Roma.- Poco antes de su muerte, el ex espía ruso Alexander Litvinenko expresó su sospecha de que probablemente fue el “experto en seguridad" italiano Mario Scaramella quien le administró la fatal carga radiactiva.
Al fin y al cabo, fue Mario con el que se encontró el 1 de noviembre en aquel Shushi Bar en Piccadilly Circus. Scaramella estuvo "nervioso" y "apenas tocó la comida". Sólo bebió un vaso de agua. Pocas horas después, Litvinenko estaba enfermo. Sin embargo, ahora Scaramella también se encuentra en un hospital londinense, y con rastros de polonio 210 en su cuerpo.
El napolitano de 36 años se convirtió de la noche al día en una de las personas más conocidas de Italia. Los medios describen meticulosamente sus pasos en las últimas semanas: Tras el encuentro con Litvinenko voló a Nápoles en una línea de bajo costo, se vio con su ex mujer, condujo hasta Ischia, luego fue a Roma a una conferencia de prensa en el Senado y por último de nuevo a Londres en un vuelo barato.
Los caminos del "professore", como a él le gusta llamarse, son sinuosos. Y ahora se examina si Scaramella dejó tras de sí un peligroso rastro radiactivo. "Alarma de polonio en Italia", titularon hoy diarios romanos.
Por lo demás, el pasado del napolitano es más bien oscuro. Medios italianos lo describen como un "hombre en la sombra", como una persona entre los servicios secretos, la criminalidad y la política.
Negocios sospechosos, dosieres dudosos, manejos opacos. Todo parece entre sus labores. Así fundó una organización llamada Environmental Crime Protection Program, que al parecer llevaba a cabo investigaciones para universidades estadounidenses. Scaramella se vanagloriaba continuamente de sus conspicuos contactos en el "campo de la seguridad" y luego se hizo llamar él mismo "profesor", antes de adjudicarse el título de "experto en seguridad".
Un "consejero aventurero", lo describió el diario Il Corriere della Sera. Sus auténticas actividades son oscuras, aunque lo que sí es seguro es que el año pasado la fiscalia de Roma le investigó por sospecha de contrabando de armas, aseguran medios italianos. De pasada, Scaramella hizo correr la historia de que en el Golfo de Nápoles había un submarino ruso nuclear al acecho.
El personaje vivió una especie de salto en su carrera en el año 2002. El gobierno del primer ministro Silvio Berlusconi abrió entonces una comisión parlamentaria de investigación que debía destapar las supuestas maniobras del KGB en Italia durante la Guerra Fría. El presidente del comité fue Paolo Guzzanti, un hombre de confianza de Berlusconi. Y Guzzanti se buscó un "consejero": Mario Scaramella.
Pero incluso dentro de la comisión se levantaron pronto voces contra la actividades de Scaramella, pues su comportamiento era "apenas creíble" y su colaboración "inoportuna". Los críticos todavía acusan hoy a Berlusconi de que el verdadero fin de la comisión fue "ensuciar" a la izquierda y a su "enemigo íntimo" Romano Prodi.
Scaramella fue utilizado sólo como una herramienta en ese juego, en el que el italiano parece que utilizó al ex espía Litvinenko como informante. Por eso, en el encuentro en el Shushi Bar de Picadilly Circus, Scaramella no parece que acudiera como asesino. Según escribió hoy La Reppublica, "el italiano fue más bien un daño colateral en el asesinato de Litvinenko”.