INTERNACIONAL
Seguridad internacional

La defensa de Europa en las manos de Trump

El presidente norteamericano asistió a su primera reunión en la OTAN y, fiel a su estilo, dio un controvertido discurso.

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Donald Trump | Cedoc

Donald Trump participó en Bruselas de su primera reunión en el marco de la OTAN, la Alianza Militar Transatlántica que se encarga de la defensa de los países de Occidente. Su discurso fue controvertido, como sus primeros meses al frente de la Casa Blanca. 

En principio, el magnate insistió con que los países miembros deben cumplir con la regla de invertir en defensa el 2% del Producto Bruto Interno. Pero al momento de señalar cuáles son las amenazas del bloque militar, nombró al terrorismo islámico, la inmigración, y finalmente, la “amenaza rusa”. 

El último objetivo del presidente de Estados Unidos sorprendió a propios y extraños. Desde antes de asumir la presidencia, Trump se refirió en varias ocasiones a la necesidad de un reset en las relaciones con el Kremlin. Posiblemente, su posicionamiento responde más a la tormenta de acusaciones que le acechan en su país sobre las conexiones de su gobierno con oficiales rusos, que a su verdadero punto de vista. 

Como fuera, el enfoque que escoja será determinante para el presente y el futuro de la Unión Europea. Un repaso a la historia de los últimos treinta años, muestra que la Casa Blanca siempre marcó el camino que debían seguir sus socios europeos. 

En 1990, el expresidente George H. W. Bush definió con el líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, los límites en los que se concretaría la reunificación de Alemania. Existe una extensa discusión sobre si el mandatario norteamericano prometió en aquel momento al presidente de la URSS que la OTAN no se expandiría ni un centímetro hacia el este. 

Lo cierto es que después del derrumbamiento del bloque soviético, Bush sentó las bases de la “Asociación de Paz”, un acuerdo de seguridad que reemplazaría al Pacto de Varsovia y que serviría de plataforma para expandir la OTAN entre los países antiguamente bajo el radar soviético. 

En 1994, el demócrata Bill Clinton concretó con su firma el acuerdo diseñado por su antecesor, “La Asociación de Paz”. Del lado ruso, donde gobernaba confusamente Borís Yeltsin, se observaba con desconfianza el convenio. La inteligencia del país sospechaba que contenía el germen de la expansión de la OTAN. 

No se equivocaban, durante el mandato de Clinton, tres países se sumaron al bloque militar occidental: Polonia, República Checa, y Hungría. De poco valieron los 18 encuentros que mantuvieron Yeltsin y Clinton. A pesar de las advertencias rusas, la OTAN seguía su curso de ampliarse hacia el este. 

En el año 2002, el reemplazante de Clinton en la Casa Blanca, George W. Bush (hijo) asistió en Praga a la primera cumbre de la OTAN en la que participaba con un objetivo claro y ambicioso. Su Consejera Nacional de Seguridad, la famosa Condoleezza Rice lo describió como un “momento histórico” por la inclusión de países en la Alianza que nunca se imaginaron que podrían ser miembros. 

De las palabras a los hechos en dos años. En el 2004, la OTAN incluyó entre sus miembros a Letonia, Lituania, Estonia, Bulgaria, Rumania, Eslovenia y Eslovaquia. Además, durante los dos periodos que Bush comandó los destinos de Washington, la OTAN intervino en la guerra de Afganistán (2001), Irak (2003). 

Con Obama, la OTAN encontró un interlocutor siempre comprometido. Primero con la intervención en Libia, en el 2011, aún inmersa en un complicado pantano político y militar. Más tarde, respondiendo al llamado de Polonia y los países del Báltico que observaron en la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia (2014), y la posterior guerra en el sur este de Ucrania, una amenaza a sus soberanías. 

La respuesta de Estados Unidos fue la creación de 4 nuevos batallones rotativos en la franja este de la Alianza, el impulsó a una nueva infraestructura militar en la zona, y el diseñó de nuevas defensas antimisiles. 

Los antecesores a Trump, han dejado una herencia compleja, polémica y variada en su relación con la OTAN. El magnate deberá tomar conciencia de ello, y adoptar un posicionamiento serio. De él depende, en parte, encontrarle una solución a la guerra en Ucrania, aliviar las tensiones cada vez más preocupantes con Rusia, colaborar con el drama de la inmigración, y combatir el terrorismo.