—Hay un texto que ustedes enviaron para invitar a la celebración de la misa de Acción de Gracias, en la que se convoca al pueblo a renovar el regocijo por el ministerio de Francisco, y rezar por su servicio pastoral. Comienza el sábado 11 y culmina el domingo 19 de marzo. ¿Cómo van a ser los eventos para conmemorar el décimo aniversario del papa Francisco?
—En todo el país, las distintas regiones van a celebrar este acontecimiento tan importante, esto que es un orgullo para nosotros los argentinos, y especialmente para nosotros los obispos. Imagínense en la Conferencia Episcopal la inmensa alegría cuando salió elegido el papa Francisco. Recuerdo que dos meses después de su elección, hizo una grabación para todos sus hermanos de donde él había salido, y mi primer recuerdo de ese encuentro es: “Recen para que no me la crea”. Quería comentarlo, porque fue una muestra de humildad, de fraternidad. Nosotros, con un enorme cariño y afecto, orgullosos de tener nuestro papa salido de nuestro episcopado, vamos a celebrar en diferentes regiones del país, habrá distintas eucaristías, la región platense y la región Buenos Aires, lo vamos a hacer en Luján, el 12 de marzo nos reunimos a las 11 en la misa. Hay una celebración especial de la familia grande, el Hogar de Cristo, que son estos grupos tan importantes de recuperación de adictos que han terminado de realizar una peregrinación con la Virgen de Luján en todo el país. Se van a reunir el sábado 11 en Luján para celebrar al Papa. Y en la Conferencia Episcopal hemos invitado a todos los credos, cristianos y no cristianos, para poder celebrar al Papa; nosotros sabemos del trabajo por la unidad y del afecto que tienen al Papa en los distintos credos en la Argentina, porque en la Argentina uno de los diálogos que funcionan es el interreligioso. Hemos caminado bastante en el diálogo interreligioso, hemos caminado bastante del diálogo ecuménico, así que nos vamos a encontrar con verdaderos amigos, vamos a celebrar estos diez años del Santo Padre.
Pese al cansancio, Francisco dijo que los papas "son vitalicios" y no hay que renunciar "por moda"
—¿Podría contarme cómo vivió el día que eligieron papa a Bergoglio?
—Sí, lo tengo muy presente ese día. Estaba en San Isidro, en mi casa, en el Obispado, no tenía ni idea de que él podía ser elegido papa. Incluso, un mes antes habíamos conversado en la curia de Buenos Aires, me había dicho que había presentado su renuncia y que estaba pensando dónde ir a confesar, iba a vivir en el hogar sacerdotal de la calle Condarco; nada me hacía pensar que un obispo que había presentado su renuncia iba a ser elegido papa. Entonces, cuando lo escuché por televisión, mi alegría fue enorme. Me acuerdo del grito que pegué, hicimos tocar las campanas en la catedral enseguida. Estaba tan contento, esa noche soñé que no era verdad. Soñé que un cardenal, que probablemente era el que había aparecido en la televisión anunciando que Bergoglio era papa, me decía: “No, no es verdad”, y me desperté feliz de que la realidad era otra. Entonces, le escribí para contarle este sueño, y él me contestó, después de un tiempito, y me dijo: “Me reí con tu sueño; yo también pensé que era muy loco lo que pasaba cuando iban subiendo los votos en el cónclave, pero de pronto experimenté una paz que de movida me di cuenta de que no era mía. Gracias a esa paz sobrevivo, estoy blindado por esa paz”. Recuerdo esas palabras en la primera carta que tengo como papa, y estoy convencido de que esa paz profunda que le permite al papa Francisco estar trabajando del modo como trabaja, abordando el presente, en cada acción pastoral, está realmente actuando con él continuamente. Cuando tuve oportunidad de verlo, le dije: “En Buenos Aires no tenías tanto requerimiento de los medios, ahora sos un boom comunicacional”. Entonces, él me respondió: “Vos sabés que sentí que el Señor me decía que tengo que ser yo mismo. La clave de la comunicación está en la autenticidad, en ser uno mismo”.
