El ejército ruso concluyó ayer la conquista de la ciudad ucraniana de Severodonetsk y consiguió entrar en barrios de la vecina Lysychansk, tras semanas de una devastadora ofensiva para apoderarse de la región el Donbás, en el este del país.
Ucrania enfrentó además un “bombardeo masivo” en el norte desde Bielorrusia, un país aliado de Rusia, que podrá dotarla “en los próximos meses” de misiles con capacidad de transportar ojivas nucleares, según anunció el presidente ruso, Vladimir Putin.
Severodonestk fue “totalmente ocupada por los rusos”, dijo el alcalde de la ciudad, Oleksandre Striuk, al día siguiente de que las autoridades ucranianas anunciaran un repliegue de esa urbe para defender Lysychansk. Los separatistas prorrusos anunciaron poco antes la toma de la planta química de Azot, en Severodonetsk, y la “evacuación” de 800 civiles que se habían refugiado allí.
El gobernador de la región de Lugansk, de la cual forma parte Severodonetsk, afirmó que “el 90% de la ciudad está dañado y el 80% de las casas tendrán que ser demolidas”.
Los separatistas también anunciaron que sus fuerzas y las del ejército ruso habían entrado en Lysychansk, donde se estaban registrando “combates callejeros”.
“Algunas empresas de la ciudad ya han sido tomadas. Actualmente se están produciendo combates callejeros”, declaró en Telegram un representante de los separatistas prorrusos, el teniente coronel Andrei Marochko.
La caída de esas dos ciudades podría facilitar el avance de las tropas rusas hacia Sloviansk y Kramatorsk, más al oeste en la región de Donetsk. Lugansk y Donetsk conforman el Donbás, una zona ya parcialmente controlada por los prorrusos desde 2014.
Bielorrusia. En el norte, “un bombardeo masivo de misiles impactó en la región de Chernígov”, indicó el Mando Norte de las tropas ucranianas. “Veinte cohetes apuntaron contra el pueblo de Desna, lanzados desde territorio de Bielorrusia y desde el aire”, agregó, precisando que los ataques impactaron en infraestructuras, pero sin ocasionar víctimas.
Bielorrusia no se ha involucrado hasta ahora oficialmente en el conflicto, pero ha proporcionado apoyo logístico a la invasión rusa, iniciada hace cuatro meses, y ha sido objeto, al igual que Rusia, de sanciones occidentales.
“El bombardeo de hoy está directamente relacionado con los esfuerzos del Kremlin de arrastrar a Bielorrusia a la guerra en Ucrania como cobeligerante”, afirmó en Telegram la dirección general de los servicios de inteligencia ucranianos, dependiente del Ministerio de Defensa.
Esos anuncios se producen antes de una reunión del G7, de las potencias económicas occidentales, a partir de hoy en Alemania y de una cumbre de la OTAN entre martes y jueves en Madrid, para discutir cómo reforzar el apoyo a Ucrania en una guerra cuyo fin no se ve.
Ucrania reclama en particular armamento pesado para contrarrestar el avance ruso y “estabilizar” la situación en el Donbás.
“Guerra lenta”. Los avances rusos en el este no suponen un vuelco radical de la guerra, apuntan expertos. “La visión general –una guerra lenta de posiciones atrincheradas– apenas ha cambiado”, dijo Ivan Klyszcz, investigador de la universidad estonia de Tartu. “La retirada fue probablemente planificada de antemano y puede considerarse táctica”, agregó, subrayando que la resistencia ucraniana ha permitido a Kiev consolidar su retaguardia.
Los mandatarios de la Unión Europea (UE) otorgaron el jueves a Ucrania y Moldavia, otra ex república soviética, el estatuto de candidatos a adherir al bloque. El gobierno ruso vio en esas decisiones una maniobra occidental para contener geopolíticamente a Moscú. La iniciativa de la UE “confirma que el apoderamiento del espacio de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, que agrupa a varias ex repúblicas soviéticas) prosigue activamente, con el fin de contener a Rusia”, afirmó la portavoz de la Cancillería rusa, Maria Zajarova.
La guerra interna del Kremlin
Agencias
Entre situaciones de corrupción, ineficiencias e infidelidades, otra guerra se libra en silencio en el marco del conflicto en Ucrania, la de una batalla interna de reemplazos y purgas en los mandos militares y de inteligencia de Moscú, que tiene lugar sobre todo en el territorio ruso.
Efectivamente, por ese motivo, el presidente ruso, Vladimir Putin, ya sustituyó a numerosos generales con funciones de mando operativo.
Pero también ha sucedido en el campo ucraniano, donde el presidente Volodimir Zelensky, según trascendidos, está a punto de destituir al jefe de Inteligencia, otrora su fraternal amigo.
Desde principios de junio, el alto mando ruso confirmó un informe de los servicios de inteligencia, retiró del campamento a una decena de oficiales, entre ellos el comandante del Grupo de Ejércitos del Sur (SGF), general Alexander Dvornikov, jefe de la ofensiva, en el Donbás, un papel clave que hizo que Dvornikov fuera despedido dos meses después de su nombramiento.
Ahora será reemplazado, aunque aún espera confirmación del coronel general Sergei Surovikin, ex jefe de las tropas rusas en Siria y durante treinta años blanco de acusaciones de corrupción y brutalidad.