El izquierdista Gustavo Petro lidera el balotaje presidencial en Colombia con 51% de los votos contra 46% para el millonario independiente Rodolfo Hernández, tras el escrutinio del 65% de los votos, informó este domingo la autoridad electoral.
El ganador sucederá al impopular conservador Iván Duque, quien por ley no pudo presentarse a la reelección.
A raíz de su modelo de recolección de basura -que le quitó el manejo a los privados-, fue destituido temporalmente como alcalde de Bogotá y en 2018, con su segunda campaña presidencial, obtuvo la mayor votación jamás alcanzada por la izquierda, pero finalmente perdió el balotaje.
Su tercer avance hacia la Casa de Nariño, sede presidencial, arrancó con una apuesta contundente de más de 4 millones de votos en la primaria: "El pacto histórico ha logrado el mejor resultado del progresismo en la historia de Colombia", celebró, y prometió un gobierno reformista y de ruptura con la economía petrolera, las élites tradicionales y con énfasis en el medio ambiente.
Las elecciones presidenciales ponen en riesgo modelo económico de Colombia
Gustavo Petro, de 62 años, es un político obstinado que aspira en su tercer y definitivo intento llegar a la presidencia. Todas las encuestas lo dan como vencedor este domingo, aunque en principio deberá ir a un balotaje.
Nacido en una familia de clase media, de padre conservador y madre liberal, y educado por sacerdotes lasallistas, levantó las banderas del cambio y de la ruptura con las fuerzas que tradicionalmente han gobernado Colombia.
Su ascenso asusta a sectores conservadores, a los ganaderos y a una parte del empresariado y los militares, que temen que su gobierno sea un "salto al vacío".
A otros, más moderados, les repele su mesianismo. "Él se cree predestinado (...) la única persona que puede salvar a Colombia", resumió una fuente próxima que habló bajo reserva al portal independiente La Silla Vacía.
Antisistema, Petro se describe como progresista antes que izquierdista, en un intento por evitar que lo asocien con una corriente que causa repudio en un país con las guerrillas marxistas en el centro de un conflicto de seis décadas.
Pero su pasado en la lucha armada lo persigue y es el caballo de batalla de sus adversarios. Por 12 años se rebeló contra el Estado que ahora pretende reformar de fondo. Hoy las armas oficiales lo protegen.
Varias veces amenazado de muerte y forzado a un exilio de tres años en Europa, Petro es el candidato más protegido en esta contienda. En los últimos mitines se le vio prácticamente blindado con chaleco antibalas y escudos a su alrededor, y al menos 20 guardaespaldas en tarima.
Petro militó en el M-19, una guerrilla nacionalista de origen urbano que firmó la paz en 1990. Según él, se rebeló en rechazo al golpe militar en Chile de 1973 y un supuesto "fraude electoral" en Colombia por los mismos años contra un partido popular.
Ferviente admirador del Nobel Gabriel García Márquez, en la clandestinidad adoptó el nombre de Aureliano, en homenaje al personaje de "Cien Años de Soledad".
Fue detenido y torturado por militares, y estuvo preso durante año y medio. Siempre fue un combatiente "mediocre", según sus antiguos compañeros de armas. "Nunca sentí, a diferencia de muchos de mis compañeros, una vocación militar (...) yo quería era hacer la revolución", relató.
Desde entonces se presenta como un "revolucionario" de varias causas pero alejado del marxismo. Su "opción preferencial por los pobres", sostiene, proviene de la teología de la liberación.
De llegar al poder, los militares deberán jurar lealtad a este exguerrillero que se comprometió a reiniciar diálogos de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Después de firmar la paz, Petro llegó al Congreso y más adelante a la alcaldía de Bogotá en 2012-2015.
Como parlamentario se destacó por las denuncias sobre los nexos de políticos con los sangrientos paramilitares de ultraderecha, pero como alcalde ganó fama de autoritario y mal administrador por su caótico plan para que la empresa pública se ocupará de la recolección de basuras, entonces en manos de privados.
Daniel García-Peña, asesor de Petro en la época y quien se alejó de él por su "despotismo", aún recuerda sus "dificultades para trabajar en equipo" si bien reconoce su conocimiento del país e inteligencia.
Tiene "un temperamento muy impetuoso y autoritario, y cuando se empeñaba en sacar adelante sus propuestas (...) no supo concitar y convocar a los diferentes sectores para ponerlos en práctica. Cazó muchas peleas al mismo tiempo y ese generó mucha frustración en las metas que él mismo se había trazado", comentó García-Peña.
ds