“Imagínense en la Conferencia Episcopal la inmensa alegría cuando salió elegido el papa Francisco”
—La imagen que teníamos de Bergoglio era de una persona seria, con ceño adusto, cara de preocupación, mientras que el que está en el Vaticano pareciera que estuviera siempre riéndose. ¿Qué pudo haber sido, el Espíritu Santo, el rol, o la imagen que nosotros teníamos no era la correcta?
—En mi caso no sentí tanto la diferencia, porque siendo su obispo auxiliar compartimos cosas bastante divertidas. Pero creo que fue la función, la misión; el Papa se consustanció con su misión. Hay una frase de él hermosa en la alegría del Evangelio, que dice que la misión no es un adorno que uno se pone desde afuera. “Yo soy una misión en este mundo”. La persona se identifica con la misión. Podemos decir que en esa identificación profunda el Papa encontró este modo de comunicarse con la gente. Él disfruta cuando está cerca de la gente. Disfruta los miércoles en su audiencia, disfruta de los viajes muchísimo, y me da la impresión de que en esa tarea pastoral encuentra la fuente de su de su alegría.
“Sabemos del trabajo por la unidad y del afecto que tienen al Papa en los distintos credos en la Argentina”
—Si la misión es ser papa y uno es la misión, Bergoglio sería distinto si la misión fuera otra. En cada caso, la misión diferente transforma el ser.
—Sí, sería otra misión y muy noble para la persona, porque cada misión es un llamado nuevo. Entonces, uno puede responder de un modo muy juvenil a un llamado a los 76 años, con mucha energía y queriendo aportar toda su experiencia y todo el recorrido en el camino de la Iglesia que se ha hecho.
—Usted, mejor que nadie como obispo auxiliar, pasaba todo el tiempo con él. ¿Era de hacer chistes, de reírse, era el mismo Bergoglio acá que el de Roma?
—Era de hacer chistes y de reírse, sí. Sobre todo, más en la intimidad, capaz que hacia afuera se notaba menos.
“Se determinó con claridad que el tema de los abusos era la mayor causa de falta de credibilidad en la Iglesia”
—Podríamos decir cuatro ítems que marcaron estos diez años del papado de Francisco: la reforma de la curia, el tema de los abusos, la pandemia y la guerra. Puede comenzar por la reforma de la curia.
—Este campo había sido conversado, previo al cónclave en esos días que estuvieron los cardenales reunidos en Roma, así que no ha hecho más que cumplir con esa misión. Al presentar hace poquito Predicate Evangelium, que es el documento que expone la reforma de la curia, el haber cumplido con esa misión y además haber trabajado por la reforma económica. En el tema de los abusos, pude estar presente en la reunión de 2018 con todos los presidentes de las conferencias episcopales, donde se determinó con claridad que el tema de los abusos era la mayor causa de falta de credibilidad en la Iglesia. Allí nosotros conversamos sobre una serie de estrategias para poder combatir este flagelo tan tremendo en la sociedad y en la Iglesia. Hace poco, en un matutino vi una foto del Papa riéndose junto a un abusador, que deja entender, de alguna manera, que el Papa está como aprobando o apoyando. Realmente me dio mucho dolor, porque no hay nada más lejos de la verdad que esta situación. Me consta personalmente que uno de los focos de lucha del Papa son los abusos en la Iglesia. En el tema de la pandemia, que querría hacer alguna reflexión, tenemos la imagen de él en la Plaza de San Pedro, solito, leyendo el Evangelio de la tempestad sosegada, los apóstoles con Jesús, de pronto Jesús durmiendo, la barca empieza como a tambalear por el vendaval y por la tempestad, y allí aparece el Papa utilizando esta imagen para explicar la pandemia. Todos nos sentíamos frágiles, pero al mismo tiempo necesitados de consuelo, importantes y necesarios, pero necesitando remar juntos. Estamos