INTERNACIONAL
NACIONALISMOS DIVERSOS I

Una defensa del patriotismo

El acuerdo Mercosur-UE supera lo económico-comercial, para asociar a la Argentina con un núcleo de países que fomentan la nacionalidad pero no el nacionalismo.

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BREXIT. Inusual combinación de nacionalismo irracional y autodestructivo. | cedoc perfil

El politólogo francés Raymond Aron diferenciaba entre la nacionalidad-patriotismo y el nacionalismo. Afirmaba que lo primero –el amor a una nación– resulta de la transferencia a la unidad política, del apego espontáneo a un suelo o a una comunidad.  En cambio, en el nacionalismo un pueblo se cree investido con una misión única, cediendo a una vanidad ingenua, y confundiendo la grandeza de su cultura con el poder de un Estado propio.

Aron decía que cuando este sentimiento es el de gran parte de una comunidad, esto puede llevar a la agresividad y a la aventura, y describió el nacionalismo como un sentimiento impuro, pasional y hecho de orgullo y de ambición, no solamente del apego a una comunidad o cultura. Aunque hoy no todos los nacionalismos anhelan la expansión territorial, si se caracterizan por una acérrima defensa de su soberanía.

Si observamos Norteamérica y Europa, un caso interesante es el de EE.UU., denominado por Graham Ellison como una de las dos naciones en el mundo que se consideran excepcionales; la otra es China. En efecto, bajo Trump se observa, por un lado, un nacionalismo populista jacksoniano –por el presidente Andrew Jackson (1829-1837)– que no considera que el excepcionalismo norteamericano sea función de la atracción universal de sus ideas, o de su vocación para transformar el mundo. Más bien, considera que se debe al singular compromiso con salvaguardar la igualdad y dignidad de cada uno de sus ciudadanos.

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Pero por otro lado se observa un nacionalismo de tipo reasegurador, ya que EE.UU., que siempre se ha considerado como el número 1 en el mundo, ve que el ascenso de China empieza a desafiar esa posición, ante lo cual debe reaccionar. Así, la posibilidad de convertirse en el número 2 sería un doloroso ajuste para una nación que, para colmo, ha gozado de un gran soft power en lo cultural y político, y ve en China la materialización de valores muy diferentes.

Por ello, EE.UU. comienza a actuar con agresividad en el marco global, comportándose como una “potencia autorrevisionista”, que tiende a alterar el orden internacional por ella misma diseñado para evitar su declinación relativa ante China.

Al extremo oriental de Europa, Vladimir Putin impulsa un nacionalismo de tipo restaurador, que busca recuperar el orgullo ruso luego de la caída de la Unión Soviética. Este nacionalismo considera gloriosas tanto la exitosa defensa del general Kutusov ante Napoleón como las victorias de Stalin ante Hitler.

En paralelo a consolidar su desarrollo económico, se busca restaurar la influencia rusa sobre sus zonas geográficas históricas, sin demasiado temor a emplear su poder militar o a alterar el orden político en Eurasia.

Por otra parte, el enfoque restaurador incluye también la restauración de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el “alma” del antiguo imperio zarista, que ha vuelto a tener un rol central. Este elemento, más la falta de libertades políticas, hace que algunos observadores caractericen a este nacionalismo restaurador como a uno que restaura valores preexistentes a la Ilustración.

Incidentalmente, como lo predijo el experto norteamericano Zbigniew Brezezinski, el resurgir de las nacionalidades fue una de las causas principales de la caída de la cortina de hierro y la liberación del este europeo del dominio ruso. Pero en algunos casos se ha evolucionado hacia el nacionalismo. Un caso es Hungría, uno de los países que más convulsiones políticas ha tenido en los últimos cien años, luego de experimentar la caída del Imperio Austrohúngaro, gobiernos autoritarios de derecha, y aliarse a los nazis, Hungría debió soportar cuarenta años de comunismo. Actualmente el partido Fidesz de Viktor Orban impulsa un nacionalismo de tipo étnico (magyar) y cultural (cristiano), en un país donde la lucha contra el imperio turco ha sido un importante componente de su identidad. Orban afirma que hay que proteger la soberanía húngara frente a la Unión Europea y que los húngaros tienen el derecho a seguir su propio camino. Pero actúa con métodos que hacen que Hillary Clinton afirme que va hacia una dictadura autoritaria, mientras que Trump lo recibe de manera calurosa en la Casa Blanca.

Al occidente de Europa, el Reino Unido, creador del pragmatismo político, impulsa una inusual combinación de nacionalismo irracional y autodestructivo.

Por un lado, como ha dicho el ex canciller Lord Heseltine, 70% de la población más adulta parece querer condenar a los jóvenes –que en un 70% se oponen– a dejar la Unión Europea (UE). Por el otro, una potencial salida de la UE podría llevar a que se concreten las aspiraciones nacionalistas de los escoceses, quienes han votado por permanecer en la UE y podrían insistir en su independencia.

Sin embargo, dos pilares de la UE –Francia y Alemania– buscan limitar el impacto de los nacionalismos. Así, Macron considera al nacionalismo como una traición al patriotismo, y fomenta el resurgir de valores nacionales para moderar el impacto de los nacionalismos extremos. Evocando a De Gaulle, proclama que Francia debe apuntar alto y seguir en esa dirección, y que Francia no puede ser Francia sin su grandeza. Por su lado, el presidente alemán Steinmeier considera el nacionalismo un veneno ideológico. Cumpliendo con la visión de convertirse en una “Alemania en Europa”, este país se ha beneficiado económicamente con la UE, pero esto no parece ser lo esencial. Como dijo Brezezinski : “Francia busca su reencarnación en Europa, Alemania busca su redención a través de Europa”.

En este contexto, haber logrado un acuerdo Mercosur-UE supera lo económico-comercial, para asociar a la Argentina con un núcleo de países que fomentan la nacionalidad pero no el nacionalismo.

 

*Autor de Buscando consensos al fin del mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027).