11_20_lula_brasil_afp_g
COP 27. Su presencia conmovió la cita ambiental en Egipto. | afp

La reciente victoria de Luis Inácio Lula da Silva pone a Brasil de nuevo en la órbita de la geopolítica mundial. A menos de un mes de la segunda vuelta de las elecciones, el presidente electo ha participado de importantes encuentros internacionales y se ha reunido con los líderes de las principales economías del mundo, al mismo tiempo que ensaya la retomada de la histórica ambición brasileña: ser un mediador de peso en la arena internacional y afianzar su liderazgo regional.

En la última Cumbre del Clima de la ONU en Egipto (COP 27), Lula desplegó su diplomacia al mejor estilo del Itamaraty. Instó a los países desarrollados a que cumplan con los acuerdos de la COP 15 sobre acciones de preservación de la biodiversidad y de su financiamiento; criticó la estructura actual de gobernanza global, instando a la construcción de una arena de decisión multipolar; redobló su apuesta al liderazgo regional proponiendo la realización de la Cúpula de los Países Miembros del Tratado de Cooperación Amazónica para discutir la promoción de su desarrollo; y nuevamente situó a África en la agenda de prioridades.

Para cerrar, con el lema “Brasil ha vuelto (o Brasil está de volta”)”, “el mundo extrañaba a Brasil” (o mundo estava com saudades do Brasil”), hizo pública su intención de que la próxima COP 30, en 2025, se realice en alguno de los estados de la región amazónica brasileña.

Indiscutiblemente, la agenda internacional de Lula en este corto tiempo ha insuflado su capital político, dentro y fuera de Brasil. Sin embargo, como la política externa de un país es, indefectiblemente, un reflejo de su política interna, hay que tomar en cuenta los desafíos domésticos que el próximo gobierno deberá enfrentar para que la bien sucedida agenda internacional pueda funcionar, no solamente como impulsora del desarrollo económico, sino también como vitrina de una democracia consolidada. 

Si la máxima “It’s the economy, stupid” está en lo cierto, el delicado panorama económico que Brasil debe superar puede complicarse aún más si no se resuelven los complejos desafíos domésticos que la coalición democrática y pluripartidaria que Lula encabeza debe enfrentar. A grandes rasgos, señaló cinco desafíos que consideró más relevantes.

El primero se refiere a la urgente necesidad de despolitizar a las FF.AA., a partir del fortalecimiento de su rol institucional mediante una revisión del texto constitucional que redefina sus límites, alcances y responsabilidades de forma menos ambigua. 

El segundo desafío es el de atenuar el peso de las fuerzas de la extrema derecha radical colaborando en la reconstrucción del campo político democrático desde el centro hasta la derecha liberal y republicana. Esto, sin embargo, descuida el hecho de ser un gobierno liderado por un representante del principal partido de centroizquierda de Brasil.

El tercero apunta a la capacidad de contener y desmovilizar a las múltiples e intermitentes marchas de la extrema derecha bolsonarista que reclaman la anulación de la elección presidencial y la intervención militar. No hay que olvidar tampoco que Bolsonaro se prepara para liderar, desde Brasilia, una oposición poco amigable, acobijado por el Partido Liberal (PL) que lo apoyó en la última elección, con la intención de volver a la presidencia en 2026. 

El cuarto desafío es el de conseguir llevar a cabo su agenda de gobierno frente a un congreso mayoritariamente conservador, tanto en lo que se refiere a lo económico como en torno a valores y costumbres. Lula deberá equilibrarse políticamente para poder avanzar en cambios estructurales de reconstrucción del estado y de combate a la desigualdad social –después del desmantelamiento liderado por el gobierno de Jair Bolsonaro–, al mismo tiempo que deberá promover una agenda económica más liberal y una agenda de derechos menos progresista. Del alcance de este equilibrio dependerán los apoyos que recibirá o que seguirá recibiendo desde adentro y desde afuera.

El quinto y último desafío adquiere un peso refundacional: el gobierno de Lula 2023-2027 deberá diferenciarse del de 2002-2010 evitando repetir los errores que desataron la Operación Lava-Jato y catapultaron a Jair Bolsonaro hacia la presidencia de Brasil. Para eso habrá que transformar la estructura de intercambio político vigente entre el ejecutivo, el congreso y el sector empresarial. Quizás el carácter consociativo de la coalición que lo apoya pueda ser una ventana de oportunidad para avanzar en una reforma política más amplia y transformadora.

El grado de avance del nuevo gobierno sobre estos desafíos será inversamente proporcional a las posibilidades de afianzamiento del retroceso democrático liberal que representaron los últimos cuatro años y de las posibilidades de consolidación de la extrema derecha radical como fuerza política hegemónica en Brasil.

* EPyG-OBRA-Unsam