juntos en la misma barca. Entonces experimentamos esta realidad de que nuestra vida está entretejida con los demás, nuestra vida está sostenida por gente común. Yo diría que el Papa nos presentó la pandemia, y en esto trabajó muchísimo en iluminarnos desde el Evangelio lo que estábamos viviendo. El Papa vio la pandemia como una oportunidad para que nosotros pudiéramos vivir esta igualdad como seres humanos. De pronto, el norte de Italia es azotado por la pandemia y un lugar del primer mundo se queda sin camas, sin oxígeno, con una angustia tremenda porque es la primera zona que cae, pide ayuda afuera. Y de pronto, personajes desconocidos, como he visto también en nuestra patria, enfermeras que eran el único hilo conductor por lo cual un familiar podía saber cómo estaba su ser querido, dando noticias: “Comió, está mejor”. He visto familias esperando a las enfermeras, que se acercaban al enfermo y podían transmitir esta noticia. Nosotros hemos vivido en la pandemia experiencias de solidaridad, de humanidad, muy profundas. En mi diócesis, el trabajo de las mujeres en los comedores, en los barrios, sumamente sacrificado que no me canso de decir, tenemos que potenciarlo cada vez más. Los chicos llevando las viandas a las personas mayores en los barrios donde el fenómeno de la solidaridad se ve con más claridad. En mi diócesis quedó un barrio infectado, el barrio San Jorge. Nadie podía entrar porque estaban todos contagiados, y nadie salía porque no eran recibidos afuera. Me llama el párroco y me dice: “¿Qué hacemos con esto?”. Cerquita de Campo de Mayo está. Llamé al Ministerio de Defensa; a las pocas horas, estaban soldados que estuvieron veinte días en el barrio dando de comer, haciendo la comida que la gente los despidió, un fenómeno tan... Y en nuestra patria, con lo que ha significado la relación del pueblo con el Ejército. He tratado de destacarlo cada vez que he podido, pero a veces las noticias de este tiempo parece que no son importantes. La pandemia estuvo llena de cuidados; para el Papa fue una invitación a cuidarnos, y a sentirnos semejantes, pertenecientes a una misma humanidad.
Los diez años del papa Bergoglio
—Le faltó el cuarto ítem, que es la guerra.
—Me consta, por haber ido varias veces a Roma, de los enormes esfuerzos que ha hecho el Santo Padre por la paz. Su visita al embajador ruso en la Santa Sede como primer gesto, la constante alusión a Ucrania como mártir, la continua alusión a los chicos muertos en guerra. Cuando las cosas dejan de ser noticia, no hay Ángelus que el Papa no esté orando. Es muy difícil su mediación, es una guerra entre dos países cristianos ortodoxos, profundamente divididos entre sí, que pertenecían a una misma raíz. Pero después, el patriarcado de Constantinopla se separa del patriarcado de Moscú, y esto influye muchísimo en una distancia también cultural. La Iglesia católica tiene poco margen de acción, pero, sin embargo, el Papa está haciendo lo que puede. Me parece clave la respuesta dada a los medios en el último reportaje en el avión: “Si voy a Kiev, tengo que ir a Moscú”. Es como una manera de decir: “Si soy útil, tengo que estar en los dos lados”. Normalmente, cuando uno tiene que mediar, tiene que superar ciertas críticas, porque está llamando a construir la paz, y me consta que es un llamado intensísimo que el Papa experimenta. Cuando se quiebra en llanto frente a la Virgen en Piazza España, el Papa realmente creía que él iba a poder llevar a la Virgen como algún fruto de paz. Pero aparentemente los poderes internacionales han armado también y colaborado para armar una guerra que, de alguna manera, sostiene aparentemente un cierto equilibrio en algún lugar. Pero él está perfectamente consciente y hace todo lo posible, se mueve por todos lados para que esto resulte bien al final.
