Horacio Verbitsky entró en el diario de la señora de Noble en 1972 por una decisión de Rogelio Frigerio, quien controló el diario entre 1969 y 1982, y salió dos años después por una orden de Mario Eduardo Firmenich. Durante ese período, ingresó a Montoneros, asesoró a Héctor J. Cámpora, cubrió Política para Clarín y tuvo una feroz pelea con Félix Luna que forzó la renuncia del historiador al diario.
El frigerismo contrató en Clarín a un grupo de jóvenes periodistas —Horacio Verbitsky, Luis Guagnini, Pedro Barraza y Pablo Piacentini— que pertenecían a distintas fracciones de la izquierda del peronismo. Así iniciaba su propia experiencia de entrismo y buscaba vincularse con las organizaciones que incorporaban a jóvenes de la radicalizada clase media y empezaban a gravitar en la política nacional. En Montoneros, Frigerio tenía como interlocutor a Roberto Quieto, importante miembro de la organización (secuestrado en diciembre de 1975, todavía desaparecido). Los frigeristas recuerdan que el Tapir le advirtió con insistencia sobre los riesgos de aislamiento que provocaba la lucha armada.
Entre 1972 y 1973, los únicos periodistas que entrevistaron a Perón para Clarín —y firmaron los artículos— fueron Piacentini, Verbitsky y Guagnini. De 29 años y con once de periodista, Verbitsky acababa de dejar La Opinión. Sus diferencias con Timerman, a quien había ayudado a armar la Redacción, parecían insalvables: el diario trabajaba para consolidar a Lanusse (después de inicialmente atacarlo) y Verbitsky militaba por el lema «Luche y vuelve». Una relación familiar unía a Verbitsky con el frigerismo: dos de sus tíos, Gregorio Verbitsky y Marcos Merchensky, trabajaron como secretarios de redacción de la revista Qué, y él había estado casado con Laura Sofovich, hija del abogado de Frigerio. De otra de las hijas de Sofovich estaba divorciado Luis Guagnini: para los aniversarios de la separación le mandaba rosas rojas.
A fines de 1971, como su primera tarea en el diario, Verbitsky redactó una bibliográfica de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, la novela corta de Gabriel García Márquez. Luego se entrevistó, por separado, con Camilión, con la Directora y con Frigerio. Notó que al Tapir (seudónimo de Frigerio) le sudaban las manos.
Desde las páginas de Clarín, Verbitsky se propuso denostar a Lanusse y lo que llamaba la burocracia sindical. Barraza, delegado metalúrgico y militante de la JP, había investigado la desaparición de Felipe Vallese. Tartamudo y amanerado, vestía musculosa y sandalias. Pasmó —e hizo reír— a la redacción cuando se diri- gió al busto de Roberto Noble (fundador del diario) que presidía la redacción.
—Si rereresucitatataras y vieras a essssestoooosss vagoos te moriririrías de nuevo.
Se permitió, también, provocar a la Directora. «Yo con la siderurgia (uno de los temas del desarrollismo) estoy totalmente de acuerdo, pero con lo de soda Solvay, no tanto». Nunca abandonó su campaña contra la soda Solvay. La juventud maravillosa sacudía los cimientos solemnes que Noble y Frigerio habían establecido en el diario. Pablo Piacentini, editor en Panorama, entró a Clarín en abril o mayo de 1972 para editar Internacionales, pero al poco tiempo redactaba editoriales. Por las mañanas trabajaba con Mario Cámpora, sobrino del futuro presidente, en un libro sobre la Argentina y su inserción en el mundo. Con Héctor Cámpora como delegado de Perón y luego candidato, armó un equipo que preparó los discursos de la campaña y de su efímera presidencia. Participaban tres periodistas de Clarín: Verbitsky —que redactó los que rechazaban cualquier diálogo con Lanusse—, Guagnini y Enrique Alonso. Según Piacentini, el camporismo estaba interesado en una relación directa con Clarín, no intermediada por el frigerismo.
Para los históricos del diario, los recién llegados se convirtieron en un grupo de élite, duro y cerrado. Cuando a Armando Vidal le pidieron que entrevistara a Vicente Solano Lima, compañero de fórmula de Cámpora, Guagnini no le quiso dar el número de teléfono: lo comunicó directamente. Para provocarlos, Horacio Ramos esperó una vez que Barraza se fuera al baño y le cambió el casete de una entrevista por uno de chamamé.
