De todas las amenazas proferidas por Donald Trump durante la campaña presidencial, hay una que preocupa especialmente a la comunidad diplomática internacional: la de socavar el acuerdo nuclear entre el gobierno de Irán y las potencias globales. Desde que asumió en la Casa Blanca, el mandatario estadounidense entró en una escalada verbal con Teherán que hace temer una reversión del entendimiento entre Washington y el régimen iraní que se había alcanzado durante la administración Obama. Aún es una incógnita si esa tensión en aumento derivará en acciones concretas de Trump que afecten la viabilidad del acuerdo. Pero la sola posibilidad de que eso ocurra pone los nervios de punta a gobiernos y organismos multilaterales a lo largo y ancho del planeta.
El llamado Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por sus siglas en inglés), negociado en 2015 entre Irán, el grupo P5 +1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania) y la Unión Europea, estableció restricciones a la capacidad de la República Islámica para producir material fisionable –plutonio y uranio enriquecido– que pudiera ser utilizado para construir armas nucleares. El acuerdo se complementó con un compromiso de Irán a permitir que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) monitoree periódicamente su programa nuclear.
A cambio, las potencias suspendieron una serie de sanciones comerciales y financieras contra Teherán que eran un verdadero lastre para la economía iraní. Tras la implementación del acuerdo, Irán salió de la recesión y su PBI creció más de un 7% el año pasado. El gobierno moderado del presidente Hassan Rouhani comenzó a abrir sus puertas a inversores extranjeros. Las exportaciones de petróleo se recuperaron hasta volver a sus niveles históricos y el país firmó acuerdos multimillonarios con empresas internacionales como Airbus y Boeing. Para el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de la nación, el beneficio económico del acuerdo representa una pieza clave en su ambición de disputar el liderazgo regional con Arabia Saudita.
Pero el ascenso al poder de Trump arrojó un manto de incer tidumbre sobre el JCPOA. Durante la campaña, el magnate calificó como “desastroso” el acuerdo y prometió retirarse del mismo. Poco después de asumir, escribió en Twitter que “Irán estaba al borde del colapso hasta que los Estados Unidos le dieron un hilo de vida con el acuerdo” y que el gobierno iraní “debería estar agradecido por el terrible trato que los Estados Unidos hicieron con él”. Más allá de las diatribas, la Casa Blanca aún no hizo ningún movimiento concreto al respecto. Mientras que halcones del gabinete como el general Michael F ly nn, asesor de seguridad nacional, han puesto “en aviso” a Irán, otros funcionarios más cautelosos como el secretario de Defensa, James Mattis, han advertido sobre los riesgos de incumplir un trato que involucra a otras cinco potencias globales. Sobre este punto, el juego de “policía bueno y policía malo” está a la orden del día.
PERFIL consultó al embajador Rafael Grossi, ex número dos del OIEA y precandidato a dirigir dicho organismo a partir de 2020, sobre los escenarios que se abrirían si alguna de las partes involucradas trastocara de algún modo el acuerdo. “El JCPOA prevé un mecanismo de solución de controversias para dirimirlas en una comisión de tipo permanente integrada por todas las partes involucradas –explicó Grossi, quien fue partícipe de los primeros contactos entre el OIEA y el gobierno iraní en pos de un acercamiento–. Por ejemplo, si se concluyera que Irán incumplió sus obligaciones, la comisión elevaría su análisis al Consejo de Seguridad de la ONU y eso podría derivar en el restablecimiento de las sanciones suspendidas”. Sin embargo, seis informes hechos hasta ahora por el OIEA indican que el cumplimiento de Irán ha sido relativamente satisfactorio.
Imprevisto. “Lo que el acuerdo no prevé es un escenario en el que alguna de las partes decidiera retirarse –detalló Grossi–. Eso siempre es una prerrogativa de los países involucrados, pero produciría una situación de asimetría que no sería en absoluto banal. Irán podría alegar la necesidad de renegociar los términos del acuerdo, lo que sería altamente complejo ya que requeriría el consenso de todos los integrantes de la comisión permanente”. Igualmente crítica sería la situación si Trump decidiera unilateralmente restablecer sanciones contra Teherán: Irán podría apelar ante la comisión y así quebrar la unidad de la misma. “Probablemente China y Rusia se solidarizarían con los iraníes, pero el Reino Unido no –comentó a este diario un diplomático muy al tanto de las negociaciones–. La cuestión pasaría al Consejo, donde los actores son los mismos, y se produciría una impasse, lo que dejaría las manos libres a Irán para volver a producir uranio. Entonces la escalada sería tremenda”.
Según Grossi, “existe otro escenario posible: que alguna de las partes reclamara un endurecimiento de los controles del OIEA sobre el programa nuclear iraní”. Es decir, que Washington exigiera monitoreos más severos e intrusivos, de forma tal que se ejerciera una mayor presión sobre Teherán sin salirse de los límites del acuerdo heredado de la administración de Barack Obama. Sería una jugada osada, aunque potencialmente menos dramática que otras opciones sobre la mesa. A fin de cuentas, tal como señaló esta semana un durísimo editorial de The New York Times, “el dedo sobre el botón nuclear” ahora es nada menos que el de Donald Trump.