Marsella recibió a un sumo pontífice por primera vez en cinco siglos. El papa Francisco llamó ayer desde esta ciudad costera, punto clave de llegada de migrantes, a “socorrer” a los extranjeros que arriesgan su vida en el mar.
“Las personas abandonadas sobre las olas corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización”, clamó el pontífice argentino, con el azul mar Mediterráneo y el atardecer de fondo.
El gran evento se realizará hoy: una misa en el estadio Vélodrome en la que se espera el encuentro entre el Papa y el presidente francés, Emmanuel Macron.
A los pies de la basílica neobizantina de Nuestra Señora de la Guardia, coronada por una imponente estatua de la Virgen con el niño Jesús en brazos, Francisco depositó ayer flores blancas y amarillas en homenaje a los desaparecidos en el mar.
“Son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados. Frente a semejante drama no sirven las palabras, sino los hechos”, subrayó ante líderes religiosos y miembros de asociaciones de ayudas a migrantes.
En esta primera ceremonia, Junior, un joven migrante de Costa de Marfil, leyó un pasaje sobre el naufragio del apóstol San Pablo en Malta.
El Papa les dio las gracias por su trabajo a las ONG humanitarias, máxime cuando en ocasiones gobiernos en Europa les impiden zarpar para realizar los rescates, algo que calificó de “gestos de odio”.
“Es muy fuerte el reconocimiento a nuestro trabajo y esperemos que (sus palabras) tengan un impacto y cese al fin la criminalización de nuestra acción”, dijo la responsable de la organización SOS Méditerrannée, Fabienne Lassalle.
Desde Venezuela hasta Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Medio Oriente, los migrantes son una prioridad para Francisco, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.
Su visita ocurre días después que miles de migrantes llegaran a la isla de Lampedusa, lo que obligó a la Unión Europea a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.
Preguntado por ello en el avión papal, Francisco, cuyo primer viaje como pontífice en 2013 fue a Lampedusa y visitó también centros de migrantes en Grecia, lamentó la “crueldad” y “falta de humanidad” que se vive en el Mediterráneo.
En este momento la acogida es un tema que divide Europa: los países enfrentan las presiones para hacerse cargo de los recién llegados.
Más de 28 mil migrantes han desaparecido en sus aguas desde 2014 al querer alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones.
El jesuita de 86 años, que se desplaza en silla de ruedas, emprendió su quinto viaje de 2023 fuera de Italia y el Vaticano, tras visitar República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Hungría, Portugal y Mongolia.
Aunque durante su vuelo a Marsella confesó que no sabía si tendría la “valentía” de decir todo lo que quería decir, cargó finalmente contra los “contrabandos repugnantes” y “el fanatismo de la indiferencia”, y llamó a “superar la parálisis del miedo” para “cuidar de los más débiles”.