INTERNACIONAL
ORDEN MUNDIAL

La UE ante China y Estados Unidos

La guerra en Ucrania ha vuelto a poner bajo la lupa la política exterior de Bruselas, atrapada en la disputa hegemónica entre Washington y Beijing. Los distintos escenarios.

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Roces. La Unión Europea debe manejarse con cuidado y evitar una elección “binaria”. | shutterstock

La Unión Europea (UE) ha venido reflexionando sobre cuál es el rol que debe asumir ante un escenario global donde se observa una multifacética competencia entre EE.UU. y China. Una unidad política que se sentía cómoda viviendo en una era postrágica, debe ahora encontrar la manera mas eficiente y equilibrada de defender sus intereses a nivel global en el contexto de esta rivalidad entre dos colosos, luego de la traumática experiencia de la pandemia y del inicio del conflicto ruso-ucraniano.  

Europa ha interactuado con China a nivel económico, financiero y comercial desde la sorprendente irrupción de Beijing en el escenario global. Esa prodigiosa ascensión fue el producto de la visión de  Deng Xiaoping (1904-1997), quien inspirado en Lee Kwan Yew –fundador de la Singapur moderna– cambió a China con sus reformas económicas a partir de 1979, y en consecuencia al mundo. Curiosamente, Deng había estudiado y trabajado en Francia entre 1921 y 1924, con el objetivo de “aprender el conocimiento y la verdad de Occidente para salvar a China”. 

Durante el proceso de crecimiento chino, Europa ha contribuido con inversiones y tecnología tanto para atender el mercado local como para potenciar las exportaciones desde China. A su vez, ha desarrollado un enorme mercado receptor para sus valiosas exportaciones en diferentes campos, como automotores y bienes de lujo, máquinarias y equipamientos de producción, alimentos y bebidas premium, la industria de la moda, y diversos productos industriales de alta calidad y/o precisión. Por su parte, China destina exportaciones de carácter complementario a Europa, mientras busca aumentar sus inversiones en materia de puertos marítimos europeos – incluyendo a Hamburgo, el Pireo, Génova, Valencia, Marsella y Rotterdam–  y aeropuertos –incluyendo Frankfurt, Toulouse, Maribor y  Plovdiv–, para que actuén como puntos de llegada y salida en su red logística global. Sin embargo, China impresiona, pero no seduce, porque se tema su agresiva expansión económica y comercial en Europa, motorizada por empresas paraestatales chinas. A su vez, la dependencia de China en ciertos productos, como quedó demostrado en el caso de medicamentos durante la pandemia del covid-19, está siendo cuestionada, con llamados al on-shoring –acercar parte de la producción a Europa–, o a diversificar su origen. 

Por su parte, la relación entre la UE y EE.UU. ha pasado por momentos de tirantez en los últimos años, y algunos de los focos de tensión se han  potenciado con el conflicto ruso-ucraniano. El ex presidente Donald Trump llegó a llamar a la UE enemiga, al criticar a Alemania por su relativamente baja contribución a la OTAN y sancionarla a causa de la construcción del ya famoso gasoducto Nordstream 2 desde Rusia. En Europa no se podía dejar de sospechar  una presión de EE.UU. para poder vender a Europa su excedente de Gas Licuado Natural, en base al shale gas, que es justamente lo que hoy está ocurriendo a causa del conflicto en Ucrania. 

Más recientemente el presidente Joseph Biden ha hablado de “una Europa entera, libre y en paz”. Pero al no hablar de una “Europa soberana” ha tocado una fibra en el continente, donde se discute hasta qué grado se debe asumir la responsabilidad por su propia defensa, en manos de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras que el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken  ha hablado de una “OTAN reconstruible”,  los europeos pretenden que no sea reconstruida con la alianza “tolerando” a la UE, sino con una UE considerada como condición necesaria para la duración de dicha alianza.  

Sin embargo, aunque Europa pretende obtener más grados de autonomía con respecto a EE.UU., es claro que en el conflicto ruso-ucraniano, EE.UU. está tratando a la UE como a un aliado junior, y no como un socio senior. En definitiva, en palabras del ex canciller francés Hubert Védrine, para que en este contexto exista una verdadera sociedad, tiene que haber un socio mayor dispuesto a aceptar a un socio por ahora menor, quien a su vez debe estar preparado para asumir todas las responsabilidades que esto conlleva. Por su lado, el ex ministro alemán Klaus Von Donanyi admite que mientras EE.UU. mantenga el monopolio sobre las decisiones en el conflicto con Rusia, no existirá una Europa soberana. 

A su vez, la UE ha sentido el impacto de la “diplomacia incansable” del tándem que forman el presidente Biden y Antony Blinken, procurando enlistar a Europa en una comunidad de naciones basada en valores, que debe confrontar con China. Para Von Donanyi, el enfrentamiento que propone EE.UU. con China es sumamente perjudicial y peligroso. Considera también que la estrategia norteamericana tiene componentes irrealistas como la idea de “contener” a China, en el entorno del Indopacífico. Para colmo, la reciente ruptura de un contrato por parte de Australia para comprar submarinos franceses, para reemplazarlo con un contrato para comprar submarinos norteamericanos, no ayudarán a EE.UU. a atraer el apoyo europeo a esta estrategia. A su vez, la UE considera que no favorece a sus intereses distanciarse de China desde el punto de vista económico y comercial. Así, Von Donanyi considera que un conflicto entre China y Occidente afectaría negativamente los intereses de ambas partes, y los del mundo en general. 

Una visión desde el Asia desarrollada, la del prestigioso diplomático de Singapur Kishore Mahbubani, es de interés en cuanto al futuro de Europa. Desde hace décadas Mahbubani ha venido informando y alertando a Occidente sobre el rápido desarrollo de China, pero considera que la evolución de China ha sido más rápida de lo que él mismo pensaba. En consecuencia cree que hace falta una Europa fuerte para equilibrar el sistema EE.UU. / China actual. Por ello considera que Europa debe actuar en forma más maquiavélica, y ser capaz de pensar y defender sus intereses a largo plazo, que no siempre coinciden con los de EE.UU. 

Mahbubani también considera que la política de contención que EE.UU. pretende implementar con respecto a China, en el entorno del denominado Indopacífico, es irreal y no funcionará, dado el poderío chino en diversos aspectos. Pero cree que el llamado choque de civilizaciones entre EE.UU. y China no está necesariamente condenado a la fatalidad, sino que puede existir una convergencia en el tiempo en varios planos. Aunque reconoce que en el plano de los valores –derechos individuales– la contradicción es central. Así, cree que el enfrentamiento entre EE.UU. y China puede ser gerenciado si Occidente renuncia a imponer “sus valores”.  

En este contexto, Hubert Védrine afirma que Europa debe ayudar a prevenir este enfrentamiento y ve en consecuencia con buenos ojos la iniciativa del presidente francés Emmanuel Macron de posicionarse como campeón de un multilateralismo basado en resultados concretos. Védrine considera que Europa por supuesto seguirá siendo una aliada de EE.UU., aunque no estará siempre alineada. Y que Europa debe ser lo suficientemente sagaz para revigorizar la relación transatlántica, aprovechando la disposición en ese sentido de la administración Biden, pero manteniendo relaciones diversas y variadas con China. Esto le permitiría a la UE evitar una elección “radical, binaria, exclusiva y desastrosa” entre las dos potencias.

*Especialista en Relaciones Inernacionales.  Autor del libro “Buscando Consensos al Fin del Mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027)”.