Bajo el cielo de esmalte de Roma, en su primer día de plena primavera, caminando despacio a lo largo de la orilla del río Tevere hacia la Plaza de San Pedro, un viejo obispo del sur de Italia, bien informado sobre los malestares de la curia, comentó a PERFIL: “Si el papa argentino está por encabezar una revolución en la Iglesia o si su actitud es producto de una muy sutil estrategia comunicacional, lo descubriremos sólo analizando los hechos, en unos años, pero les puedo asegurar que el clima que se respira hoy en San Pedro está lleno de un aire tan fresco que no recuerdo desde los tiempos del papa Juan Pablo I”.
A las 8 de la mañana de ayer, la Via Della Conciliazione, entrada solemne hacia el Vaticano, estaba llena de personas. Muchas familias con niños, y no sólo peregrinos. Todos se preparaban para la gran misa de Pascuas que hoy dará Francisco.
“Desde hacía años no se veía tanta gente en el Vaticano, sólo Juan Pablo II logró despertar un entusiasmo parecido –siguió el obispo–. Con los escándalos que sacudieron a la Iglesia en el último año, haber logrado esta alegría entre los fieles ya es un gran éxito del argentino.”
VatiLeaks, denuncias a altos prelados por pedofilia, corrupción y misterio alrededor de las oscuras cuentas del Banco Vaticano: fueron muchos los terremotos que hicieron temblar las columnas de San Pedro en los últimos meses. Si con la elección de Jorge Bergoglio los cardenales quisieron limpiar la imagen de la Iglesia, lo lograron.
Pocos gestos de Francisco, celebrados con un entusiasmo inédito por la prensa italiana, fueron suficientes para crear un clima nuevo alrededor del Cuppolone, como los romanos llaman desde hace siglos a la gran cúpula que domina la ciudad del Vaticano.
Nunca se había visto un papa que lavara los pies a los detenidos en una cárcel. Nunca se había visto a un papa que invitara a musulmanes a la solemne apertura de la Semana Santa. Ni siquiera lo hicieron Pablo VI ni Juan XXIII, las grandes figuras progresistas del Concilio II.
La política vaticana comunica con símbolos antes que con palabras. Y Bergoglio, en dos semanas y con pocas señales –desde la elección de la cruz de hierro hasta el rechazo del lujo en el departamento papal–, planteó la necesidad de una profunda reforma de la Iglesia. Un llamado a la sencillez que fue recibido como una declaración de guerra en la curia romana.
Fue muy comentada en Roma la crítica de Francisco a los sacerdotes que no salen a la calle. La frase papal sobre el verdadero sacerdote “que tiene olor a oveja” fue un cachetazo entre las alfombras vaticanas. Pero eso es lo que hacía Francisco de Asís: lavaba las heridas a los enfermos y se declaraba servidor de los más humildes.
Después de especulaciones sobre la orientación del nuevo papa, ahora es evidente que Francisco no quiere seguir la línea conservadora en la doctrina protagonizada por Joseph Ratzinger. El desconcierto por la postura renovadora del ex arzobispo de Buenos Aires no se registra sólo en la curia. También entre algunos párrocos hay quien reacciona con temor. Don Mario, por ejemplo, el famoso cura de la iglesia de la Fontana di Trevi, en el corazón histórico de la ciudad, tuvo una frase poco feliz esta semana. “Ahora están todos encantados por el Papa, también los laicos, hasta los ateos –dijo Mario–. Créanme que van a cambiar de idea: cuando el Papa plantee la superioridad de la religión cristiana sobre las otras, cuando afirme que existe un solo Dios y es el nuestro, cuando empiece la lucha contra el aborto y las uniones gay, van a ver qué va a pasar”. Desde el Viernes Santo a Don Mario se lo ve bastante incómodo.
Esta semana Bergoglio firmó los decretos para la beatificación de sesenta cristianos, casi todos víctimas de los totalitarismos. La mayoría de los candidatos a ser beatos son víctimas de la Guerra Civil Española (1936-1939) y proceden de los dos bandos (franquistas y republicanos). Otra pequeña revolución de este papa.
Misa y ‘Urbi et orbi’
Con una Plaza de San Pedro repleta, el papa Francisco oficiará hoy su primera misa de Domingo de Pascuas, en la que se celebrará la resurrección de Jesucristo, y dará la tradicional bendición Urbi et orbi (“A la ciudad y al mundo”). Así, el sumo pontífice marcará una diferencia con su antecesor, Benedicto XVI, que sólo impartía la bendición y no protagonizaba todo el acto litúrgico.
En su primera Vigilia Pascual, el Papa bautizó, confirmó y dio ayer la primera comunión a cuatro adultos en la Basílica de San Pedro. Los nuevos cristianos que recibieron los sacramentos fueron un albanés de 30 años, un italiano de 23, un ruso de 30 y un estadounidense de origen vietnamita de 17.
La Vigilia Pascual o Lucernario es uno de los ritos más antiguos de la liturgia, y se celebra tradicionalmente en la noche del Sábado Santo. Según San Agustín, se trata de “la madre de todas las vigilias”, en alusión a la espera de la resurrección del hijo de Dios.
Además, en un mensaje grabado en video y transmitido ayer, el religioso argentino aseguró que el rostro desfigurado de la Sábana Santa, atribuido a Jesús, se asemeja al de tantos “heridos por guerras y violencias que los afligen”.