MODO FONTEVECCHIA
UNA TECNOLOGÍA QUE NO PARA DE AVANZAR

¿Los biohackers llegan al ajedrez?

Una insólita polémica tras la derrota del campeón mundial actualiza el panorama sobre el movimiento que intenta mejorar la vida humana con implantes tecnológicos.

Biohacking
Biohacking | Télam

Los expertos en ajedrez dicen que el noruego Magnus Carlsen es el único ser humano comparable a una máquina. Gran Maestro desde los 13 años y campeón mundial a los 22, este mes fue noticia mundial al perder su invicto de 53 partidas en St. Louis, el torneo más importante de la disciplina.

El victimario era un virtual desconocido: Hans Niemann, estadounidense de 19 y 41ro en el ranking. Tras la caída, Carlsen se retiró sugiriendo que tendría graves problemas si revelaba lo que verdaderamente había pasado. El clima se enrareció aún más dos semanas después, tras una revancha online. Cuando Niemann hizo apenas su segunda jugada, el campeón desconectó la pantalla y se dio por vencido.

Entonces empezó a viralizarse una teoría bizarra: el secreto del estadounidense era un dispositivo de “bolas anales vibradoras”, que un cómplice dirigía desde una computadora para transmitir la jugada indicada mientras seguía el juego en vivo.

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“Sé que estoy limpio; si quieren que me desvista completamente antes de las partidas, lo haré”, se defendió el vencedor en medio de un linchamiento mediático que empezó a ceder cuando figuras como Garry Kasparov o Miguel Illescas recordaron tanto la ausencia de pruebas como la probabilidad de que simplemente hubiera desarrollado una estrategia exitosa.

¿El biohacking llegó para quedarse?

Real o ficticia, la versión viralizada recuerda un fenómeno sintomático de nuestro siglo: el biohacking, la tendencia de transformarnos y mejorarnos mediante la tecnología. Uno de los casos extremos es el de Lepht, una joven británica que se implantó 50 chips que le permiten, por ejemplo, sentir la distancia entre sus dedos y los objetos o pagar compras acercando la mano a los dispositivos de cobro. La tecnología NFC, de hecho, ya se usa para tarjetas de débito y crédito, e incluso para acreditar cargas de SUBE con el teléfono

Un paso más allá, el estadounidense Rich Lee se implantó un chip en el brazo para monitorear su temperatura corporal y auriculares en los oídos para optimizar la experiencia musical. Más allá de esas excentricidades, el biohacking medicinal es el área que despierta un mayor entusiasmo. En distintos estados de avance, ya hay proyectos para administrar medicamentos en forma automática, intervenir la retina para curar la ceguera y estimular a pacientes con Parkinson.

En esa senda, Elon Musk trabaja desde su compañía Neuralink en un implante que “grabará” la actividad de las neuronas de personas cuadripléjicas para que, cuando piensen en un movimiento, puedan ejecutarlo con la ayuda de un dispositivo externo.

Biohacking: un abordaje tecnológico para la biología y la mentalidad

El sudafricano espera que su desarrollo permita tratar desórdenes neurológicos y que quienes sufren parálisis “puedan comunicarse más fácilmente por medio de texto o síntesis de voz, seguir su curiosidad en la web o expresar su creatividad a través de la fotografía, el arte o las apps de escritura”.

Musk ya implantó sus chips en el cerebro de 23 monos para demostrar, por ejemplo, que podían jugar videojuegos con su mente. El resultado fue nefasto: al menos 15 murieron durante las pruebas.

Mientras el hombre que este año sumó graves dolores de cabeza por la fallida compra de Twitter empieza a acumular críticas también en este campo, los biohackers siguen esperanzados en mejorar la vida humana, aún si se trata de pagar la compra del supermercado o un viaje en colectivo con sólo acercar la mano. Después de todo, el teléfono y la billetera se pueden perder, pero los chips siempre estarán con nosotros.

AO PAR