INTERNACIONAL
Salir de la pandemia

El nuevo gobierno de Israel: todos contra Benjamin Netanyahu

El Bloque del Cambio, que llegó a un acuerdo para gobernar y buscará la aprobación parlamentaria, reúne dirigentes con profundas divisiones, a los que solo los une el encono contra el líder del Likud.

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Juntos. Bennet y Lapid encabezan el intento de desalojar al primer ministro tras 12 años de gobierno. Una alianza que para muchos analistas no durará. | afp, dpa y cedoc

A los judíos nos gusta explicar las cosas con historias. Y para demostrarlo allí están la Torá y el Talmud, los tomos fundamentales de nuestra religión y cultura, repletos de cuentitos, fábulas y moralejas. Si hasta para celebrar nuestra principal festividad, Pésaj, tenemos que usar la Hagadá, un breve manual que nos guía por el Seder con, por ejemplo, una canción sobre un gato que se comió un cabrito comprado por dos monedas.

Por eso solamente había que sentarse a esperar a que algún rabino tratara de explicar con un divertido sermón qué puede pasar con la coalición de políticos tan distintos como Yair Lapid y Naftali Bennett, que logró formarse para sacar al primer ministro Benjamin “Bibi” Netanyahu del poder después de doce años seguidos en el cargo.

Así fue que apareció el rabino Dov Fischer, quien escribió una divertida columna para el website de Arutz Sheva, una cadena noticiosa israelí cercana al movimiento de los asentamientos judíos en Cisjordania.

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Un gobierno de Bennett y Lapid, dijo Fischer, está “condenado al divorcio o la anulación” del matrimonio. “Conozco a una mujer que estaba en un matrimonio que no quería”, contó el rabino. “Tan pronto como se divorció, estaba decidida a seguir adelante y volver a casarse rápidamente, solo para mostrarle a su ex marido, para refregarle en la cara, con qué facilidad podía volver a hacerlo, demostrarle lo deseable que era”.

Así fue que la mujer “corrió para encontrar un nuevo marido y se casó con un hombre que todos percibían que no era compatible”, siguió Fischer. La nueva pareja tenía poco en común, pero la mujer “se había vengado de su ex marido”.

Según Fischer, Bennett y Lapid, ambos ministros de alguno de los gobiernos de Netanyahu, son las ex esposas que salen corriendo a casarse de nuevo solamente para vengarse del ex esposo, para mostrarle que son codiciadas.

“Durante mis cuarenta años como rabino -continuó-, he visto este fenómeno sociológico desarrollarse muchas veces, en ambos sentidos”.

“¡Te voy a mostrar! Y así lo hacen”, tanto varones como mujeres, describió el rabino. Pero, al final, “siempre acaban divorciándose de nuevo. Siempre. No usualmente. No la mayoría de las veces. Siempre”, sentenció.

Bloque. ¿Será un nuevo y masivo divorcio lo que espera al “bloque del cambio” que, de no prosperar las maniobras de último momento de Netanyahu, subirá al poder en Jerusalén?

Las ventanillas de apuestas ya están abiertas, y los pronósticos son tan débiles como los argumentos que sostienen la coalición de Bennett y Lapid y llevaron a la probable salida de Netanyahu.

Para empezar, los líderes de este bloque no podían ser más distintos. Bennett -de la alianza de derecha Yamina- es religioso, se hizo millonario con una startup tecnológica, tiene un pasado de declaraciones anti-árabes, está en contra de la creación de un estado palestino y favorece la construcción de asentamientos en Judea y Samaria.

Lapid, del centroizquierdista Yesh Atid (Hay Futuro), es un periodista maduro pintón que representa al volátil sector “progre” de Israel, que sigue apoyando la idea de “dos estados para dos pueblos”, impulsa el congelamiento de los asentamientos y se preocupa por las desigualdades sociales en el país.

