En pleno conflicto arancelario con Estados Unidos, China apretó esta semana el botón rojo de la devaluación y con ello dejó entrever los desajustes que la guerra comercial puede provocarle a uno de los pilares de su modelo productivo: la interdependencia con el mercado internacional. La depreciación del yuan busca mejorar la competitividad de los exportadores afectados por las sanciones de Donald Trump y pretende dar así continuidad a la estrategia china de desarrollo. Aun cuando la caída de la moneda expone a China a riesgos financieros y domésticos, es una de las cartas que el gobierno de Xi Jinping tiene a mano para mantener el rumbo de la reforma económica.
Por primera vez en más de una década, el dólar superó esta semana la barrera psicológica de los siete yuanes, lo que fue interpretado por medios occidentales, y en especial estadounidenses, como un “endurecimiento” de la estrategia del gobierno chino en la disputa con la administración de Trump.
“No creo que esto exprese una línea más dura de la que se llevaba a cabo”, dice, sin embargo, el sinólogo Eduardo Oviedo, investigador del Conicet y profesor de la UNR. “Xi Jinping busca defender los intereses chinos frente al éxito de las sanciones y otras condiciones adversas que afronta el comercio internacional. Una nueva retorsión sobre aranceles llevaría a una nueva respuesta estadounidense y a la permanente escalada del conflicto. China busca resolver esto de forma pacífica ya que, según los chinos, aún no han madurado las condiciones necesarias para confrontar con Estados Unidos”.
Desde que se desató la guerra comercial, Beijing se movió siempre bajo dos premisas: la rivalidad estratégica es la “nueva normalidad” de la relación con Estados Unidos, y aún no es el momento de ir al choque frontal. En la bandeja de alternativas, el ajuste cambiario aparece como una respuesta de manual a los efectos del conflicto arancelario sobre el sector externo chino, aunque no exenta de ciertos peligros para la economía china.
Según Oviedo, bajo el conflicto comercial subyace el enfrentamiento de dos modelos productivos, y el modelo productivo-exportador de China resulta mucho más dependiente del mercado internacional que el de Estados Unidos. “Trump está logrando un parcial éxito en su estrategia: compañías que exportan al mercado estadounidense desde China se están desplazando al sudeste asiático para evitar los sobrecostos por los aranceles de Trump”, explica a PERFIL. “Lo que observamos es un ‘crujido’ del modelo chino, que busca ser subsanado con una devaluación para dar competitividad a las exportaciones y sostener el modelo neomercantilista desarrollado desde inicios de la reforma, allá por 1978”.
Empujado por la caída del yuan, el riesgo país volvió a superar los 900 puntos
Efectos. Xi exhorta al Partido Comunista y al pueblo chino a seguirlo en un enfoque de resistir hoy para vencer mañana. Y está dispuesto a tomar medidas, incluso a riesgo de abrir la puerta a problemas económicos complejos. En un contexto de desaceleración económica, la devaluación del yuan puede ser peligrosa si mientras tanto se acumula una deuda pesada en dólares sin que el crecimiento –en su nivel más bajo de las últimas tres décadas y con indicios de que aún puede empeorar– lo justifique.
En busca de generar actividad y empleo, Beijing habilita a los gobiernos provinciales y locales chinos a financiar grandes obras de infraestructura, lo que redundó en deuda y déficit récord para esos gobiernos. La administración central no tiene mucho músculo para socorrerlos, ya que los recortes de impuestos destinados a fomentar el crecimiento también limitan sus recursos. Por su parte, empresas estatales y privadas chinas con deudas en dólares sienten la presión devaluatoria. Sin mencionar que la depreciación del yuan estimula la fuga de capitales, encarece la importación de tecnologías de punta y complica los planes del gobierno chino para internacionalizar su moneda.
Al mismo tiempo, la devaluación conlleva un efecto inflacionario que podría irritar a los consumidores chinos, que también empiezan a percibir las dificultades. Durante los últimos meses, las familias de las grandes ciudades se enfrentaron a aumentos importantes de alimentos de consumo básico, como la carne de cerdo y las frutas.
Hay quienes ven en la caída de la moneda un golpe en la mesa por parte de Xi en su mano a mano con Trump. El New York Times, por ejemplo, le atribuyó esta semana una actitud “nacionalista” y de “línea dura” y subrayó su acercamiento cada vez mayor al ministro de Comercio, Zhong Shan, señalado como un intransigente.
Pero Xi no tiene razones para apresurar el conflicto. Probablemente durará más tiempo en el poder que Trump. Mientras tanto, será cuestión de procurar que Estados Unidos le cambie los planes a China lo menos posible.
Desde fijación hasta señalización: cómo controla el régimen chino al Yuan
Wall Street cerró en rojo
Wall Street cerró ayer con sus tres indicadores en rojo, tras una semana de alta volatilidad que comenzó el lunes con las mayores pérdidas del año, luego de que China escalara la guerra comercial con Estados Unidos al devaluar su moneda. Al término de la sesión en la Bolsa de Nueva York, cayeron las cotizaciones del Dow Jones, el S&P y el Nasdaq, donde se miden los principales grupos tecnológicos.
La semana pasada, Donald Trump anunció la imposición de nuevos aranceles del 10% sobre importaciones chinas valuadas en 300 mil millones de dólares a partir del 1º de septiembre.
En represalia, Beijing detuvo la compra de productos agrícolas estadounidenses y permitió que el dólar los siete yuanes por primera vez desde la crisis que sacudió a las principales economías en 2008.