“Me consta personalmente que uno de los focos de lucha del Papa son los abusos en la Iglesia”
—Hay una mirada del papa Francisco que va desde las periferias hacia el centro. ¿Cómo es ver el mundo desde la periferia?
—En el último viaje al África se puede ver con claridad. Él no había podido viajar a África por el tema de su rodilla, y estaba dolido, porque él había llamado a convivir en Santa Marta a los líderes de las guerras tribales. Y en un gesto impresionante, se pone a sus pies, besa sus pies implorando que puedan lograr la paz. Me parece que en el viaje a África el Papa comienza a hacer visible lo invisible, que es también su función. Pocos medios cubrieron, debo decir, el viaje a África, que fue muy importante. Es el continente más católico hoy por hoy, pobre, pero lleno de fe. Estuvieron multitudes con el Papa en África en este viaje. El Papa el 4 de febrero le habla a un contingente de jóvenes que están como refugiados en el mismo país. Los mayores van a hacer la guerra, y ellos quedan en una situación en la que la inseguridad alimentaria es cada vez más grave; los chicos no aprenden más idioma que el propio y no hablan con los otros chicos de las otras tribus, no van al colegio. El Papa, animando a esos jóvenes, empoderándolos para que puedan luchar, para que se puedan unir, para que se puedan organizar, para que puedan ir saliendo juntos de esa situación. En este viaje se puede ver cómo el mundo se puede observar desde otro lugar donde se experimentan los desequilibrios, las desigualdades más profundas, la cultura del descarte.
“El trabajo de las mujeres en los comedores, sumamente sacrificado, tenemos que potenciarlo cada vez más”
—En un punto al ir a África, por ejemplo, hizo algo parecido a cuando estaba en Buenos Aires y ponía mucho foco en los barrios más populares, más marginados.
—Ciertamente. Él, como arzobispo de Buenos Aires, dotó a los barrios populares de sacerdotes jóvenes para que pudieran acompañar con mucho vigor la religiosidad de la gente en esos lugares. Concurrió mucho a celebraciones que se realizaban allí, Semana Santa, lavatorio de los pies, y allí puso de manifiesto cómo necesitamos en la ciudad preservar ciertos valores que se encuentran en los barrios. Preservar el sentido de comunidad, la solidaridad aun en medio de muchísimos males, como el tema de la droga que castiga tanto a nuestros jóvenes. Y en los barrios marginales hay que trabajar en el campo mismo, no se puede trabajar en forma ambulatoria, porque es mucho más complicado. El Papa, desde allí, quería mostrar al resto de la Ciudad cómo es necesario incluir a todos y no dejar a nadie afuera, aun a los más lastimados. Entonces, comenzando por estar cerca de los más lastimados, los más excluidos, de aquellos que a través de la droga, en el caso concreto de la droga, produce la lejanía de la familia y, por lo tanto, una soledad afectiva enormemente grande. La falta de horizonte de trabajo, el abandono escolar, la exclusión social en el sentido más amplio. Entonces, de alguna manera, al poner foco allí, al empezar por lo último, nosotros empezamos a pensar en grande y empezamos a ver cómo podemos incluir a todos y no cerrarnos y vivir un mundo solo para algunos.
“La Iglesia católica tiene poco margen de acción, pero el Papa está haciendo lo que puede”
—Por primera vez, un papa hizo un viaje oficial junto a un líder de la Comisión Anglicana, el arzobispo Justin Welby, al moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, reverendo Iain Greenshields, en nombre de las tres iglesias cristianas que representan la mayoría de la población de Sudán del Sur. Previo al viaje realizó un retiro espiritual con líderes políticos y religiosos de Sudán del Sur, él se arrodilló y besó los pies del presidente Kiir y del vicepresidente Machar. Estos gestos de humildad del Papa, ¿son mensajes de reconciliación, de hermandad? ¿Qué representan?
