Desde San Pablo
Dilma Rousseff se presentó ayer a la asunción de Mauricio Macri como una líder débil, en el ocaso anticipado de su mandato. Pese a las idas y vueltas de su juicio político en la Cámara de Diputados, la presidenta de Brasil está cada vez más aislada. Su vice, Michel Temer, rompió con ella esta semana y empezó a armar su posible gobierno. Su padrino y ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, con quien ya vivía en guerra, la abandonó.
Dilma decidió no comparecer a la sesión en el Congreso argentino para escuchar el discurso de Macri, al contrario de los demás líderes de países vecinos. En la Casa Rosada, vestida de azul, la ubicaron junto al ex rey Juan Carlos de España. Michelle Bachelet, de Chile, fue la primera mandataria en ser saludada por Macri, ya investido con la banda y el bastón de mando.
No por nada, Dilma decidió no quedarse un día más en Buenos Aires para reunirse con Macri, en su primer día al comando de la administración argentina, como le había propuesto él la semana pasada en Brasilia. Pero la crisis política impidió a Itamaraty avanzar con esta agenda. En Buenos Aires, Dilma tenía la cabeza en la capital brasileña, donde ejercía como presidente interino Temer, con quien cerró el miércoles por teléfono un acuerdo caballeroso para cumplir con la institucionalidad.
Hecho consumado. El proceso de impeachment de Dilma, sin embargo, es ya un hecho consumado. Para líderes políticos, tiene escasas chances de sobrevivir al juicio.
El ex presidente Fernando Henrique Cardoso dijo a sus allegados que si Dilma escapa al proceso será por muy pocos votos, lo que la hará todavía más débil. Sus condiciones de gobernabilidad serán casi nulas, y la crisis económica brasileña va a profundizarse.
El miércoles, la agencia de rating Moody’s amenazó con rebajar otra vez la clasificación de riesgo de Brasil. Su competidora Fitch amenaza hacerlo en enero. La Standard & Poor ya le quitó a Brasil su investment grade. El gobierno va a cerrar el año con un déficit primario de 120 mil millones de reales, una inflación anualizada a noviembre de 10,48% y la perdida de 1,6 millones de puestos de trabajo.
Peleas y cabezazos. En Brasilia, la elección de los miembros de la comisión especial de impeachment, en la Camara de Diputados, fue suspendida esta semana por el Supremo Tribunal Federal (STF) para poder evaluarla. La decisión retrasa el proceso, pero su resolución podrá confirmar la legalidad de los pasos ya dados o pedir correcciones que, una vez adoptadas, van a eliminar futuros cuestionamientos.
En la votación secreta para elegir los miembros de la comisión, el bloque opositor garantizó la mayoría de los 65 puestos. Los oficialistas, contrariados, intentaron impedir que los opositores se acercasen a las urnas de votación. Hubo peleas verbales, que luego pasaron hasta a golpes y cabezazos.
Ayer hubo nuevas peleas en el Comité de Etica de la Cámara de Diputados, que decidirá el destino de su presidente, Eduardo Cunha, enemigo de Dilma. Acusado de corrupción pasiva y de mantener cuatro cuentas en Suiza no declaradas al fisco, Cunha todavía mezcla el proceso de impeachment de Dilma con su propio futuro (ver recuadro).
En una maniobra interna en su partido, el PMDB, el mismo de Temer, Cunha destituyó al diputado Picciani del rol de líder del gobierno en la Cámara. Picciani se ha convertido en los últimos meses en uno de los escuderos de Dilma en el Congreso y en el principal articulador de la condena de Cunha en el Comité de Etica. En su lugar, Cunha puso a Leonardo Quintão, nombre elogiado por Temer. Dilma, en Buenos Aires, reaccionó: despidió a Fábio Ferreira Cleto, aliado de Cunha, de la vicepresidencia de la Caja Económica Federal. “Mejor para su currículo”, declaró Cunha