Pepe Cibrián, destacado dramaturgo, explicó los paralelismos que existen entre el rol del terapeuta y el del docente y director de teatro. “Creo que el maestro debe ser terapeuta, conducir desde la necesidad del otro, no guardarse secretos y trucos”, afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
¿Qué nos podés contar acerca de tu próximo estreno?
La obra habla de mi historia. Voy a cumplir 75 años. Yo vengo de familia de actores, de distintas características, ricos y pobres.
De parte de mi padre, era una familia de actores muy ricos y exitosos, pero de parte de mi madre, eran lo que se llama “actores de la legua”. Iban de legua en legua haciendo sus obras. Mi madre nunca pudo estudiar ni ir al colegio, porque iban rotando de ciudad en ciudad.
Mi tía Carmen y mi mamá dormían en una valija, a la que le ponían un palo para que no se cerrara la tapa. Ella nació y vivió, muy feliz, en ese mundo.
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Mi papá sufrió porque su padre no lo dejaba ser actor, y él le dio para adelante igual. Se unió a una compañía. A sus 19 años vio el estallido de la guerra civil, y se enroló en las brigadas, y luchó en la batalla del Ebro muy joven. Luego tuvieron que exiliarse, y no pudieron volver más a su tierra.
Todo esto habla de una herencia de dolor. Mi madre tuvo que mantener a su familia desde muy chica, porque mi abuela murió de una absurda infección, porque no había penicilina. Eso es “Pepe con Pepe”.
Es como mirarte un poco hacia atrás.
Así es, participando con el público. La escenografía es un gran camarín, donde se supone que Pepe llega porque, en una hora y media, él tiene que salir a un estreno.
En ese lapso revivo toda esta historia, tan divertida, tan tierna, tan dolorosa, llena de anécdotas, que tienen que ver con mi historia. Mi padre fue un Quijote, que peleó por su sueño imposible. Repaso toda esa historia. Y lo disfruto mucho, porque realmente es un placer.
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Cuando me presentaste hablabas de éxitos, como cuando hicimos Drácula. Yo te podría decir que he vivido muchas cosas en el espectáculo, principalmente fracasos.
Recuerdo que cuando era joven, un día llegaba a casa después de un espectáculo en el que no había ido mucha gente, un gran productor que estaba cenando con mis padres, ante mis quejas porque yo sentía que había fracasado, me dijo “vos nunca fracasaste, porque para fracasar primero hay que tener éxito”.
Eso me enseñó mucho en la vida. No eran fracasos. No tenía por qué irme bien, era apenas un cachorro con ínfulas de querer tener teatros llenos. Hay jóvenes de esta generación, aunque no todos, que se cansan muy rápido.
Andrea Bisso (AB): Tu vida estuvo rodeada de arte. Si no fueras quien sos hoy, ¿qué te hubiera gustado ser?
Cuando era chico quería ser Papa, pero era un poco complicado. Si no hubiese sido artista me hubiera encantado ser psicólogo. Hace cincuenta años que hago terapia.
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Creo que uno como director y formador tiene que usar sus dotes terapéuticas para poder conducir, resolver, dar sustento y disciplina también, porque el teatro es vertical, hay un capitán, con los riesgos que implica serlo.
¿Por qué psicólogo?
Porque me fascina la mente humana, el poder aportar los caminos para elegir. Un psicólogo te aporta la posibilidad de que elijas tu propio camino, te da elementos para que logres eso.
Creo que un buen psicólogo no te dice qué hacer, sino cuáles son las variantes, los caminos. Elegí y después, si no te va bien, modificá, no pasa nada, pero siempre sabiendo por qué, de dónde viene esa búsqueda.
Practico mi rol terapéutico con mis actores y mis alumnos. Creo que el maestro debe ser terapeuta, conducir desde la necesidad del otro, no guardarse secretos y trucos. Abrirse, mostrarse, que te devoren entero y vuelvas, como un ave fénix, a renacer.
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En el teatro, en el arte, es mágico todo. Todo es de mentira. El decorado es de papel, vos no sos el Rey Lear. Sin embargo, cuando lográs que esa magia funcione, cuando logramos creer, como chicos, funciona. De eso creo que trata la terapia también, de buscar la magia para salir adelante.
Guillermo Piro (GP): Hace poco vi una vieja película de Truffaut, “La Noche Americana”. Él decía una cosa que me resulta muy interesante: “Antes de iniciar un proyecto, tengo un montón de ideas, pero cuando estoy realizando el proyecto, lo único que quiero es terminarlo”. ¿A vos te pasa algo parecido?
No. Lo que me pasa es que, por ejemplo, tengo un montón de ideas previo a ir a un ensayo. Cuando llego, la mirada del actor modifica completamente mi propuesta, entonces la cambio entera, no soy estricto en eso.
Voy pensando que lo haré de una manera, y finalmente termina siendo de otra. No quiero terminarlo, al contrario. Creo que la etapa de la investigación es la más rica. Luego, se estrena, y será lo que será, que no depende de uno, depende del público, de la crítica, de un montón de factores que no puedo manejar, pero lo otro, antes, sí lo puedo manejar.
En la búsqueda me siento pleno. Me fascina como director y actor, me encanta, es un momento hermoso para mí.
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Andrea Bisso (AB): Como público siempre rogamos que hicieran las paces con Ángel Mahler y que nos devolvieran a Drácula, y cuando lo hicieron, fue realmente mágico.
Con Ángel nos conocemos hace cuarenta años. A él lo amo y sé que el a mi también, somos como una familia, toda familia tiene sus altos y bajos.
Hemos pasado tantas vivencias juntos. Él me acompañó en este proyecto, Drácula, porque estaba desesperado, económicamente mal, y necesitaba trabajar.
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No sé porqué lo llamé, pero lo hice y me dio una cita para el día siguiente, y no tenía qué llevarle. Entonces se me ocurrió Drácula. No había visto películas ni leído la novela, pero algo me llamaba de Drácula.
Fui a hablar con él y le conté una obra. No me preguntes que le conté, pero sé que le conté una pasión, que él necesitaba en ese momento. Por eso soy un hombre de suerte, porque he llegado en los momentos oportunos al lugar oportuno con la persona oportuna.
FM JL