La oposición turca esperaba que las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo minaran el poder del presidente Recep Tayyip Erdogan, el eterno ganador. Pero de nuevo volvió a fracasar y Erdogan será a partir de ahora más poderoso que nunca. A partir de ahora será jefe de Estado y de Gobierno y podrá gobernar por decreto. Sólo una mayoría opositora en el Paralmento podría haber puesto freno a su poder tras la reforma presidencialista.
La mayor parte de las encuestas pronosticaban que Erdogan, líder del conservador e islámico Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) tendría que ir a una segunda vuelta con el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Muharrem Ince. La campaña del AKP no fue buena, como reconocían algunos miembros del partido que gobierna el país desde hace casi 16 años. Por otro lado, Ince congregó a cientos de miles o incluso millones de seguidores en las principales ciudades turcas, como Estambul, Ankara o Esmirna.
Según los resultados, Erdogan consiguió el domingo un 52,6% de los votos y el diario turco "Takvim", oficialista, titulaba con el juego de palabras "SUPERDOGAN" y "13 victorias en 16 años". El candidato opositor dijo que las elecciones fueron injustas pero reconoció haberlas perdido con una diferencia de casi 11 millones de votos: "¿Robaron algún voto? Sí, seguro que lo hicieron. ¿Pero robaron diez millones de votos? No. Y reconozco el resultado electoral", dijo.
Con estas elecciones Erdongan queda completado el sistema presidencialista aprobado en referéndum en 2017 y él se convierte en un presidente extremadamente poderoso. Su partido fue castigado en las elecciones parlamentarias del domingo y solo no habría alcanzado la mayoría absoluta. Pero formó una coalición con el ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP) y en conjunto tienen más de la mitad de los escaños.
Ince obtuvo el 30,6% de los votos. El candidato derrotado expresó su gran preocupación por el futuro de Turquía al afirmar que ahora el país tiene un Gobierno de un solo hombre. "A todas luces, estas elecciones no fueron limpias, desde la forma como fueron anunciadas hasta la publicación de los resultados", aseguró.
El líder opositor advirtió de que el "nuevo régimen" es una "gran amenaza" para Turquía. Un solo partido, "incluso una sola persona", se ha convertido en Estado, poder ejecutivo, poder legislativo y Justicia, subrayó Ince. "En el sistema no hay ningún mecanismo que impida la arbitrariedad y la grosería", agregó. "Turquía ha roto su vínculo con los valores democráticos".
Erdogan, por el contrario, habló de una "fiesta de la democracia". Observadores internacionales, en tanto, dijeron que una cobertura mediática excesiva y medidas de emergencia inclinaron la balanza a favor de Erdogan. "El presidente en funciones y el partido gobernante disfrutaron de una excesiva ventaja", de acuerdo con las conclusiones de la misión de observadores llevada a cabo por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE).
"Las restricciones que hemos visto en libertades fundamentales han tenido un impacto en estas elecciones", dijo Ignacio Sánchez Amor, coordinador de los observadores de la OSCE en Turquía. Sánchez señaló especialmente a las restricciones en la libertad de expresión, libertad de medios y libertad de reunión.
Los expertos creen que, en más quince años de gobierno, Erdogan aportó importantes logros a Turquía, sobre todo en el aspecto económico. En sus primeros años triplicó la renta per cápita y Turquía, calificada como el "enfermo del Bósforo", se convirtió en un país floreciente. Tanto que sus infraestructuras son a veces mejores que las de naciones como Alemania.
Sin embargo, la economía turca tambalea, la inflación superó el 12% y la lira perdió el 20% de su valor respecto al dólar desde principios de año. Erdogan reaccionó como suele hacerlo, culpando a oscuros poderes occidentales. Su receta desde hace tiempo fue presentarse como un baluarte que defiende a Turquía, el único que puede hacerlo y proporcionarle estabilidad.
En los últimos años Erdogan dio un giro dramático. Dio alas a la islamización de Turquía y tensó las relaciones con Alemania, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. En cambio considera su "amigo" al presidente ruso, Vladimir Putin, y se presenta como líder del mundo musulmán en los conflictos con Israel.