En el grupo hay otros egos pesados, como los de Avigdor Lieberman, el líder de Israel Beiteinu, un partido de centroderecha, nacionalista y antirreligioso que se nutre de los inmigrantes que llegaron al país desde la ex Unión Soviética, y Mansour Abbas, de la alianza árabe conservadora Ra’am, de origen islamista y fuertemente opuesto, por ejemplo, a cualquier iniciativa en favor de la población LGBT.

La coalición se completa con Kajol Lavan (Azul y Blanco), del ex jefe militar Benny Gantz, Tikvá Hadashá (Nueva Esperanza), de Gideon Sa’ar, un político de derecha que abandonó el Likud de Netanyahu, Avodá, el mítico Partido Laborista de Itzjak Rabin y Golda Meir reciclado bajo la batuta de la feminista Meirav Michaeli, y con Meretz, el último residuo de la histórica izquierda socialista israelí.

Si bien Bennett y Lapid prometen que cada uno de estos partidos y dirigentes se concentrarán exclusivamente en los ministerios que les toque en el reparto, es difícil prever cómo congeniarán personajes como Michaeli y Abbas en cuestiones de derechos civiles. O los propios Lapid y Bennett cuando haya que avanzar en eventuales negociaciones con los palestinos.

Netanyahu. Pero hay algunas cosas más o menos claras, comenzando por la sensación de que Netanyahu está a punto de ser removido del poder por haber caído en la profunda grieta política que él mismo cavó con entusiasmo.

El primer ministro, que mantiene al país como una potencia tecnológica, piloteó una campaña de vacunación contra el coronavirus que maravilló al mundo y firmó históricos acuerdos de paz con Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mismo que, a fines del 2020, torpedeó la coalición con Gantz que lo había llevado al gobierno y forzó la convocatoria a nuevas elecciones.

Gantz, quien se había postulado a primer ministro con la promesa de no conciliar con Netanyahu, accedió a formar una especie de gobierno de unidad con Bibi para enfrentar lo que se perfilaba como una mortal pandemia. La idea era que Netanyahu arrancara al mando por dos años y luego alternaba con Gantz.

El ex jefe del estado mayor de las fuerzas armadas se había inmolado políticamente para que el país pudiera tener un gobierno capaz de enfrentar el coronavirus. Y Netanyahu hundió la coalición con tal de no alternar y para apostar a nuevas elecciones.

Eso no se le hace a un patriota, y -al parecer- el electorado israelí finalmente le cobró ese pecado a Netanyahu.

 

Bennet y los palestinos

Durante el enfrentamiento de mayo con Hamás y la Jihad Islámica, mientras caían los cohetes lanzados desde la Franja de Gaza, Naftali Bennett llevó adelante una sugestiva ronda de entrevistas con algunos de los medios más críticos de Israel, incluyendo una nota que brindó desde Jerusalén a una periodista de la BBC sentada en el estudio en Londres.

La reportera, claramente no una fan de Israel, atacaba enfurecida al ex ministro de Defensa. Hasta que, en un momento, Bennett sacó de debajo de su escritorio un arma secreta: los restos de un cohete de Hamás que había caído en el país hacía pocas horas.

“Le sugiero que mire este cohete, que sus televidentes miren este cohete y entiendan que nosotros estamos defendiendo nuestras vidas contra un grupo terrorista que quiere matarnos”, dijo con firmeza Bennett, aplacando por unos segundos a la periodista británica.

Si bien la escena tuvo una cierta belleza retórica, y además estética gracias al proyectil, también es una buena imagen de lo que representa Bennett, un verdadero halcón cuando se trata de la cuestión de los palestinos.  

Las entrevistas con estos medios, en retrospectiva, parece haber sido un entrenamiento antes de ponerse el traje de primer ministro. Un ensayo del hombre que alguna vez dijo, durante una entrevista con el New Yorker en el 2013: “Haré todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que (los palestinos) nunca tengan un estado”.

 

*Ex corresponsal de la agencia ANSA en Washington. Escribe sobre temas de la realidad israelí.