Agencias
Kampala
En una ceremonia cargada de simbolismos, y en el corazón de un continente desgarrado por los conflictos religiosos, Francisco alzó ayer la bandera del cristianismo africano en Uganda. En la segunda escala de su gira por el continente negro, el Papa rindió homenaje a 45 mártires cristianos ugandeses –22 católicos y 23 anglicanos– asesinados a fines del siglo XIX por defender su fe. El Pontífice también ofició una misa que convocó a 300 mil fieles cerca de la capital, Kampala.
Pese a que los misioneros europeos llegaron casi un siglo más tarde que a otras latitudes de Africa, ningún país africano proclama con tanto orgullo su cristiandad como Uganda. Más del 40% de su población es católica y cerca del 30% es anglicana. Desde ese bastión de su credo, el Papa aprovechó para dar un fuerte gesto de apoyo a los cristianos africanos que sufren persecuciones religiosas y, al mismo tiempo, para enviar un mensaje de ecumenismo a católicos y anglicanos.
El homenaje comenzó con una visita al santuario anglicano de los mártires de Namugongo, en las afueras de Kampala, donde Francisco rezó de rodillas. Después se trasladó al santuario de los asesinados católicos, donde brindó una misa ante el mayor auditorio que ha reunido desde que aterrizó el miércoles pasado en Africa. Ante una feligresía que esperó durante horas su llegada, el Pontífice evocó la memoria de los mártires, a quienes no dudó en llamar “héroes nacionales”.
Las víctimas honradas por el Papa fueron pajes de Mwanga II, rey de los baganda, uno de los pueblos de la actual Uganda, quien entre 1885 y 1887 ordenó descuartizar o quemar vivos a 45 de sus servidores que se negaron a abjurar de la fe que habían aprendido de los misioneros europeos. El primero en morir fue Joseph Musaka, mayordomo del monarca, asesinado por reprochar a su amo que obligara a sus súbditos a mantener relaciones homosexuales. Después de ese incidente, el rey pidió a sus guardias que reunieran a todos los cristianos de la corte y les dio a elegir entre su fe y la muerte. Todos optaron por la muerte. Pero la masacre provocó un efecto no deseado por Mwanga: el cristianismo se expandió rápidamente en todos sus dominios.
“El testimonio de los mártires muestra a todos que los placeres mundanos y el poder terrenal no dan alegría ni paz duradera”, dijo ayer Francisco, y más tarde agregó que “la cultura actual de lo desechable provoca un desprecio sobre todo hacia los niños no nacidos, los jóvenes y los ancianos”. Su gira continuará hoy y mañana en República Centroafricana.