INTERNACIONAL
Pandemia

Ingrid Betancourt, de prisionera de las FARC a aislada por el coronavirus

Cuenta cómo su traumática experiencia en la selva le sirve para soportar la soledad de la cuarentena. Qué extrañará la gente cuando termine el confinamiento.

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Ingrid Betancourt | Cedoc Perfil

Ingrid Betancourt estuvo seis años prisionera de las FARC en la selva. Llegó a estar encadenada a un árbol, lejos de su familia y amigos. Doce años después de su liberación, enfrenta el aislamiento por la pandemia con armas que aprendió en aquella experiencia tan traumática y dolorosa. “Hay algo de lo que viví en la selva que me ha servido para manejar este aislamiento”, confiesa la colombiana.

Encerrada sola en una casa en Oxford, donde estudia Teología, la ex candidata presidencial, revela algunos secretos que la ayudan en la cuarentena. “Durante el secuestro a mí me tuvieron años aislada de mis compañeros, entonces digamos que esto es algo que ya conozco. Ahora establecí una rutina: levantarme a tal hora, comenzar a trabajar a tal otra, hacer el 'break' para el almuerzo, volver a trabajar a tal hora, salir a correr y después tener un periodo de descanso. Ese formato me equilibra muchísimo porque puedo sentir que lo que estoy haciendo es productivo. No me siento sola”, asegura en diálogo con AFP.

El 23 de febrero de 2002 un comando de la guerrilla detuvo a Betancourt y la internó en la selva hasta que el Gobierno de Álvaro Uribe la liberó en la Operación Jaque. “En ese momento pensé: me van a matar y no me he podido despedir de mis hijos”. En cautiverio, su salud mental se deterioró. “Estaba sufriendo cambios notorios de comportamiento: la desconfianza, el odio y las ganas de matar”, sostiene. Prisionera entre 2002 y 2008, Betancourt recuperó la libertad y abandonó su carrera política, salió de la luz pública y se mudó a Reino Unido.

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Su vida cambió, como seguramente cambiarán las de millones de personas cuando finalicen su aislamiento. “La gente, cuando vuelva a la vida normal, va a tener la sensación de que hay cosas de esta vida de confinamiento que no va a querer perder. Salir de la urgencia y ese arrebato de estar corriendo detrás de las cosas. Se pone uno 80 citas, 800 cosas, y de pronto todo para y uno se pone a pensar: ¿Era todo esto tan necesario, es decir, tengo yo que estar corriendo para arriba y para abajo o puedo encontrar una fórmula donde yo logre ser dueña de mi vida?”, reflexiona.

 Pese a que su mensaje transmite tranquilidad, Betancourt confiesa que teme por el futuro de la humanidad. “Quisiera tener la esperanza de que podamos sacar como experiencia esto y decirnos: podemos seguir marchando hacia una civilización donde el ser humano sea el centro, no lo que producimos, no lo que consumimos. Si esta enfermedad contribuye a que las prioridades de los gobiernos cambien sería como el arcoíris después del gran diluvio”, afirma.

LD