El informe del fiscal especial Robert Mueller sobre la trama rusa dejó un sabor agridulce en Washington, al no exonerar al presidente Donald Trump, como él proclamó, pero tampoco acusarlo formalmente de haber cometido un crimen. La batalla dialéctica continuó ayer, cuando el republicano desestimó testimonios de lo que llamó el “loco informe Mueller”, “escrito por 18 demócratas enojados, llenos de odio hacia Trump”. La oposición, por su parte, anunció que convocará a Mueller y al fiscal general William Barr a testificar ante el Congreso.
El documento, de 448 páginas, resumió los hallazgos de la investigación de 22 meses, que concluyó que no hay pruebas que corroboren una colusión de su campaña con el Kremlin, aunque dejó abierta la posibilidad de una presunta obstrucción a la Justicia.
En su primera reacción a la publicación del informe, Trump cantó victoria y publicó una imagen suya de espaldas, con la frase: “Se acabó el juego”. Ayer, en cambio, se mostró a la defensiva, al partir sin hacer declaraciones a su centro de golf en Florida. “Debido a que nunca acepté testificar, no fue necesario que respondiera a las declaraciones hechas en el ‘Informe’ sobre mí, algunas de las cuales son una ‘pura mierda’ y solo se hicieron para hacer que la otra persona se vea bien (o que yo me vea mal)”, disparó en Twitter.
Sin embargo, el presidente había contestado por escrito preguntas del fiscal especial. Allí, repitió en más de treinta ocasiones que no recuerda muchos de los hechos investigados. Esa aparente amnesia del presidente se aplica, por ejemplo, a si conversó alguna vez sobre WikiLeaks con su ex asesor Roger Stone, y también a si sabía o no que esa plataforma planeaba publicar información hackeada a los demócratas en 2016. “Ese fue uno de muchos meses ajetreados, dentro de una campaña que nunca paraba”, se excusó en una de sus respuestas. Además, dijo que era una “broma” haber pedido en julio de 2016 que Rusia “encontrara los 30 mil correos electrónicos desaparecidos” de su rival Hillary Clinton.
Las posibles irregularidades cometidas por Trump, entre ellas el despido del ex director del FBI James Comey, sus esfuerzos para destituir a Mueller y los intentos por ocultar los correos sobre la reunión entre su hijo Donald Jr., su yerno Jared Kushner, su ex jefe de campaña Paul Manafort y una abogada rusa vinculada al Kremlin, serán ahora examinadas por la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas. Mueller dijo que los esfuerzos “por influenciar la investigación fueron en su mayoría infructuosos”.
Cuando Trump supo que habría una investigación sobre la trama rusa se desplomó en la silla y dijo: “Oh, Dios mío. Esto es terrible. Es el fin de mi presidencia. Estoy jodido”. Si bien Mueller no halló pruebas de una colusión con Rusia, el presidente podría ser acusado por obstrucción a la Justicia. El juego, como Trump lo llamó, aún no terminó.