Estados Unidos sufrió un 11 de Septiembre. Todos lo recuerdan. Pero Estados Unidos provocó un 11 de Septiembre. Y nadie puede olvidarlo. La responsabilidad de Washington en el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile –tragedia de la que hoy se cumplen 40 años–, representa el verdadero 11-S de América latina.
El 8 de septiembre de 1973 –tres días antes del golpe–, el agente de CIA en la embajada de Estados Unidos en Chile, despachó un mensaje urgente. El cable reservado iba dirigido a la Dirección de Operaciones, especializada en “actividades encubiertas” y anticipaba el plan que terminaría con Salvador Allende. El documento llegó a manos del canciller Henry Kissinger, que en la Casa Blanca exclamó: “¿Así que va a haber un golpe en Chile?”.
El antecedente se describe en 'Yo, Augusto', la magistral obra del periodista argentino radicado en España Ernesto Ekaiser, y da cuenta de la afinidad que existió entre Estados Unidos y las huestes de Augusto Pinochet.
Mónica González, la chilena que se convirtió en un ejemplo del periodismo latinoamericano, aporta más pruebas en 'La Conjura'. El 15 de septiembre de 1973, en el Salón Oval de la Casa Blanca, Nixon le dijo al director de la CIA, Richard Helms: “No hay que dejar ninguna piedra sin mover para obstruir la elección de Allende”.
Pero no solo los cronistas latinoamericanos señalan la connivencia entre el gobierno estadounidense y el dictador Pinochet. En 'Legado de cenizas', el libro que retrata las violaciones a los derechos humanos y los gobiernos derrocados por la Casa Blanca a través de la CIA, el estadounidense Tim Weiner analizó documentos secretos del Pentágono y llegó a la misma conclusión. “No veo por qué tenemos que dejar que un país se haga marxista sólo porque su población es irresponsable”, sostuvo Kissinger en 1970, tras el triunfo electoral de Allende.
El 18 de diciembre de 1975, el Congreso de los Estados Unidos presentó las conclusiones del “Comité especial del Senado para el estudio de las operaciones gubernamentales respecto de la inteligencia en Chile (1963-1976)”. El informe fue promovido por el demócrata Fran Church sobre la revisión de documentos desclasificados de la CIA, el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa.
La Comisión Church concluyó que entre el 5 y el 20 de septiembre de 1970 –tras el triunfo de Allende–, la CIA organizó 21 reuniones del más alto nivel con Carabineros y militares, que se inclinaban por derrocar al gobierno democrático.
Helms tuvo que entregar al Congreso las notas que escribió durante las reuniones que mantuvo con Richard Nixon. Son muy claras las órdenes que el jefe de la CIA recibió del presidente norteamericano: “Salve a Chile, merece la pena. No importa los riesgos que haya que correr”; “Diez millones de dólares disponibles”; “Reventar la economía”; “No meter a la embajada en esto”.
Pero la embajada estadounidense se había involucrado por propia decisión. “Chile votó para tener un Estado marxista-leninista, la primera nación del mundo en hacer esta elección libremente”, escribió el embajador norteamericano Edward Korry. “Tendrá un efecto muy grave en América latina. Hemos sufrido una profunda derrota”, agregó el diplomático en el último de los 18 cables que envió a Washington la noche del triunfo de Allende.
“El mito de que Allende era un demócrata ha sido fomentado por aquellos que condenan las violaciones de los derechos humanos sólo por derecha –se defendió Kissinger en 'Mis memorias'–. Fue la oposición que él provocó dentro de Chile lo que dio lugar al golpe militar de 1973. En su concepción, planificación y ejecución nosotros no desempeñamos el más mínimo papel”.
Sin embargo, en las escuchas desclasificadas de las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional que se celebró el 27 de junio de 1970 en la Casa Blanca, no quedan dudas de la intención de Estados Unidos. “No veo por qué debemos estar pasivos y ser observadores de cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”, lanzó Kissinger. “Nos están expulsando de Chile. Tenemos que retener Brasil y mantener Argentina”, agregó Nixon.
Faltaban pocos días para que Allende llegara al poder, pero la decisión de iniciar una opción militar contra su gobierno ya estaba tomada en Washington. Estados Unidos accionaba la máquina del horror que pondría un freno a la democracia chilena y crearía una de las mayores pesadillas para la región: el 11 de Septiembre de América latina.
(*) Editor de Internacionales de Diario PERFIL.