—Representan cómo poder vivir la fe, en concreto, enfrentando esa situación, poniendo un gesto que significa, al mismo tiempo, un profundo encuentro con el Señor, y un encuentro con los hermanos en su condición más última. Hay una frase del papa Benedicto que el Papa repite mucho, y que a mí me parece muy importante. La dice Benedicto XVI en el discurso anterior a Aparecida. Se pregunta Benedicto: “¿Qué te da la fe?”. Y contesta: “La fe te da una familia”. La fe te libera del aislamiento del yo y te conduce a la comunión. Es un acto de convocación, es un acto de unificación, dice Benedicto, un acto de responsabilidad hacia los demás. La fe no es una evasión pietista e individualista para poder calmar nuestra conciencia o para poder lograr cierto equilibrio interior. Tampoco la fe, en el otro extremo, es una ONG que realiza distintos servicios fraternos. La fe es al mismo tiempo encuentro con Dios y encuentro con los hermanos. Esto va a ser constante en la predicación de Francisco. Yo diría que es la continuidad del Magisterio de la Iglesia sobre la fe entre Benedicto y Francisco. No se puede separar la fe de la responsabilidad hacia los demás. El arrodillarse significa con humildad ponerse a disposición, junto con toda la comunidad cristiana, incluso los hermanos separados, para poder dar un testimonio de lo que es la fe verdadera.
—El Papa estuvo de visita en Bahréin y en varios países de Medio Oriente, mayormente musulmanes. ¿Dónde estaría la especial importancia de la relación y el diálogo con el mundo árabe?
—Pensemos que para nosotros es el otro mundo, lo desconocido. El documento más importante es el de Abu Dhabi, que el Papa afirma con el imán Al Tayeb, que es el más importante del mundo musulmán sunita. En ese documento hay un triple compromiso. Los dos se comprometen a asumir el diálogo como único camino, la colaboración como conducta y el conocimiento recíproco como método y como criterio. Desde allí proclaman, estas dos religiones monoteístas, la necesidad de la fraternidad, porque, al creer en un mismo Dios, vemos en el otro al hermano. Por eso es un documento sobre la fraternidad universal, y las Naciones Unidas declaran el Día de la Fraternidad justamente el 4 de febrero, en razón de este documento que es tan importante y que muchos hermanos musulmanes lo enseñan a sus chicos en los colegios. Me gustaría citar a un hermano que me ha hecho mucho bien leerlo en mis años de formación, Viktor Frankl. Él decía que Occidente le había hecho una estatua a la libertad. En el último tiempo Occidente había insistido tanto en la libertad, pero no había una estatua de la responsabilidad, que era su contracara. A mí me parece magnífico esto, porque es como un diagnóstico; nosotros hemos caminado sobre la libertad, pero no de la respuesta necesaria a la vida, porque la responsabilidad es una respuesta a la vida. Entonces, de alguna manera, este documento refleja la responsabilidad que toman estos dos líderes de mundos tan diferentes y culturalmente tan distintos para ser responsables.
“El Papa vio la pandemia como una oportunidad para que pudiéramos vivir esta igualdad como seres humanos”
—Detrás de esa idea de que hay un culto y un monumento excesivo a la libertad y en detrimento de uno tan importante como la responsabilidad, ¿hay de alguna manera una crítica al individualismo, que genera cierta forma de capitalismo, más extrema?
