El papa Francisco, cansado pero sonriente, retomó ayer sus actividades en el Vaticano al recibir en audiencia al presidente de Madagascar, Rajaonarim Ampianina, tras cancelar el viernes su visita al Policlínico Gemelli por problemas de salud. Con tos y voz muy baja, el Pontífice conversó durante diez minutos con el mandatario en la biblioteca papal, ante la presencia de un intérprete francés.
Pese a la vuelta a sus tareas, aún persisten dudas sobre la salud de Jorge Bergoglio, ya que se trató de la sexta vez, desde que asumió el trono de San Pedro, que suspendió su agenda por cansancio o enfermedad. Sin embargo, desde el Vaticano desmintieron los rumores sobre su salud. Según la explicación oficial, había desistido de ir al hospicio por una “indisposición”.
Ese no fue el único incidente médico que lo obligó a reposar. El 19 de junio pasado, el Papa renunció a participar en una procesión a pie por la festividad de Corpus Christi en Roma y, en cambio, se trasladó en un vehículo. Además, diez días atrás suspendió algunas audiencias previstas por otra “leve indisposición”. El 28 de febrero, a su vez, anuló su visita al Seminario Mayor de Roma, por una gripe que le produjo unas “décimas de fiebre”, según informó por ese entonces el Vaticano.
La fatiga de Francisco “se debe a su vida intensa y llena de empeños”, publicó ayer el diario italiano La Stampa. En el Vaticano explican de esa manera la cancelación de la visita del viernes y buscan acallar las especulaciones sobre su salud. Sin embargo, los expertos consultados por la prensa italiana recomendaron que Bergoglio, de 77 años y con deficiencia pulmonar, cuide más su salud.
Sus recientes padecimientos arrojaron un interrogante sobre el viaje que emprenderá a mediados de agosto a Corea del Sur, en la primera visita de un papa a esa península en más de dos décadas. Además de la larga travesía, la gira será un verdadero reto político para el Pontífice, ya que podría enviar un mensaje de paz y unidad dirigido a Pyongyang.
Con más de un mes para preparar la agenda, ayer se respiraba tranquilidad en el Vaticano. Durante el encuentro con el presidente de Madagascar, tuvo lugar el tradicional intercambio de regalos. El mandatario le obsequió al Papa una pequeña cruz pectoral de oro. El Pontífice le entregó un objeto de bronce, con la vista del proyecto original de la basílica vaticana y una copia de su exhortación apostólica “Evangelli gaudium”. “Es un texto interesante también para los sacerdotes protestantes”, le dijo Bergoglio a Ampianina, que profesa esa fe.
Por la mañana, Francisco recibió en audiencia al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos. Luego, recibió en audiencia a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y al presidente del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios.
“Está vivo en mi mente y en mi corazón el recuerdo de los encuentros que mantuve recientemente con el amado hermano Bartolomé”, afirmó el Pontífice, recordando su reciente paso por Tierra Santa. Los representantes de la Iglesia Ortodoxa viajaron a Roma en ocasión de la festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo del 29 de junio.
En un mensaje en el que buscó tender puentes entre las dos Iglesias, Francisco pidió mirarse recíprocamente, “con los ojos de la fe”. Al término de su discurso, pronunciado con voz baja pero firme, el Pontífice envió sus saludos al patriarca Bartolomé e invitó a los delegados de Constantinopla a rezar por él.
Esa frase, habitual en Francisco, no aludió a sus recientes problemas de salud, sino a los desafíos que tiene por delante en su ministerio.