Millares de personas -polacos sobre todo, pero también latinoamericanos y de otros países-, siguieron el domingo con devoción y enarbolando sus propias banderas la canonización de Juan Pablo II y de Juan XXIII en la plaza de San Pedro.
Muchos de ellos pasaron la noche a la intemperie, bajo la llovizna, para reservarse un lugar lo más cerca posible a la ceremonia.
El altar estaba ubicado a los pies de la basílica de San Pedro y los puestos privilegiados fueron para el papa emérito Benedicto XVI -muy aplaudido por la multitud-, para cardenales, obispos y delegaciones oficiales.
Otros miles de peregrinos se fueron agolpando con el pasar de las horas en las calles aledañas a San Pedro y avanzaban por Via de la Conciliazione, pese a que los jóvenes voluntarios de la Protección Civil, mediante cadenas humanas, trataba de contenerlos para evitar incidentes.
Medidas de seguridad importantes, pero no prohibitivas, rodeaban el Vaticano, donde había además puestos para asegurar asistencia médica de urgencia y botellas de agua a los peregrinos.
El Vaticano estimó en 500.000 personas las que estaban presentes en la zona de San Pedro y en 300.000 las que habían mirado la ceremonia a través de las pantallas gigantes puestas en distintos puntos de la ciudad, como el Coliseo.
A un cierto punto de la jornada, cuando la ceremonia estaba por comenzar, prácticamente no se podía caminar sin pisar a alguien. Los polacos, el grupo más notable, que llevaban consigo sillas plegables, mochilas con comida y colchoncitos, se hacían un espacio para arrodillarse cuando la ceremonia lo exigía.
"Me siento muy feliz, muy conmovida y muy cansada después de esta ceremonia", comentó Anna Wiswinska, una profesora polaca, que conoció a Juan Pablo II en Cracovia.
"Hemos venido por los cuatro papas, los dos vivos y los dos canonizados", contó a AFP la joven italiana y estudiante de ingeniería, Letizia Montironi.
"Pero creo que el papa más importante para la juventud italiana es Francisco", subrayó, reconociendo que su generación conoce poco o nada del papa italiano Juan XXIII, quien inició el Concilio Vaticano II en la década del 60 para modernizar a la Iglesia.
Venidos de México, Argentina, Perú, Ecuador, Chile y Costa Rica, entre otros países, los latinoamericanos dijeron sentirse más cercanos a Juan Pablo II, al que conocieron en sus viajes a América Latina, ya que Juan XXIII, poco viajero, falleció en 1963.
"Juan Pablo II visitó varias veces México y cada vez nos decía que se sentía mexicano. Para nosotros eso es muy importante. Pero yo vine también porque cuando mi mamá estaba embarazada de mí, vino al Vaticano y él le dio la bendición", contó a AFP Juan Pablo Almeyda, de 23 años, originario de Guadalajara.
"Yo vine de Madrid donde vivo. Estoy emocionada por haber tenido la oportunidad de presenciar una ceremonia histórica. Juan Pablo II era buenísimo, se llevaba bien con todos, por eso lo queremos tanto", contó por su parte la ecuatoriana Enid Vásquez.
Para María Patricia Cardoza de Peña, de Perú, venir a Roma era el sueño de su vida.
"Ayer en la basílica le dejé a Juan Pablo II todos los pedidos y oraciones que traje de mi país. Y hoy me siento muy emocionada porque aquel papa era en cierto sentido el cuidador de mis hijos", confesó.
Entre las muchas delegaciones destacaba también una de Uganda, formada por 220 personas, algunas con sus trajes tradicionales, según contó a AFP el sacerdote Jacinto Shibuca que guiaba el grupo.
"Es que Juan Pablo II estuvo en nuestro país en 1993 y su influencia trajo paz y un mejor entendimiento, por eso lo amamos tanto", contó.
Cansados por largas horas de espera, pero felices, los peregrinos comenzaron a abandonar la plaza después que el papa Francisco recorriera en papamóvil, en forma excepcional, Via de la Conciliazione para saludar de cerca y despertar entusiasmo, alegría y vivas de los creyentes llegados de todas las partes del mundo.