INTERNACIONAL
Pandemia de coronavirus

Del mercado de Wuhan a la pandemia: tres meses que cambiaron al mundo

Las infecciones comenzaron a aparecer en China en diciembre pero el régimen no reconoció el contagio entre humanos hasta el 20 de enero. Hoy 2,6 millones están enfermos.

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Miles de pasajeros abandonan Wuhan tras el fin del confinamiento por la pandemia. | AFP / XINHUA

Pasaron tres meses desde que, el 20 de enero, el máximo líder chino hiciera pública la preocupación del régimen por una posible epidemia que, a día de hoy convertida en pandemia, ya enfermó a casi 2,5 millones de personas, mató a más de 167.000, podría sumergir en la pobreza a otros 35 millones, y obligó a unos 3.000 millones de seres humanos a elegir entre quedarse en sus casas y enfermar o morir.

Todo surgió en Wuhan, una ciudad importantísima de la provincia china de Hubei, pero de la que el mundo había oído hablar poco. Para cuando Xi Jinping anunció la alarma del régimen por una enfermedad desconocida y los medios chinos se hicieron eco de una “neumonía misteriosa”, Wuhan -con 11 millones de habitantes- seguía su ritmo habitual, según mostró una reciente investigación de la agencia de noticias estadounidense Associated Press.

El mercado mayorista de mariscos de Huanan de la ciudad de Wuhan, donde se detectó el coronavirus.
El mercado de Huanan fue clausurado el 1 de enero.

Un tradicional mercado de alimentos

El desconocido “virus chino” o “virus de Wuhan”, como numerosos medios internacionales denominaron al nuevo coronavirus, había dado un salto de especies de animales a hombres en el Huanan Seafood Market, uno de los tantos mercados de alimentos frescos con los que cuenta Wuhan, ubicado a pocos cientos de metros de la principal estación ferroviaria. Pero el gobierno chino hizo silencio a pesar de que, al 14 de enero, la enfermedad misteriosa ya era un riesgo para la población local.

El diario británico The Guardian cuenta el caso de un hombre llamado Lan, que vendía marisco seco en uno de los 1.000 puestos del mercado: “Comenzó a sentirse mal a mediados de diciembre no le dio mucha importancia. Se quedó en casa para descansar. Pero cuando se dio cuenta de que había perdido tres kilos en pocos días decidió ir al hospital para que lo vieran. De allí lo enviaron a un hospital especializado en enfermedades infecciosas”.

El hombre fue internado el 19 de diciembre y podría ser uno de los primeros casos del nuevo coronavirus, que terminaría matando a unas 5.500 personas en su ciudad. "Creí que tenía un resfriado. No tenía ni idea [de todo lo demás]", dijo Lan. Antes de que fuera dado de alta, en Wuhan corría el rumor de una enfermedad “extraña” y en Internet comenzaron a circular capturas de una conversación en la que, el 30 de diciembre, el joven médico Li Wenliang advertía a sus colegas, de varios casos de un coronavirus en otro hospital. "¡Lávense las manos, mascarillas, guantes!", alertaba.

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Uno de los mercados de alimentos de Wuhan ya reabrió sus puertas.

Li creía que siete personas de su hospital habían contraído lo que él creyó era SARS, la grave enfermedad respiratoria que mató a más de 600 personas en la China continental y Hong Kong entre 2002 y 2003. Cuatro días despues, Li (que además de ser desoído terminó siendo víctima de la enfermedad) fue visitado por funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública, quienes le dijeron que firmase una carta en la que lo acusaban de “hacer comentarios falsos” que habían “perturbado severamente el orden social”. “Le advertimos solemnemente: si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia”, decía la nota.

A finales de enero, Li (una de ocho personas que la policía dijo que estaban siendo investigadas por “divulgar rumores”) publicó una copia de la nota en la red social Weibo, explicando lo que pasó y las autoridades locales le ofrecieron una disculpa. En el texto, el médico describió cómo, después de atender a una mujer portadora del virus, el 10 de enero empezó a toser, que al día siguiente tuvo fiebre, y dos días más tarde fue internado. Por entonces, las autoridades en Wuhan insistían en que solo aquellos que entraban en contacto con animales infectados podían contraer el virus.

Un mes después de viralizarse su advertencia, Li anunció que había dado positivo en las pruebas y su muerte, el 6 de febrero, provocó una ola de indignación nacional inesperada en China. “No creo que haya estado difundiendo rumores. ¿No se ha convertido esto en realidad ahora?”, le dijo a la BBC su padre, Li Shuying. “Mi hijo era maravilloso”.

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Principios de 2020, China comienza a despertar

El 31 de diciembre, la comisión china de salud dijo que se encontraban estudiando 27 casos de neumonía viral poco conocida, lo que fue en definitiva el primer reconocimiento oficial del nuevo virus. No había "evidencia obvia de transmisión entre humanos", decía el comunicado, que describía el brote como vinculado al mercado de mariscos y aseguraba a los ciudadanos que todos los pacientes estaban en cuarentena y con sus contactos en observación. “La enfermedad puede prevenirse y controlarse”, advertía el comunicado. Pero a partir de entonces, el gobierno local guardó silencio.

