Desde su celda en la sede de la Policía Federal de Curitiba, Lula interpretó mejor que Fernando Haddad el fenómeno electoral que protagonizó Jair Bolsonaro. El lunes 8 de octubre, a horas del cierre de los comicios, el ex presidente de Brasil recibió a su delfín, como tantas otras veces, para decidir los próximos pasos de la campaña. Allí, le dio una instrucción, tal vez un consejo o acaso una orden: esa sería la última vez que lo visitaría hasta que concluyera la segunda vuelta. Ahora, debía hacer campaña solo. La directiva se materializó tan rápido que un día después, el martes, el Partido de los Trabajadores (PT) lanzó sus nuevos afiches de campaña, donde fue borrada la imagen del líder preso y el color rojo del partido fue reemplazado por el verde y amarillo de la bandera brasileña.
Solo entonces Haddad se sacó la remera con la inscripción “Lula Libre” y se vistió de camisa, sin corbata. Finalmente, había cortado el cordón umbilical con Lula, el lazo que lo depositó en el ballottage, pero que también le significó el crecimiento de su índice de rechazo, que superó incluso al de su rival de extrema derecha. Mientras que en la primera vuelta la campaña se basó en la identificación del ex ministro de Educación con el ex jefe de Estado, ahora la campaña gira en torno a su familia, su fe religiosa, y una inédita autocrítica sobre casos de corrupción cuando gobernaba su fuerza. “Si alguien actuó de manera errada y se enriqueció indebidamente, tiene que ir a la cárcel”, dijo, segundos antes de pedir que fuese “con pruebas”, en un evento con jóvenes al que asistió ayer en San Pablo. Así, reconoció que hubo corrupción en empresas estatales –controladas en algunas ocasiones por el PT y en otras por sus aliados de gobierno, como el PMDB de Michel Temer– y prometió que, en caso de ser electo, promoverá auditorías internas en esas compañías.
“Haddad y Bolsonaro son dos candidatos que tienen una altísima tasa de rechazo y lo más importante será ocupar el centro. Los dos están intentando eso”, afirmó a PERFIL Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas, quien cree que Bolsonaro intentará “no participar de los debates porque lo ideal para él es no decir nada”.
Haddad, que tiene 18 millones de votos menos que su rival, salió a la caza de los electores de Ciro Gomes, el PSDB, Henrique Meirelles y Marina Silva. Así, empezaron a circular en las redes sociales afiches de campaña protagonizados por personas de a pie, que no se identifican con el partido, pero cuestionan, sin mencionarlo, a su rival. “No soy petista, pero tengo sueños... y quiero tener un empleo digno y derechos que me protejan”, dice el texto, acompañado por la imagen de tres jóvenes que sonríen y portan la Constitución. “No soy petista, pero soy madre... y quiero criar a mis hijos con libros y no con armas”, reza otro de los avisos.
“Haddad está intentando cambiar su imagen. Le da más visibilidad a su lado moderado. Hay una comprensión grande en el PT de que la estrategia de igualar a Haddad con Lula no lo llevará a la presidencia. Tiene que hacer algo parecido a Lula en 2002, ser de centroizquierda con énfasis en el centro”, agregó Stuenkel. La animadversión a su jefe político y su partido dificulta la posibilidad de una alianza de “fuerzas democráticas” para enfrentar a Bolsonaro, al estilo del Frente Republicano que derrotó en Francia a Jean-Marie y Marine Le Pen.
Economía. Haddad cambió también las propuestas de su programa, entre ellas la convocatoria a una Constituyente. En el campo económico, defiende ahora una minirreforma tributaria que atenúe el impacto de la reactivación del gasto público. “Haddad intentará mostrar al mercado que él es más predecible que su adversario, porque juega respetando las reglas”, publicó Istoé.
Ofensiva. Pero Haddad también disparó dardos contra Bolsonaro, quien lo había llamado “fantoche” de Lula. “Un tipo que saluda a la bandera estadounidense no tiene moral para hablar de otra persona”, aseveró. Según la última encuesta de Datafolha, el ex alcalde de San Pablo tiene un 42% de los votos, mientras que su rival lidera con el 58 % de las preferencias.
Bolsonaro lamentó el clima de violencia
El candidato presidencial brasileño de ultraderecha, Jair Bolsonaro, lamentó ayer en Río de Janeiro el clima de violencia que hay en la campaña electoral. “Yo lamento esas agresiones. Si tuviera el poder de que apenas con hablar pudiera evitar todo eso, yo ejercería ese poder. Apelo a todos en Brasil para que dejen las pasiones de lado”, aseguró a la prensa en la casa de Paulo Marinho, un reconocido empresario. Desde que comenzó la segunda vuelta, seguidores de ambas campañas fueron víctimas de ataques verbales y físicos. La mayoría de las agresiones fueron contra seguidores del Partido de los Trabajadores (PT), activistas LGTBI, mujeres y afrodescendientes. El más sonado fue el caso del reconocido compositor y maestro de capoeira Romualdo Rosário da Costa, de 63 años, quien fue asesinado a puñaladas por un seguidor del ex capitán del Ejército. Bolsonaro, que reivindica la última dictadura militar y tiene una retórica homofóbica, lidera los sondeos con el 58% de intención de voto.