¿Necesitás algo más monseñor...?, le preguntó la joven Viviana Rosalith Carrillo, de 16 años, al obispo de San Pedro, Fernando Armindo Lugo Méndez, tras entregarle la ropa de cama en la habitación donde él iba a pernoctar esa noche, como huésped ilustre. El obispo la miró y la tomó de las manos, al responderle con voz suave y seductora: "Si, necesito...¡te necesito a vos!".
Era una calurosa noche de verano del 2000. El prelado había llegado en una gira pastoral por el interior del departamento de San Pedro hasta la localidad campesina de Choré, en donde una solícita feligresa, Edith Lombardo de Vega, lo invitó a alojarse en su casa.
La señora Edith le presentó a su sobrina y ahijada, Viviana, una adolescente que se estaba preparando para recibir la confirmación de su fe católica, en una ceremonia que el mismo obispo iba a presidir en pocos meses.
No sabe qué más pasó esa noche en la soledad de su habitación. Lo que sí se sabe según les contó la chica a los abogados Walter Acosta y Claudio Kostinchok, es que allí empezó una relación prohibida entre el maduro obispo y la joven adolescente en vías de ser confirmada, que luego desembocó en un embarazo, del cual nació Armindo, el 4 de mayo del 2007, quien ahora tiene casi dos años.
"Debido a mi corta edad e inexperiencia, fui seducida por su forma de hablar, por sus palabras bonitas, por sus expresiones bellas, y por las promesas de que iba a renunciar a su cargo por mí, y que pretendía compartir una vida conmigo y que tengamos muchos hijos y formemos un hogar, habiendo sido él mi primer y único hombre", revela la mujer de 26 años.
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