La relación del nuevo grupo con los frigeristas, armónica en general, establecía un pacto implícito: se publicaban notas informativas y, en lo esencial, no las tocaban. La primera diferencia se produjo después de los fusilamientos en la base aeronaval Almirante Zar de los guerrilleros fugados de la cárcel de Trelew. A Zaffore, secretario general de Redacción, Verbitsky le dijo que no pegarían cables de agencia que daban por cierta la versión del Gobierno. Una de las notas de la cobertura señalaba, a partir del cuarto párrafo, la necesidad de esclarecer varios puntos, entre otros, cómo se había originado el intento de fuga. Zaffore, que no recuerda el contrapunto con Verbitsky, señala que debía administrar la tensión entre los miembros de la Tendencia (como se conocía a los simpatizantes de Montoneros y organizaciones del peronismo de izquierda), los ortodoxos y otros grupos.
Zaffore compartía ciertos rasgos físicos con Frondizi y la forma de hablar con Frigerio. El frondifrigerismo no podía tener mejor representante en la Redacción. Platense de Derecho y sin experiencia previa en el oficio, había entrado como editorialista y reemplazó a Oscar Camilión, que dejó la jefatura de Redacción en mayo de 1972 para, así consignó el diario, «reincorporarse a la vida pública».
Los redactores le colgaron a Zaffore el cartel de comisario político. En 1972 mandó a Vidal a cubrir una conferencia de prensa de Guillermo Acuña Anzorena (compañero de fórmula en la provincia de Buenos Aires de Horacio Zubiri en la elección de mar- zo de 1962 que aceleró la caída de Frondizi). Cuando volvió a la redacción, le preguntó qué había dicho. Vidal le preguntó cuántas líneas quería: «Ninguna, queríamos saber qué pensaba». Más adelante, un editor frigerista mandaría a Alicia Lo Bianco a provocar a Oscar Alende en una conferencia de prensa con la pregun- ta: «¿Por qué se abrió del Frente?».
Después de pocos meses de estar Zaffore en el cargo, asumió Octavio Frigerio, responsable del suplemento agrario. En la redacción lo llamaban «Latiguito» por sus modos, que le valieron conflictos con miembros de su partido. Verbitsky acompañó a Perón, como enviado de Clarín, en su regreso a España después de escalas en Paraguay y en Perú, donde tuvo reuniones. Verbitsky se llevaba muy bien con el jefe de la custodia y se ganó la estima de la delegación: como los vuelos estaban sobrevendido, habló con un amigo de la aerolínea holandesa KLM, que les consiguió asientos para el tramo Lima-Madrid. Después de 20 horas de viaje, Perón pidió a Verbitsky dos días para recuperarse. El plazo empezó a alargarse —Verbitsky se reunió con Jorge Antonio y con el futuro secretario de Prensa Emilio Abras—. Finalmente le explicaron cómo concretar la entrevista: debía mandar el primer télex del día porque Perón, desconfiado, quería chequear que López Rega no le ocultara mensajes. Veía los primeros y los últimos. Mandó el mensaje al alba y a las 10 de la mañana recibió un llamado de López Rega: «¿Qué pasó, pibe?». La entrevista se publicó en la tapa del 29 de diciembre de 1972.
Perón: «Cuando empiece la campaña, vuelvo».
Un incidente en el suplemento Cultura y Nación reflejó el cambio de época en el diario. Félix Luna, uno de los frondicistas de la redacción, escribía editoriales y artículos en el suplemento y ya había lanzado su revista Todo es Historia. La empresa le respetaba algunas manías, como negarse a fichar tarjeta desde su ingreso en 1965. En el verano de 1973, Clarín dio un adelanto de De Perón a Lanusse (1943-1973), libro que ocupó durante varias se- manas el primer puesto del ranking de ventas de libros de no ficción de Clarín.
Para la edición del 5 de abril, contó Luna en una entrevista, estaba prevista una nota de su autoría. Pero cuando abrió el diario se encontró con un comentario lapidario de Verbitsky sobre su libro y sus opciones políticas recientes: le achacó simpatías por Lanusse. En «Treinta años de historia en una crónica trivial», Verbitsky escribió: «A falta de información, Félix Luna acopia rumores... Este volumen forma parte de un recién nacido revisionismo liberal, reivindicador solapado de las clases y los grupos sociales que, aliados con el imperialismo, saquean a la Argentina y edifican su poder sobre la enfermedad, la explotación, la miseria de sus habitantes... La clase de país que Luna defiende produce la clase de cultura que él practica: chismosa, banal, oportunista, amorfa».
Luna llamó a Frondizi.
