"Fui deportado de Venezuela el martes 26 de febrero después de una entrevista tirante con Nicolás Maduro, el mandatario del país. En medio de nuestra conversación se levantó y se fue, y sus agentes de seguridad confiscaron nuestras cámaras, las tarjetas de memoria con la grabación y nuestros celulares. Sí, Maduro se robó la entrevista para que nadie pudiera verla". Así comenzó el periodista Jorge Ramos su relato sobre la detención que padeció junto al equipo de colegas del canal Univisión en el palacio presidencial de Caracas. El líder chavista ordenó detenerlos después de suspender una entrevista porque le disgustaron la preguntas: "vivimos solo una pequeña prueba del acoso y abuso que los periodistas venezolanos han padecido por años", relató.
"La primera pregunta que le hice a Maduro fue si debía llamarlo 'presidente' o 'dictador', como le dicen muchos venezolanos", relató Ramos en una columna en el New York Times. "Lo confronté sobre las violaciones a los derechos humanos, los casos de tortura que son registrados por Human Rights Watch y sobre la existencia de presos políticos. Cuestioné su aseveración de que había ganado las elecciones presidenciales de 2013 y de 2018 sin fraude y, lo más importante, sus afirmaciones de que Venezuela no atraviesa una crisis humanitaria. Fue en ese momento cuando saqué mi iPad".
"El día anterior había grabado con mi celular a tres hombres jóvenes que buscaban comida en un camión de basura en un barrio pobre que se encuentra a minutos del palacio presidencial”, prosigue el relato. “Le mostré esas imágenes a Maduro. Cada segundo del video contradecía su relato oficial de una Venezuela próspera y progresista después de veinte años de Revolución bolivariana. En ese instante, Maduro explotó. Cuando la entrevista llevaba aproximadamente diecisiete minutos, Maduro se levantó, intentó bloquear las imágenes de mi tableta de manera absurda y anunció que la conversación se había terminado. ‘Eso es lo que hacen los dictadores’, le dije”.
"Unos segundos después de que Maduro se marchara, el ministro Rodríguez [Jorge Rodríguez, ministro para la Comunicación y la Información de Venezuela] me dijo que el gobierno no había autorizado esa entrevista”, dijo el periodista, quien agrega que el funcionario “ordenó a los agentes de seguridad que nos confiscaran las cuatro cámaras y todo nuestro equipo de producción, además de las tarjetas de memoria en las que se había grabado la conversación. Alguien gritó que me sacaran de inmediato del palacio presidencial, pero en vez de eso dos miembros de la seguridad del gobierno me llevaron a un cuarto pequeño en donde me ordenaron que les diera mi celular y la contraseña. Estaban preocupados de que hubiera grabado el audio de la entrevista y no querían ninguna filtración. Pero me rehusé a hacerlo”.
El periodista culmina el relato diciendo que lo que vivió junto a su equipo periodístico fue “solo una pequeña prueba del acoso y abuso que los periodistas venezolanos han padecido por años”. En nuestro equipo hay dos venezolanos -el corresponsal Francisco Urreiztieta y el camarógrafo Édgar Trujillo-, quienes habrían enfrentado riesgos terribles si se quedaban en su país. Por fortuna, todos regresamos a salvo a Miami, en Estados Unidos. Pero nuestras cámaras y grabaciones de la entrevista se quedaron en Venezuela, al igual que todos los celulares de mis compañeros. “¿A qué le teme Maduro? Debería permitir que el mundo vea la entrevista. Si no lo hace, solo habrá probado que se está comportando precisamente como un dictador”.
D.S.