El próximo 21 de noviembre los chilenos acudirán a las urnas para elegir al sucesor de Sebastián Piñera, un mandatario diezmado por una de las crisis políticas más relevantes de las últimas décadas en el país trasandino. Sin embargo, y a pesar del optimismo que el fin del mandato del actual presidente genera en la opinión pública, las elecciones que se desarrollarán en menos de un mes no presentan un escenario para entusiasmarse, dando cuenta que el problema político chileno trasciende la mera figura de Piñera.
Según la última encuesta Plaza Pública Cadem, actualmente existe un empate técnico entre dos candidatos ubicados prácticamente en los extremos del espectro ideológico: Por un lado Gabriel Boric, que representa a las opciones de izquierda a través de la coalición denominada “Apruebo Dignidad” y que, en alianza con el Partido Comunista, tiene una intención de voto del 20%. Con 34 años de edad y proveniente de la región austral de Magallanes, Boric personifica gran parte de las consignas del estallido social de 2019: el reemplazo de la clase política tradicional por nuevos liderazgos con plataformas progresistas, el fin de las estructuras partidarias arraigadas desde la vuelta a la democracia y un cambio radical con respecto al modelo de Estado subsidiario que Chile abrazó desde la década de los ´80.
En el otro vértice del espectro encontramos al candidato de la extrema derecha José Antonio Kast, que ha tenido un ascenso meteórico de ocho puntos en las encuestas durante las últimas 3 semanas. De hecho, en los últimos días incluso pasó a superar por un punto a Boric que hasta estos días se había mantenido como el claro favorito desde el mes de junio. De la misma manera que sucede con su rival izquierdista, la figura de Kast es altamente polarizadora. Con un pasado pinochetista y un fuerte discurso conservador y anti inmigrantes, este candidato encarna todos los deseos de aquellos temerosos a un posible gobierno de izquierda.
En un lejano tercer lugar se encuentra Yasna Provoste, ex ministra de Michelle Bachelet quien, a pesar del capital político obtenido como actual Presidente del Senado, solamente cosecha el 13% de los votos. En este caso Provoste se enfrenta a dos desafíos. En primer lugar, frente a una elección polarizada, su postura moderada y de centro-izquierda no le ha permitido encontrar un posicionamiento ideológico con cierto caudal electoral que la ubique como favorita. Asimismo, su pasado la condena: haber sido funcionaria del gobierno de la Concertación -para algunos es parte del problema que llevó al estallido social de 2019- supone que para la opinión pública la candidata forma parte de la misma clase política que la ciudadanía quiere dejar atrás.
Finalmente, en cuarto lugar en las encuestas encontramos al oficialista Sebastián Sichel quien había empezado la contienda electoral como serio favorito por su posición de centro derecha moderada. Sin embargo, una serie de desaciertos durante su campaña y el hecho de haber sido apoyado por un presidente con una aprobación del 16% como es el caso de Piñera, llevaron a que Sichel prácticamente no tenga oportunidades de ganar.
Analizar los candidatos y su respectiva intención de voto nos permiten vislumbrar dos problemáticas que protagonizan la campaña electoral. Por un lado, es preocupante que ninguno de los candidatos supere el 21% de los sufragios. Si bien el sistema electoral chileno contempla que si ningún candidato supera el 50% de los votos se desarrollará una segunda vuelta en diciembre, quien gane deberá asumir la presidencia con una seria crisis de fragmentación y dispersión electoral que puede desencadenar en una futura crisis de legitimidad. Asimismo, la otra problemática que cada vez cobra más relevancia es la polarización ideológica entre los dos candidatos con mayor preferencia. Y esto resulta aún más importante en el caso de un sistema fragmentado: el próximo presidente estará obligado a generar acuerdos políticos y legislativos. Sin embargo, cuanta más distancia ideológica exista entre los candidatos, más difícil será de concretar estos acuerdos fundamentales para lograr la gobernabilidad.
¿Y qué puede suceder de cara a un ballotage altamente probable? Según las últimas encuestas difundidas, un enfrentamiento entre Boric y Kast daría como ganador al líder izquierdista de Apruebo Dignidad. Sin embargo, en caso de que cualquiera de los dos favoritos se tenga que enfrentar a uno de los dos candidatos más moderados, como Provoste o Sichel, ganarían estos últimos, dando cuenta entonces que tanto a Boric como a Kast les conviene polarizar entre sí para tener posibilidades no solo de forzar la segunda vuelta sino también de ganarla.
En conclusión, a un mes de las elecciones aún queda mucho por descifrar. Si bien el sufragio en Chile no es obligatorio, prácticamente un 30% de la ciudadanía aún se encuentra indecisa con respecto a qué candidato elegir.
Sin embargo, estas elecciones tan ansiadas que representan un fin de época con la culminación del mandato de Sebastián Piñera nos hacen ver que la crisis de representación en Chile aún no ha terminado. Las elecciones presidenciales presentan un escenario de candidaturas débiles, polarización, indecisión y una probable abstención electoral de carácter significativo. Frente a estos escenarios cabe preguntarnos: ¿Podrán los candidatos moderados conquistar a los indecisos y superar a Boric y Kast? ¿O por el contrario la elección continuará un camino hacia una mayor polarización? ¿La ciudadanía chilena acudirá de forma masiva a las urnas o mantendrá las altas tasas de abstención electoral como ha sucedido en las últimas votaciones?
Todavía quedan cuatro semanas apasionantes para dirimir una de las elecciones más importantes de la historia reciente de Chile.
*Licenciada en Ciencias Políticas. Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (UCA).