—Hay una crítica no a todo capitalismo, sino a un capitalismo salvaje, que ignore directamente al otro. Por ejemplo, si nosotros tomamos Laudato Si’, que es una encíclica clave, comienza con el cántico de las criaturas, que es el primer poema escrito en lengua romance italiana, es un canto a todos los vínculos que el hombre tiene, por parte de Francisco, hermano de todas las cosas, del cual el Papa toma su nombre. Pero Francisco puede ser hermano de todos y de todas las cosas, por eso va a llamar hermano al sol, a la luna, a la muerte también, a aquellos que sufren. Esto está dentro del canto y, por supuesto, es un cántico a Dios, al Altísimo. Allí Francisco puede ser hermano de todos, porque se hace pobre. Entonces, justamente su pobreza le da una gran libertad como para poder hablar con los pájaros, porque es desde su pobreza desde donde construye Francisco la fraternidad. Comienza el Papa hablándonos, según ese cántico, de la Hermana Madre Tierra con la que compartimos la existencia y que nos recibe en sus brazos. Pero allí, el Papa inmediatamente va a denunciar una cultura subjetivista que va a tomar a la naturaleza como situada frente al ser humano. La naturaleza frente al ser humano me permite extraer todo lo que deseo y necesito, sin ningún tipo de protocolo. Porque el hombre, centro de la creación, el hombre control, el hombre dominador, el hombre la medida de todas las cosas. Entonces, por un malentendido sentido del ser humano que no es nada bíblico, porque la teología bíblica, que hace al hombre a imagen y semejanza de Dios, lo hace dominar al mundo como lo domina Dios, que es respetando lo creado, respetando naturaleza, además llamándolo al cultivo y al cuidado de la naturaleza. Entonces, de esta forma salvaje en cuanto a que la relación...
“En un gesto impresionante, se pone a sus pies, besa sus pies implorando que puedan lograr la paz”
—La relación extractiva no solo con la naturaleza, sino del capitalismo sería extractiva con el otro. El otro es un objeto sobre el cual se puede obtener beneficio.
—Exacto. Además de extractiva, una cultura abusadora que influye en muchos sentidos, el abuso de la tierra; no importan los agrotóxicos. Es el abuso del agua; no importa la contaminación. Allí nosotros tuvimos una experiencia muy buena en el Sínodo de la Amazonia, que puso la mirada sobre esta visión del ser humano frente a la naturaleza. Porque al Sínodo concurrieron laicos, habitantes de la cuenca del Amazonas, y contaron cómo habían experimentado la contaminación del agua. Ellos, que durante siglos habían vivido de la pesca, se daban cuenta de que el agua ni siquiera les podía servir para su medicina tradicional. Allí empezaron a darse cuenta de que el agua estaba realmente contaminada. ¿Pero qué produce la contaminación del agua? La migración forzosa. Estos pueblos de la cuenca tuvieron que ir a las ciudades. No se pudieron adaptar ni por lenguaje ni por cultura a las ciudades. Entonces, comienza la experiencia denigrante de la trata de personas, de la prostitución, de cómo poder ganarse la vida. Entonces, seres humanos que vivían en contacto estrecho con la naturaleza, que conocían el ritmo de la naturaleza, de pronto eran sometidos a una cosa tremenda. Por eso, el reflejo del ambiente es lo que pasa también en las relaciones humanas. La crisis social está unida a la crisis ambiental. No son dos crisis separadas, sino que es una sola.
“En el viaje a África, el Papa comienza a hacer visible lo invisible, que es también su función”
—En la encíclica que usted cita en “Laudato Si’”, el Papa habla de la cultura del descarte que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que las convierte en basura. ¿La cultura del descarte es la cultura del capitalismo de consumo acelerado?
—Cuando el Papa saca el tema de la cultura del descarte, lo hace haciendo un poquito una historia de la explotación. Esto no es solo explotación, como en la sociedad industrial, sino es la exclusión, dejar de lado, descartar, que es otro fenómeno. Cuando sucede esto de no tener en cuenta, la crítica es a un capitalismo salvaje, un capitalismo que no tenga en cuenta lo social, el bien social, en donde no hay una mirada humana hacia lo otro. Entonces, hay como un llamado a una humanización del capitalismo, más que a una crítica del capitalismo.
