Las negociaciones entre Rusia y Ucrania no han dejado de momento el resultado esperado por su mediador, el presidente de Turquía, Recep Tayip Erdogan. El mérito fue haber logrado sentar a la misma mesa a las partes en conflicto mientras su par de Francia, Emmanuel Macron, insiste en hablar con Vladimir Putin en vano.
En las negociaciones hubo pocos avances hasta ahora. Aún así, Ucrania propuso que China, Rusia, Estados Unidos, Francia, Turquía, Alemania, Israel y Canadá sean los Estados garantes de su seguridad. El papel de esos países, parecido al del artículo 5 de la OTAN, consistiría en proteger la soberanía del país ante cualquier amenaza. Algunos lo aceptaron en forma preliminar.
Erdogan sube la apuesta. Pretende que Vladimir Putin y su par de Ucrania, Volodymir Zelenski, se reúnan cara a cara en las próximas dos semanas. Si lo consigue, dejaría de ser un paria internacional a raíz de la deriva autocrática de su gobierno.
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Por su parte, Erdogan difama a sus opositores y aplica mano dura en sus dominios, pero también es astuto. Saca partido de una situación peculiar. Turquía pertenece a la OTAN y le vende armas a Ucrania, pero no le impone sanciones a Rusia como Estados Unidos y sus aliados europeos.
Tanto Rusia como Ucrania respetan a Erdogan. La guerra, a sus ojos, no tiene justificación, pero tampoco conduce a nada romper lazos con Rusia, donde Putin se hace fuerte. En este contexto, Turquía aprovechó una oportunidad y se balancea entre un socio, Rusia, y un cliente, Ucrania.