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Locuras, escándalos y vergüenzas de la realeza española

Las mejores y más increíbles historias de la dinastía Borbón en España. Desde Carlos II, en el siglo XV, hasta Juan Carlos I. Galería de fotos

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| AFP

La Dinastía Borbón llegó a España por culpa de un hechizo: a finales del siglo XV, el rey Carlos II se había casado dos veces sin poder engendrar un heredero. Una serie de enfermedades (producidas por matrimonios de parientes demasiado cercanos) lo hicieron estéril y a los 30 años de edad ya tenía aspecto de anciano, delgado y pálido, consumido por la melancolía.

Obsesionado con las supersticiones, Carlos II compartió su cama con los cuerpos momificados de varios santos -que tiempo atrás habían curado a algunos miembros de su familia- y otros ancestros suyos. Pero el rey nunca pudo engendrar hijos y eso lo volvió loco. Unos meses antes de que Carlos II abandonara este mundo, en el año 1700, el fray Froilán Díaz escribió: “el rey parece haber perdido el seso”. En las calles de Madrid se decía que el rey estaba hechizado.

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Un sobrino nieto suyo, Felipe de Anjou, fue llevado a Madrid desde Francia para ser coronado como rey Felipe V, el primero de la Casa de Borbón que se sentaba en el trono francés. Pero pese a traer sangre joven y nuevas esperanzas a España, Felipe V parecía haber heredado el hechizo de su tío. Su actividad sexual fue tan desenfrenada que llegó a ser motivo de preocupación en la corte y se cree que eso lo volvió loco. En 1716 el embajador francés en Madrid informaba a Versalles que el rey estaba agotado, al borde de la extenuación “por el uso demasiado frecuente que hace de la reina”.

Era “enfermo imaginario” algunos días y se creía difunto otros, ordenando a sus sirvientes que lo sepultaran. No se cortaba el pelo ni las uñas y se negaba a afeitarse. A veces se desesperaba, creyendo que le habían amputado brazos y piernas. También tenía caprichos extravagantes, como mandar a abrir las ventanas los días que helaba o hacerse envolver en mantas los días de calor. Siempre deplorablemente vestido, con ropas sucias y rotas, un documento del 13 de julio de 1722 revela que el rey no se cambiaba de ropa ni de bañaba desde hacía un año.

Su nuera, la reina Luisa Isabel (esposa de otro rey sin suerte, Luis I) fue definida como “la persona más desagradable que he visto en mi vida” por su abuela. Su inestabilidad mental la llevaba usualmente a no comer durante días o esconderse a comer de modo compulsivo todo lo que encontraba a mano, fuera comestible o no.

El personal de palacio se acostumbró a verla borracha y comiendo hasta el hartazgo: “Se come hasta el lacre de los sobres”, decía el marqués de Santa Cruz. En la corte, eructaba en público o corría por los jardines en camisón, buscando que el viento lo levantara para exhibir sus partes íntimas. Al rey Felipe no le quedó otro remedio que encerrarla en un castillo.

Carlos IV (1788-1808) fue un rey de buen corazón de pocas luces, a quien sus padres tuvieron la mala idea de casarlo con una prima extremadamente egoísta y arpía, la princesa María Luisa de Parma, que ejerció desde el primer momento una enorme influencia sobre su marido. La parmesana estuvo embarazada en 24 ocasiones y dio a luz hasta 14 hijos, aunque se sospecha que la mayoría no fue de su marido.

Su hijo, Fernando VII (1808-1833), se casó cuatro veces en busca de un heredero varón que nunca llegó. Según los rumores, su segunda mujer fue envenenada cuando estaba embarazada, porque el rey estaba aburrido de ella. Su tercera esposa fue una princesa alemana educada tan estrictamente en un convento que nunca quiso tener sexo con Fernando porque las relaciones sexuales un pecado mortal. Hasta el papa Pío VII tuvo que intervenir, sin éxito, para convencerla de que las relaciones sexuales entre esposos no eran contrarias a la moral cristiana.

Quien nunca tuvo problemas en materia de sexo fue la hija de Fernando VII, la reina Isabel II (1833-1868), a quien obligaron a casarse con un primo homosexual, un tal Francisco de Borbón a quien ella apodó “Paquita”. Ninguno de los dos quería casarse, sobre todo porque no sentían la más mínima atracción por el otro y se separaron después de un tiempo de convivencia muy tormentosa. La reina tuvo doce embarazos, aunque hubo poca colaboración de su marido. Fue derrocada en 1868 y sus descendientes, que volvieron a España a reinar, mantuvieron en alto el estilo de vida desenfrenado de la casa de Borbón.

Alfonso XII (1874-1885) coleccionó amantes, de las cuales una actriz le dejó dos hijos, lloró la muerte de su primera esposa y humilló a la segunda. También tuvo varios hijos bastardos el rey Alfonso XIII, derrocado en 1931. Su tormentosa relación con la reina Victoria Eugenia, a la que culpaba de las enfermedades de dos de sus hijos -dos hemofílicos y otro sordomudo- finalizó el día en que la familia partió el exilio y nunca más volvieron a verse. “No quiero volver a ver tu fea cara”, fue el adiós de Victoria Eugenia.

Los hijos de Alfonso XIII (1886-1931) y Victoria Eugenia tuvieron muy poca suerte: el mayor renunció al trono para casarse con una cubana y fue execrado de la familia. Cuando murió, en un accidente de tránsito en Miami, ningún familiar asistió a su entierro. Años antes, había fallecido otro de los hijos, el menor, en otro accidente de tránsito, mientras el infante sordomudo murió, al parecer, tras una pelea con su segunda esposa, una mujer alcohólica.

Juan Carlos I llegó al final de su reinado con una corona en muletas: aparte de haber envejecido tan mal como sus ancestros, lo hace salpicado por escándalos personales y familiares, una bochornosa cacería de elefantes que terminó en el quirófano, la existencia de una amante alemana y un matrimonio que es un fracaso en la intimidad desde hace décadas. A sus 76 años, el rey Juan Carlos, que rara vez habla con la reina Sofía en público, ofrece una imagen física débil y agotada, y en más de una ocasión demostró su mal humor en público, extenuado por su incapacidad para trabajar como quisiera.

(*) Especial para Perfil.com.