—Una frase que puede ser entendida como populismo es cuando el Papa dice que hay que servir al pueblo y no servirse del pueblo. ¿Qué quiere decir Francisco cuando habla de “pueblo”?
—Esta me parece una pregunta clave. Nosotros, cuando hablamos de pueblo, entendemos inmediatamente masa, lo que es gregario. Por eso hemos sustituido, por lo menos en la Argentina hablamos de la gente, hablamos menos del pueblo, en general. El populismo sería toda manera demagógica de servirse del pueblo, de manipular al pueblo para beneficio personal. Es muy importante entender que el papa Francisco, cuando piensa en el pueblo, piensa en la definición del Concilio sobre el pueblo de Dios. La eclesiología de Francisco es la eclesiología del pueblo de Dios. El Concilio define a la Iglesia como pueblo de Dios retomando una definición de San Cipriano que dice: “La Iglesia es un pueblo unido, pero no con cualquier unidad, sino con la unidad de la Trinidad, que respeta a cada persona y al mismo tiempo está relacionándose continuamente con las personas”. El Dios de los cristianos, como es Dios es amor, está continuamente saliendo de sí mismo y está continuamente recibiendo al otro, para usar una imagen. Entonces, de alguna manera, la Iglesia se define desde la Trinidad en el Concilio; sí es un pueblo. En primer lugar, es un pueblo en camino, porque tiene una meta, que es llegar a la resurrección. En ese camino, va compartiendo trechos con distintas personas y va aprendiendo y desaprendiendo de distintas personas. En ese camino se dan distintas relaciones. Esto es lo que entiende el papa Francisco por pueblo, que es la Iglesia, se encarna en las distintas culturas, no está en el aire, y allí toma todo aquello que hace al pueblo, la lengua, los modos de expresión, el arte, todo aquello que permite que un pueblo se constituya como pertenencia. Entonces, de alguna manera, en este momento estamos viviendo una suerte de fin de conciencia histórica, de que todo empieza cuando empiezo yo. Este tema de pérdida de raíces, de memoria, por lo acelerado que se va dando el cambio científico-técnico, que es maravilloso y que nos permite una cantidad de cosas, pero que al mismo tiempo ese cambio científico-técnico muchas veces nos impide, con el ritmo necesario que requiere la reflexión, la profundización, la inteligencia, el poder ahondar en las raíces. Va a insistir muchísimo Francisco en eso, y va a citar mucho el poema de Bernárdez: “Lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene sepultado”.
—El papa Francisco es el primer papa jesuita, el primero proveniente del Hemisferio Sur, el primero originario de América. ¿Qué significa para la Iglesia tener un papa con una mirada tan distinta de lo que ha sido en el pasado?
—En su primer encuentro en el balcón de San Pedro, es lo primero que él va a decir: “Los cardenales han tenido que ir a buscar un papa”...
—Al fin del mundo.
—Al fin del mundo. E inmediatamente, le va a pedir al pueblo, bajando su cabeza, que ruegue por él para que Dios lo bendiga. Tenemos que detenernos mucho en los gestos de Francisco, porque son muy importantes. En este gesto, está diciendo: “Este papa va a recurrir de una manera nueva al pueblo, dándole un lugar diferente”. Esto lo va a decir claramente en la alegría del Evangelio, donde explica cómo es todo el pueblo el que evangeliza al pueblo. La Iglesia, pueblo de Dios, en ese cúmulo de relaciones que se va dando, trasmite y comparte la alegría del Evangelio. El Evangelio no se transmite por proselitismo, retoma también un pensamiento de Benedicto, sino por atracción. Si el Evangelio no se hace atractivo, no sirve. Si uno no ve que hay una vida concreta detrás del Evangelio, no sirve. Y el Evangelio lo vive el pueblo. Entonces, en su primer gesto, Francisco está diciendo: “Vengo del fin del mundo”, porque, de alguna manera, desde el fin del mundo se da, en el modo de ser de aquellos que vivimos en esta parte del continente, una experiencia también humana, de cercanía, que ayuda muchísimo para poder considerar al pueblo como un actor. Entonces, viene el Sínodo, que es una de las grandes propuestas, y estamos ahora dentro de él. El Sínodo es decirle al pueblo de Dios: “Ahora queremos escuchar al pueblo para que nos diga qué tenemos que hacer en la Iglesia”. Cómo podemos gobernar, conducir juntos la Iglesia; queremos escucharlo. Entonces, comienzan las etapas diferentes que estamos viviendo ahora en el Sínodo. Es un pensamiento personal, pero esto de que venga del fin del mundo, es el Papa que le va a dar al pueblo de Dios un lugar, siguiendo lo que el Concilio Vaticano II quiso.