—Esto no se les hace ni a los enemigos —le dijo el ex presidente e hizo gestiones ante Frigerio, que consiguió una salida con indemnización.
Con la publicación del artículo, los frigeristas pretendían dar espacio, lugar y poder a la izquierda peronista en las páginas del diario y desplazar a un frondicista como Luna, que no gozaba de la simpatía del Tapir. Aunque se presentaban como un dueto sólido, en el diario afloraban las diferencias entre Frigerio y Frondizi.
Después de la asunción de Cámpora, Verbitsky empezó a asesorar al ministro del Interior Esteban Righi y participó en la redacción del célebre discurso ante los comisarios de la Policía Federal: «Ninguna vejación a un ser humano quedará sin castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista». Encuadrado en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Verbitsky discrepaba con la lectura de la conducción frente al regreso de Perón. Vivía en un mundo compartimentado: en las FAP no sabían que asesoraba a Cámpora; los camporistas no sabían que pertenecía a la FAP; en Clarín desconocían una y otra actuación política37.
Entre los dos regresos de Perón, Verbitsky pasó de FAP a Montoneros. Primero integró un equipo de enlace técnico entre ambas organizaciones, donde trabajó en fichas, escuchas y otros aprestos de inteligencia. Durante la primera llegada, el 17 de noviembre de 1972, como miembro de las FAP, escuchó la frecuencia de la Poli- cía Federal con dos integrantes de Montoneros. El día del retorno definitivo, el 20 de junio de 1973, estuvo desde la mañana con Rodolfo Walsh y «Piri» Lugones monitoreando las frecuencias desde su departamento en un alto edificio de Retiro. A las 6 de la tarde, después de informar a las postas telefónicas, se marchó a Clarín para escribir sobre los enfrentamientos del día, que dejaron 13 muertos identificados y 355 heridos. Armando Vidal estuvo todo el día en Ezeiza y cuando llegó a la Redacción se encontró con el grupo de Verbitsky al cuidado de las páginas de Política. No pudo escribir ni un recuadro.
La cobertura del 21 de junio ocupó 21 páginas y un suplemento especial de 36 páginas de saludos, mensajes de bienvenida y recordatorios de la obra de Perón.
La edición de la tapa, a cargo de la empresa, se propuso relegar el conflicto:
Perón está en Olivos.
La apertura de Política resaltó que fue la más importante movilización de masas de la historia argentina. Sobre los enfrentamientos, el diario señaló que el primer tiroteo se había iniciado cuando se acercaba al palco una columna de FAR y Montoneros y que las versiones sobre qué bando había abierto el fuego eran contra- dictorias e imposibles de verificar. La Redacción, que se paralizaba para ver las peleas de Nicolino Locce y Carlos Monzón, escuchó con atención el primer discurso de Perón en suelo argentino. Allí recuperaba los apotegmas del viejo peronismo —como «de casa al trabajo y del trabajo a casa»— y marcaba límites a los que con- sideraba grupos autónomos del movimiento: «No es gritando “La vida por Perón” que se hace patria... Los viejos peronistas lo sabemos...». Octavio Frigerio y Zaffore se entusiasmaron con el discurso: en un editorial posterior del diario alabaron sus palabras. Frigerio gastó a los muy preocupados Guagnini, Verbitsky y Piacentini: «¿Vieron?... Está más con nosotros». Estaba equivocado.
El grupo de la sección Política ligado a la izquierda del peronismo dejó el diario al poco tiempo. Piacentini y Verbitsky se mudaron a Noticias, el diario que Montoneros había empezado a publicar en noviembre de 1973; Guagnini pasó a El Cronista Comercial y luego a Noticias y se sumó a Montoneros; Barraza fue asesinado por la Triple A en 1974. Verbitsky entró a Noticias por una decisión de Mario Eduardo Firmenich. Se encontraron en el café Gardel de Entre Ríos e Independencia, una cita muy posiblemente arreglada por Juan Gelman. Verbitsky le expuso las razones para quedarse en Clarín: accedía a información de las Fuerzas Armadas a través de un redactor, podía tratar con oficiales del Ejército en sus coberturas —como ocurrió en una cumbre de Caracas— y también con políticos y sindicalistas. En Noticias, en cambio, quedaría expuesto su encuadramiento montonero.
—No entendés, es una orden —le dijo Firmenich, según recordó Verbitsky.
Desde el diario de Montoneros, hablaba casi todas las noches con José Ignacio López de La Nación y con Eduardo Durruty de Clarín para saber detalles de la edición del día. Creía que Noticias no debía perder contacto con la realidad.