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guerra de aranceles

Paciencia china: la táctica de Beijing ante la ofensiva comercial de Trump

China mostró cautela ante las nuevas tarifas de EE.UU. Promete represalias, pero apuesta a seguir negociando. Busca reducir daños y prevé un conflicto estratégico de largo plazo.

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meta. El presidente chino, Xi Jinping, se propone que China sea primera potencia mundial en 2050. | ap

“Si quieren hablar, podemos hablar. Si quieren pelear, vamos a pelear”. La proclama, publicada esta semana como título de un editorial en los medios oficiales chinos, poco antes de que Donald Trump elevara los aranceles de importación a 5.700 productos del país asiático, plantea una falsa dicotomía: China y los Estados Unidos pueden hablar y pelear al mismo tiempo. De hecho es lo que están haciendo. En la visión del gobierno chino, el conflicto forma parte de la “nueva normalidad” de la relación y, como en todo conflicto largo, hay momentos de apaciguamiento y momentos de lucha sin cuartel.
El último capítulo apacible tuvo lugar hace cinco meses en Buenos Aires, durante la última cumbre del G20, en la que Trump y Xi Jinping anunciaron una tregua en la escalada de tarifas. Duró poco. El presidente estadounidense elevó desde anteayer del 10% al 25% los aranceles a importaciones de origen chino por un valor de 200 mil millones de dólares. La lista de productos afectados incluye alimentos, electrónicos, autos, químicos y minerales.
El gobierno chino reaccionó de la misma forma que viene haciéndolo desde que empezó la guerra comercial: entre la cautela para no poner en riesgo las negociaciones y la firmeza suficiente como para no conceder más de lo tolerable. Hablar y pelear.
El Ministerio de Comercio prometió tomar las “contramedidas necesarias”, aunque no aclaró cuáles ni cuándo. Por su lado, el viceprimer ministro chino, Liu He, jefe del equipo negociador que viajó esta semana a Washington, habló con la prensa china después de las reuniones y minimizó la agresividad de Trump. “Las negociaciones no han colapsado −dijo Liu, quien además es considerado el ‘cerebro’ de la estrategia económica del gobierno chino−. En los diálogos bilaterales es inevitable que haya pequeños contratiempos. Somos cautelosamente optimistas acerca del futuro”.

Inquietudes. A punto de cumplir un año de edad, la guerra comercial ya se deja sentir entre los dueños de pequeñas, medianas y grandes fábricas exportadoras chinas. Para los líderes del Partido Comunista, la inquietud táctica es cuánto tiempo durarán las altas tarifas impuestas por Trump. La economía china tiene resortes para amortiguar el impacto, al menos en el corto plazo, pero demostró ser vulnerable.
Aunque el enfoque de Beijing no es solo táctico sino también, y sobre todo, estratégico. Los funcionarios de la diplomacia china describen a la guerra comercial como etapa de una pugna de largo plazo por la hegemonía global. Bajo el liderazgo de Xi, el Partido proyecta que China sea primera potencia económica del mundo hacia 2050. “El choque con los Estados Unidos estaba en los planes, pero no tan rápidamente –dijo a PERFIL Niu Huayong, economista y director de la Escuela de Negocios Internacionales de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing–. Trump aceleró los tiempos; impuso una dinámica no prevista. Lo que busca el gobierno de China es bajarle el ritmo a la confrontación”.
En las últimas horas, la prensa oficial china recorrió una cuidadosa línea de interpretación sobre lo que ocurrió en Washington y promovió una respuesta firme, pero no dramática, como podría ser un boicot a productos estadounidenses. Los medios controlados por el Partido presentan a China como una potencia calma y neutral que se ve sometida a presiones externas; y que, llegado el caso, “está preparada  para luchar”.
Según se registró en los cierres bursátiles del viernes, los mercados aún creen en la posibilidad inmediata de un acuerdo: una reedición de la tregua del G20. El optimismo se debe en parte a que Trump dejó abierto un período de gracia, una ventana para seguir negociando, al determinar que los cargamentos marítimos que partieron de China antes de la medianoche del viernes no estarán sujetos a los nuevos gravámenes siempre que lleguen a los Estados Unidos antes del 1º de junio.
Pero un nuevo acuerdo sería otro respiro antes de volver a la carga. Los intereses estratégicos de ambas potencias parecen irreconciliables. La lista de exigencias estadounidenses a China sobrepasa en varios puntos las “líneas rojas” marcadas por Beijing: va desde reclamos a favor de la protección a la propiedad intelectual y en contra de la transferencia forzada de tecnología impuesta a empresas de EE.UU.; hasta cambios en la legislación de China sobre protección a su industria.
En opinión de Shi Yinhong, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Renmin, “es improbable que el gobierno chino acepte todas esas condiciones, a las que ve como un intento de frenar el ascenso de China como potencia global”.