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Desde Bruselas
Cuando Ibrahim el-Bakraoui hizo explotar su cinturón con explosivos en el área de embarque del aeropuerto de Bruselas, y mató a treinta personas y mutiló a más de 200, era la tercera vez que pasaba sin problema por una terminal aérea en los meses recientes.
Sospechoso para Turquía de ser un “terrorista extranjero” y conocido en su país, Bélgica, como un ex prisionero buscado por haber violado su libertad condicional, Bakraoui pudo de todos modos abordar un vuelo comercial en el último verano europeo, desde Estambul hasta Holanda, y desaparecer sin dejar rastros.
La facilidad con que Bakraoui pudo actuar genera interrogantes sobre cuánto saben realmente los gobiernos sobre los movimientos de los al menos 5 mil yihadistas que volvieron a sus países, luego de entrenarse y combatir en lugares como Siria e Irak. Muchos de ellos representan hoy una “seria amenaza”, según la agencia Europol. Algunos, como Bakraoui, ya utilizaron sus habilidades mortales en ciudades como Bruselas o París.
Fallas. Declaraciones de ministros, extractos de documentos y documentos policías y funcionarios fronterizos de la aviación revelan una serie de fallas en la seguridad que acompañaron la deportación, en julio pasado, del futuro terrorista suicida.
“Estamos hablando sobre alguien con una condena de diez años de prisión, que pasó un par de años en la cárcel, y que viajó a través de Turquía a la frontera con Siria”, dijo el ministro del Interior belga, Jan Jambon, pocos días después de los atentados de Bruselas.
“No es necesario haber trabajado mucho en terrorismo para concluir que ante estos datos hay una probabilidad muy alta –90%, 99%, lo que usted prefiera– de que estamos ante un terrorista”, agregó el ministro.
Un caso entre muchos. Bakraoui puede ser apenas un caso entre muchos. Turquía ha deportado a más de tres mil sospechosos de ser “terroristas extranjeros” desde 2011, un número que no incluye aquellos que volvieron después de combatir en Siria.
El gobierno turco dice que Bélgica no presentó ningún pedido de extradición por Bakraoui cuando supo, el 26 de junio pasado, que estaba en Turquía, y le permitió así viajar libremente a través de Europa.
“Era obvio que estaba involucrado con las zonas conflictivas, y que había sido herido. Esa es la razón por la que fue deportado. Y ésa es la información que se le comunicó a Bélgica”, dijo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Bakraoui no es el único caso de una falla en la comunicación entre los países. En septiembre de 2014, un año antes de su viaje a Amsterdam, tres yihadistas franceses que dijeron haber desertado de Estado Islámico pudieron comprar pasajes rumbo a Marsella, volar juntos sin escolta y atravesar fronteras como hombres libres, reveló uno de sus abogados, Pierre Dunac.