—¿Qué repercusiones tuvo de la cobertura de “678”?
—Muchas notas y debate sobre el hecho comunicacional de la cobertura que hicimos. Para algunos fue un hecho periodístico válido y para otros tuvo una valoración negativa
—¿Usted propuso cubrirlo?
—Cuando agredieron al chico de 678 en la otra marcha me resistí a la idea de afrontar un hecho periodístico, aun en un territorio hostil ideológicamente, sin hacer un móvil en vivo. Propuse que lo quería hacer en vivo y fui.
—Usted interpelaba a los entrevistados y algunos se ofendieron.
—Creo que funciona la adrenalina, yo era consciente del territorio hostil. No quería que se interpretara como una provocación, por eso me quedé en un costado hasta el momento de salir al aire. Nunca me sentí nerviosa pero sí era consciente del riesgo. Me puse en un postura corporal de buena onda para que vieran que había buena leche. Quise transcender los insultos y pedí que dijeran lo que quisieran, pero al micrófono y funcionó: se abrió una luz y pude hablar con la gente. Mi idea no era agredirlos, yo hacía cuñas argumentativas y repreguntas para dialogar con la persona, porque quise borrar la barreras del cliché. No buscaba aleccionarlos, si no sacarlos de los eslóganes y preguntarles por qué estaban ahí.
Lea la nota completa en la edición impresa del Diario PERFIL.