Ese mismo día, la OMS recibió del gobierno de Taiwan un e-mail en el que se habla de “informaciones de prensa sobre casos de neumonía atípica en Wuhan”, y del hecho de “que las autoridades de Wuhan pensaban que no se trataba del SRAS”, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo que causó 774 muertos, esencialmente en Asia, en 2002-03. “De ninguna manera se menciona en ese correo una transmisión de humano a humano”, dijo la OMS, ahora acusada de haber desestimado las advertencias.

El 1 de enero, el mercado de Huanan fue clausurado y las autoridades locales anunciaron que habían “castigado” a ocho personas por difundir rumores sobre una enfermedad. Sin embargo, pidieron a los hospitales que revisaran sus archivos en busca de casos de neumonía vinculados al mercado y solo veinte días después se pidió a todos los vendedores del mercado que se sometieran a exámenes de temperatura y sangre. Al otro lago del río Yangtze, a unos 10 kilómetros, personas que nunca habían pisado el mercado comenzaron a caer enfermas.

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La provincia de Hubei puso en confinamiento a unos 60 millones de personas.

“Todos sabíamos que podíamos tener el virus. Todo el mundo tenía miedo", explicó Han, una joven de 22 años que enfermó en los primeros días de enero con un grave cuadro de tos. “Creo que los médicos sabían que se contagiaba entre humanos o no habrían mantenido las distancias sentándose a una distancia y dejando las ventanas abiertas”. Aunque le dijeron que probablemente tuviera “esa neumonía”, contó que, al igual que muchos otros pacientes, no se le pudo confirmar el diagnóstico porque el hospital no estaba autorizado a hacerlo. Relata que solo se le pidió aislarse en su casa y tomar un remedio que debía recibir en el hospital cada tres días haciendo fila junto a otras personas.

Al comienzo del brote, el régimen procedió con hermetismo y trató el tema como un secreto de Estado. Actualmente, los expertos estiman que más de 3.000 personas se infectaron antes de que el gobierno de China el 20 de marzo le dijera al público sobre la gravedad de la situación, que los funcionarios habían discutido en privado desde una semana antes. También se minimizó el riesgo de transmisión de humano a humano pese a que, para entonces, eran decenas los chinos que llegaban a los hospitales de Wuhan con síntomas de la enfermedad, según documentos internos obtenidos por Associated Press.

“Esa demora del 14 de enero al 20 de enero no fue ni el primer error cometido por los funcionarios chinos en todos los niveles para enfrentar el brote, ni el retraso más largo, ya que los gobiernos de todo el mundo se han demorado durante semanas e incluso meses para abordar el virus”, dice la investigación. “Pero la demora del primer país en enfrentar el nuevo coronavirus llegó en un momento crítico: el comienzo del brote”, agrega. “El intento de China de caminar en una línea entre alertar al público y evitar el pánico preparó el escenario para una pandemia que ha infectado a más de 2 millones de personas”.

La lentitud del gobieno chino a reaccionar se sumó a la imposibilidad del Centro Nacional para el Control de Enfermedades por registrar nuevos enfermos, ya que al parecer las autoridades locales de Wuhan decidieron ocultar deliberadamente que cientos de ciudadanos ingresaron a diario a los hospitales del 5 al 17 de enero, según confirman los documentos publicados por Associated Press.

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Silencio y censura

“No está claro si fueron los funcionarios locales quienes no informaron los casos o los funcionarios nacionales que no lograron registrarlos”, dice el informe. “Pero lo que está claro, dicen los expertos, es que los rígidos controles de China sobre la información, los obstáculos burocráticos y la renuencia a enviar malas noticias a la cadena de mando amortiguó las alertas tempranas”. El castigo de ocho médicos por “propagar rumores”, transmitido por TV el 2 de enero, provocó miedo en los hospitales de la ciudad. “Los médicos en Wuhan tenían miedo”, dijo Dali Yang, profesor de política china en la Universidad de Chicago. “Fue una verdadera intimidación a toda la profesión”.

El 9 de enero murió un chino de 61 años en Wuhan, primera víctima mortal oficialmente conocida del nuevo virus y el 13 de enero Tailandia confirmó el primer caso fuera de China, lo que pareció despertar del letargo a Xi Jinping. De esta forma, el gobierno lanzó un operativo para encontrar enfermos, distribuyendo kits de prueba, facilitando los criterios para confirmar casos y ordenando a los funcionarios de salud que examinen a todos los pacientes. También ordenaron a la provincia de Hubei que comenzara a controlarse la temperatura en estaciones de transporte público y redujeran las reuniones masivas, aunque nada de ello trascendió a los medios de comunicación.

