Con toda la zona de la ciudad de Windsor, muy cerca de Londres, convertida este sabado en una verdadera fortaleza y todos los servicios de seguridad en alerta máxima, miles de británicos se congregaban en las calles para vivir la boda del príncipe Harry, el hijo menor de Lady Di, con la bella Meghan Markle. A la fiesta en el palacio real asistirán solo 600 invitados, pero se estima que más de 100.000 espectadores festejarán en las calles el colorido acontecimiento, una postal del pasado por su inflexible protocolo, pero una postal también del presente por las amenazas latentes del terrorismo, que han obligado a un despliegue de seguridad gigantesco.
La policía y los cuerpos militares abocados a la seguridad del evento han revisado de manera incansable en las últimas horas cada cubo de basura, las alcantarillas, hasta semáforos y cualquier lugar en el que se pueda intentar esconder algún artefacto peligroso, con especial énfasis en las afueras del castillo de Windsor, donde en pocas horas se celebrará el enlace y el almuerzo ofrecido por la reina Isabel II, la abuela del novio.
Se han instalado numerosas barreras de seguridad, para aventar los riesgos de que algún posible conductor suicida trate de arrasar contra la multitud, en tanto que el número de cámaras de seguridad se ha multiplicado de manera exponencial, de manera de revisar desde un control central de inteligencia cada metro de la ciudad en procura de detectar movimientos el mínimo movimiento sospechoso.
La mayoría de las calles del centro están cerradas al tráfico y las matriculas de los autos se examinan automáticamente, para un acontecimiento que será seguido en vivo por 5.000 periodistas llegados de todo el mundo. Todas las estaciones de subte también tiene severa vigilancia, mientras que está completamente prohibido el empleo de drones y la policía advirtió que cualquiera de esos aparatos que sea vista será abatido de inmediato. Cada vehículo que se acerque al perímetro de la boda con invitados deberá sortear una inspección, y Chris Phillips, que fue el máximo responsable nacional de contraterrorismo, le dijo a la AFP que "obviamente se debe que tratar a todo el mundo como un presunto alborotador o terrorista".
Golpeado por varios atentados islamistas en 2017, el Reino Unido situó en el grado de "severo" el nivel de amenaza terrorista -el segundo más peligroso-, lo que significa que es "altamente probable" que se cometa un ataque. Según estiman los entes de seguridad, el momento del paseo en carroza será el momento más peligroso de toda la fiesta. Salvo que llueva, ese momento en que la pareja saludará a la multitud será el punto más estresante para los responsables de la seguridad, que no ven la hora en que todo esto termine.
"Hay que asegurarse de que no haya ni un solo espacio para francotiradores y de que la gente no se acerque demasiado. Es la clave", dijo Phillips, admitiendo que "eliminar totalmente los riesgos es imposible".