La nueva ola de COVID-19 llegó a Brasil a fines de enero y en dos meses tuvo un impacto inesperado. Al mismo tiempo que se diseminaba la nueva variante brasileña, la P1 o del Amazonas, por todo el territorio del país, un fenómeno tomó cuerpo: las personas mayores, con mayores posibilidades de permanecer en casa y ya vacunados, dejaron de ocupar camas de terapia intensiva. Pero eso no alivió el sistema. Fueron tristemente reemplazados por jóvenes y adultos de 18 a 50 años.
A lo largo de 2020, los hospitales se poblaron con gente de 60 a 80 años. Pero en el primer trimestre de 2021 todo cambió. El aumento de casos confirmados de la población en general fue de 316%. Pero entre mujeres y hombres de 30 a 59 años, el crecimiento fue sorprendente: más de 500%. Los datos proceden de una institución científica muy prestigiosa: la Fundación Oswaldo Cruz (o Fiocruz), que fabrica la vacuna de Oxford-Astra Zeneca.
Los datos ponen en cuestión la mayor resistencia de los de menos edad. Entre enero y marzo, subraya Fiocruz, el número de muertes entre los 40 y 49 años trepó 419%. Y en cuanto a los de 30 a 39 años, se disparó 353%. Los investigadores adjudican las nuevas circunstancias a dos factores relevantes: falta de aislamiento social junto con la propagación de la cepa P1. Datos recogidos en los registros civiles revelan que, sólo en marzo, murieron 21 mil brasileños con edad de 30 a 59. Ese dato representa el triple de los registros realizados entre julio y agosto del año pasado.
Datos recogidos en los registros civiles revelan que, sólo en marzo, murieron 21 mil brasileños con edad de 30 a 59
Desde luego, existen razones para que la tragedia se haya instalado en esa franja de población: son los que conforman el universo de los económicamente activos. En diciembre de 2020, el gobierno de Jair Bolsonaro juzgó que todo había pasado y no habría más epidemia. Por consiguiente, dieron por finalizado el auxilio financiero de emergencia para quienes se habían quedado sin trabajo. Nadie imaginó entonces que vendría un rebrote catastrófico. Al dejar de percibir el estipendio, que por entonces representaba poco más de 115 dólares, los brasileños retornaron a sus tareas como lo hacían antiguamente, con viajes apiñados, en las horas pico, en ómnibus y subtes.
En enero estalló la crisis en Manaos, la capital del estado de Amazonas. Lo que apareció primero la falta de tubos de oxígeno; pero pronto se descubriría que esa variante brasileña del Covid-19 se había transformado en un vector más contagioso y agresivo. Victor Chiavegato, médico superintendente de los hospitales de campaña de Santo André, municipio del Gran San Pablo, describió el rebrote epidémico como producto directo de la flexibilización de las normas restrictivas implementadas en 2020. “Si hubiéramos permanecido en casa, esa cepa no se habría propagado ni hubiera tenido la fuerza actual” sostuvo. Los contagios, añadió, provinieron “de los jóvenes y chicos trabajando en las calles, de la gente en las iglesias”.
Los jóvenes llegan en grave estado al hospital
Suzana Lobo, médica que preside la Asociación de Medicina Intensiva de Brasil, hizo otra observación. De acuerdo con su experiencia hospitalaria, se detectó “un gran aumento de pacientes jóvenes en UTI que llegan en estado muy grave a la internación”. Para la especialista, "estamos realmente observando una media de 35 a 40 años entre los pacientes que llegan ahora. Y eso lo vemos desde la primera quincena de enero”. Más aún, sostiene que la situación puede empeorar “por el colapso de los hospitales y sanatorios”.
Los adultos jóvenes “podrían tener en principio más chance de sobrevida. Pero lo cierto es que continúan más tiempo que los más ancianos en las UTI.
Los jóvenes llegan sin comorbilidades, “pero muchas veces precisan ventilación mecánica e incluso intubación” sostiene la terapista. Otro fenómeno, no menos significativo, es que los adultos jóvenes “podrían tener en principio más chance de sobrevida. Pero lo cierto es que continúan más tiempo que los más ancianos en las UTI. Y eso es lo que provoca el colapso”.
La asociación de médicos brasileños de terapia intensiva publicó datos escalofriantes. Afirma que “la cantidad de víctimas fatales jóvenes se triplicó entre noviembre y marzo”. A tal punto que las muertes de personas menores de 45, alojados en UTI, representó 40% el mes pasado: es decir, 4 de cada 10 brasileños jóvenes que ingresaron a los hospitales, perdieron la vida.
La incidencia que puede tener la variante de Manaos en este proceso es objeto de discusiones. En Brasil, los especialistas juzgan que esa cepa de virus es más letal. Pero un artículo publicado en The Lancet sobre la salud de niños y adolescentes concluyó algo distinto. Según ese estudio el aumento del Covid en esa franja poblacional se debería al “descontrol de la pandemia”.
*Autora de Brasil 7 días. Desde San Pablo, Brasil.