Un día después, el 14 de enero, el jefe de la Comisión Nacional de Salud china, Ma Xiaowei, dijo en una teleconferencia confidencial con funcionarios de salud provinciales que “la situación epidémica sigue siendo severa y compleja, el desafío más severo desde el SARS en 2003, y es probable que se convierta en un importante evento de salud pública”. “Con la llegada del Festival de Primavera, muchas personas viajarán y el riesgo de transmisión y propagación es alto. Todas las localidades deben prepararse y responder a una pandemia”, indicaba el memorandum de la reunión.

Los documentos del curso político de esos días fueron marcados por el gobierno chino como “internos”: “no se difundirán en Internet ni se divulgarán públicamente”, se ordenó. Puertas hacia afuera, los burócratas minimizaron la crisis diciendo que solo había 41 enfermos hasta el momento. “El riesgo de transmisión sostenida de persona a persona es bajo”, anunció Li Qun, jefe del centro de emergencias de los CDC chino en la televisión estatal el 15 de enero.

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¿Cuna del virus? El mundo se pregunta qué oculta el laboratorio científico de Wuhan

Se desata el infierno

El 14 de enero, la OMS declaró no tener pruebas de que el nuevo coronavirus se transmitiera entre humanos. Seis días más tarde, Xi Jinping hizo sus primeras declaraciones públicas sobre el misterioso virus, afirmando que debía “tomarse en serio” y que pondría en marcha todos los recursos posibles para combatirlo. Ese día, el destacado epidemiólogo chino, Zhong Nanshan, anunció por primera vez que el virus era transmisible de persona a persona, y admitió que si el público hubiera sido antes sobre tomar medidas de distanciamiento social o utilizar barbijos, la pandemia se hubiera controlado.

Estaba lleno. No podíamos irnos a casa”, dijo una enfermera de ese centro. Uno de sus colegas señaló que, mientras el régimen callaba las noticias, “moría gente todos los días”. La situación ya era desesperante, porque los hospitales desbordados rechazaban pacientes y los enviaban a aislarse en sus casas, donde contagiaban a sus familiares. Las morgues se llenaron de cadáveres y los videos de médicos llorando y gente enferma cayendo en las calles fueron censurados. “El virus fue rápido. Al principio todo pareció fuera de control. No sabíamos lo que pasaría”, dijo uno de los médicos que trató pacientes de coronavirus en el hospital central.

La vida continuó normalmente en Wuhan hasta que el 23 de enero el presidente Xi ordenó paralizar, cerrar y aislar a toda la ciudad con sus 11 millones de habitantes, un confinamiento que pronto se amplió a toda la provincia y privó de movimientos a unos 60 millones de personas. Solo tres meses después, las grandes ciudades europeas y americanas se parecen mucho a ellas calles desiertas, transportes paralizados y comercios cerrados.

Un mes después de la alarma de Xi, el 19 de febrero, el número de muertos por el virus superaba ya las 2.000 personas en China. Dos días después, el nuevo coronavirus, al que la ciencia dio el nombre de SARS-Cov-2, comenzó a impactar ferozmente en Italia, se esparció por Europa y el resto del mundo. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó que el nuevo coronavirus es una pandemia y que el mundo entero debía permanecer alerta.

Miles de cremaciones y urnas despiertan dudas sobre la real cifra de muertos en China

A partir de entonces, de 3.000 millones de seres humanos fueron confinados en sus hogares, siguiendo el ejemplo chino: las escuelas y universidades cerraron al igual que shoppings, comercios, mercados, bares, restaurantes, cines, teatros, oficinas, fábricas, estaciones y aeropuertos. La economía se paralizó en más de 190 países, cuyos gobiernos tuvieron que tomar medidas extremas para sostener la parálisis. Los hoteles se cerraron y los eventos deportivos se cancelaron. Para muchos no cabía duda de que el mundo se enfrentaba a la mayor crisis desde la II Guerra Mundial.

Ahora, mientras países como EEUU, Reino Unido, España o Italia acumulan muertos en un brote sin control Wuhan regresa lentamente a la vida, con la apertura de comercios, servicios y transporte y el permiso para transitar, aunque los controles siguen siendo estrictos. En algunos barrios pueden verse banderas y carteles en los que se declaran “libres del virus” y miles ya salen a las calles de esta impresionante ciudad. Pero aún quedan muestras visibles de la epidemia: el mercado de Huanan sigue rodeado de vallas metálicas, las entradas están controladas por la policía.

Al cumplirse 3 meses, inesperadamente la ciudad anunció el aumento en un 50% de los casos a 3.869, después de la "revisión de conformidad con las leyes y reglamentos, y el principio de responsabilidad hacia la historia, la gente y los muertos”, como anunció Pekín. Esto elevó el número de muertos, a nivel nacional, a 4.632, cifra que sigue pareciendo un chiste para el resto del mundo. En Estados Unidos, el presidente Donald Trump acusa ahora a China de haber guardado silencio sobre el nuevo virus y hasta de haberlo creado en un laboratorio de Wuhan, del que habría salido “por accidente”.