La elección de Donald Trump como próximo presidente de Estados Unidos puede no ser una buena noticia para América Latina. En un estudio que realizamos junto a Federico Merke, profesor de la Universidad de San Andrés, determinamos que cuando el Partido Republicano llega a la Casa Blanca aparece un escenario en el cual se generan las peores condiciones para la convergencia de preferencias entre la región y Estados Unidos. En otras palabras, la probabilidad de que un país latinoamericano coincida en temas internacionales es un 20% menor si el presidente estadounidense es republicano. Y estos datos no tuvieron en cuenta a un mandatario con una retórica nacionalista y contrario a la inmigración latina.
Pero, a pesar de esto, debemos tener en cuenta que la importancia de América Latina para Estados Unidos en las últimas décadas fue disminuyendo. Tras el descongelamiento de las relaciones con Cuba, para Washington solamente la cuestión migratoria y la lucha contra las drogas son factores relevantes en la región. Esto no se compara con su preocupación por la situación en Medio Oriente, las ambiciones políticas de Rusia y, en especial, los conflictos en Asia del Este. En otras palabras, América Latina no va a ser central en la política exterior de Estados Unidos. Esto no necesariamente es algo malo ni algo bueno, sino que dependerá de cuáles sean los objetivos de inserción internacional de los países latinoamericanos y si requieren de un fuerte interés de Washington en el continente o no.
En las áreas en las cuales sí existirá un impacto en la relación con el gigante del Norte es en la cuestión comercial. Trump hizo su campaña oponiéndose al TPP y teniendo una visión crítica de los acuerdos de libre comercio. En el caso de que implemente políticas más proteccionistas, los países más afectados serán los que tienen un vínculo comercial muy estrecho con la economía de Estados Unidos.
Otro golpe para América Latina es el ejemplo de democracia republicana que hasta ahora representó Estados Unidos. Si bien los resultados electorales no significan el fin del modelo político estadounidense, sí cuestionan una serie de supuestos sobre el comportamiento permitido por parte de un candidato al máximo puesto ejecutivo del Estado.
(*) Investigador internacional – Universidad Torcuato Di Tella