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opinión

Por qué los chilenos rechazamos una Constitución democrática

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Ejemplar. Tal vez la última oportunidad en mucho tiempo de tener una carta magna nacida en democracia. | afp

El 55,8% de los chilenos rechazó el domingo pasado quizás la última posibilidad en mucho tiempo de tener una Constitución nacida en democracia. Nos farreamos dos veces la oportunidad y optamos, finalmente, por quedarnos con la carta magna actual, que nació en dictadura y que, paradójicamente, fue apoyada esta vez por aquellos que la culparon de todos los males que aquejaban al país y que la declararon muerta en las elecciones de septiembre del año pasado.

Hace casi tres años, el 25 de octubre de 2020, el 78% del pueblo chileno optó por avanzar en un proceso de reforma constitucional, tras el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 que suscribieron la mayoría de las fuerzas políticas, como solución a la revuelta social del 18O. Veintitrés meses después, el 4 de septiembre de 2022, un 62% rechazó la propuesta refundacional liderada por la izquierda radical y, hace algunos días, el 17 de diciembre recién pasado, un 56% votó en contra del texto que esta vez promovió la derecha. 

¿Nos dimos la vuelta larga para quedar en el mismo lugar? Algunos creen que este proceso fue una pérdida de tiempo y recursos lamentable, y otros concluyen que fue un recorrido necesario que generó aprendizajes, que evitó un quiebre institucional y permitió dejar atrás la violencia, y que hasta podría mejorar el clima político en el futuro y motivar respuestas de consenso a los problemas.

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¿Qué explican estos resultados? Sin duda, muchos factores. Personalmente creo la principal respuesta está en el error de diagnóstico en el que cayeron los sectores extremos, que arrastraron a los más moderados. La izquierda primero y la derecha después pensaron que las altas votaciones que obtuvieron en su minuto eran completamente extrapolables a su cosmovisión del mundo, sus valores, ideas y propuestas. No quisieron ver que, entre otros temas, estas mayorías transitorias estaban determinadas por la esperanza de cambio, el voto de castigo, y la incertidumbre propia de estos referéndums. 

Creer que el 78% de la población que aprobó el primer proceso constituyente quería refundar Chile fue una locura, un error de diagnóstico que la izquierda está pagando muy caro. Pensar, después, que el rechazo de los chilenos a la primera propuesta de reforma y, posteriormente, el aplastante triunfo de republicanos en las elecciones de consejeros constitucionales era sinónimo de que Chile quería una Constitución libertaria fue una visión, al menos, delirante y voluntarista de la derecha extrema, que no recogió ningún aprendizaje del primer fracaso constituyente.

Se menospreció el voto femenino, que se movilizó ante una propuesta que se interpretó como un retroceso en materia de derechos de la mujer, específicamente en materia de aborto, a pesar de las aclaraciones y explicaciones de los promotores de la propuesta y de los beneficios que ofrecía el texto como la igualdad salarial entre hombres y mujeres. 

La confusión, que lamentablemente profundizaron las campañas; la fatiga electoral que suma nueve elecciones desde 2019; el rechazo a los políticos que se arrastra desde hace años y que tiene su aprobación por el suelo; la división de republicanos, en torno al apoyo a la propuesta y la prescindencia del gobierno explican, además, la derrota de la nueva propuesta. 

La Constitución de la seguridad, que promovió la opción A Favor, tampoco logró conquistar a los votantes, incluso en las regiones del norte, afectadas por la migración irregular, y en la zona sur del país, asolada por el conflicto de La Araucanía.

¿Se cierra el proceso constitucional con este resultado? Según confirmó el propio presidente Boric y los partidos oficialistas, al menos, durante los dos años que quedan de gobierno. Aunque da un poco lo mismo, ya que independientemente de que se plebiscite este tema, lo cierto es que con los quórum actuales la Constitución vigente puede ser reformada con mayor facilidad por el Congreso, lo que en un escenario extremo de mayorías irresponsables podría ser muy complejo.

¿Tiene consecuencias políticas este resultado? Varias. En el corto plazo, el triunfo de la opción En Contra es un alivio para un gobierno atrapado en polémicas y con una agenda legislativa prácticamente congelada. Se valora el llamado del presidente Boric a la unidad y a avanzar en acuerdos que permitan solucionar los principales problemas de los chilenos. Pero se requiere una disposición real a ceder y gestos que duelan para avanzar en sus reformas claves (tributaria, pensiones, educación y salud), en un Congreso donde el Ejecutivo no tiene mayorías. 

En el mediano plazo también este resultado podría mover el puzzle político. La borrachera constitucional que capturó a la extrema derecha en las elecciones del domingo pasado sepultó, probablemente, sus posibilidades de convertirse en la próxima alternativa de gobierno. El gran perdedor de la jornada fue José Antonio Kast, quien, además de tener que asumir públicamente la derrota, no logró impedir el quiebre de su partido y el surgimiento de una derecha más radical liderada por el que busca constituirse como el libertario chileno, el Rojo Edwards. 

Este nuevo escenario despeja el camino a Chile Vamos, aumentando las opciones de la candidata no oficial en competencia, Evelyn Matthei, quien se cuidó de no hipotecar todo su capital político en este proceso.

Con todo, lo cierto es que no se pueden esperar grandes cambios en el futuro en Chile mientras se mantenga el actual sistema político. El texto rechazado proponía cambios relevantes y necesarios a un sistema que ha sido capturado por la fragmentación y el populismo. Cuesta creer que los parlamentarios tengan incentivos para avanzar en medidas que pueden afectarlos en el futuro como la disminución de congresistas y el fortalecimiento de los partidos. Pero soy de los que creen que esta vuelta larga generó aprendizajes que podrían derivar en un esquema que propenda al diálogo y los acuerdos para resolver los problemas que nos aquejan. Necesitamos que la política se haga cargo de la política y salga de una vez por todas de este perverso y peligroso juego de suma cero, donde nadie gana y todos pierden.

*Consultor internacional Política y Gobernaza. Director de Comsulting.