“Hay un llamado a una humanización del capitalismo, más que a una crítica del capitalismo”
—Hago una relación entre pueblo y periferia, y la idea de que la aristocracia está en el centro y en la periferia están los excluidos. ¿Puede haber una relación pueblo-periferia, o fin del mundo-tercer mundo?
—El pueblo es todo el pueblo. En el pueblo no hay exclusiones. Lo que sucede es que tenemos que aprender de la periferia. Nosotros hemos creído siempre que a la periferia se la controla y se la ubica verticalmente, de arriba para abajo. “Yo decido lo que pasa con la periferia y yo sé bien lo que hay que hacer con la periferia”. Francisco lo que va a proponer es que todos somos pueblo, pero tenemos que aprender de la periferia, porque en la periferia se vive cierto tipo de valores que en el centro se han dejado de vivir.
“La misión de los medios de comunicación es volver a deslumbrar frente al conocimiento de las cosas”
—¿Qué inquietudes les transmite el Papa a los obispos?
—Primero nos dice que seamos pastores con olor a oveja, que estemos cerca de la gente, que estemos cerca del pueblo. Si tenemos que estar adelante, adelante; si tenemos que estar en el medio, en el medio; si tenemos que estar atrás, atrás; que no busquemos ningún tipo de beneficio personal. Habla mucho contra el carrerismo, contra la búsqueda de protagonismos y nos habla mucho del servicio, la alegría verdadera está en servir. En este momento de la vida del pastor, me parece que nos está diciendo que escuchemos mejor, que afinamos el oído. Y escuchar es algo activo, no es solamente algo pasivo, hay que saber escuchar y estar atento a lo que significa lo que el otro me está diciendo detrás de las palabras. No es solamente escuchar cronológicamente, es escuchar dónde está latiendo la vida, ¿qué me está diciendo que no dice? Como cuando el chico llora y la madre sabe por qué llora, si porque tiene hambre, porque está molesto o porque tiene fiebre. Uno ve que llora, pero no sabe por qué. Entonces, nos está llamando a los pastores a tener esa sensibilidad materna, diría yo, en este momento en especial, de poder escuchar lo que el pueblo nos dice, lo que está sintiendo, lo que está sufriendo. Porque, en definitiva, estamos ordenados al pueblo, y es el pueblo el que nos ubica a nosotros, el que realmente ubica al pastor y a la jerarquía a través de su necesidad. “Padre, necesitamos que esté acá”.
“El populismo sería toda manera demagógica de manipular al pueblo para beneficio personal”
—¿Por qué algunos de los mensajes del papa Francisco son mejor recibidos fuera de la Iglesia que en algunos sectores de la Iglesia? ¿A qué lo atribuye?
—Voy a poner como ejemplo Laudato Si’ nuevamente; es sorprendente cómo él toma el lugar de un habitante más del planeta para poder hacerse entender con todos aquellos no creyentes, agnósticos, miembros de otras iglesias, de otros credos, para de alguna manera hacer entender esto que me parece verdaderamente clave. ¿Cómo podemos arreglar el mundo? Tenemos todos un deber frente al mundo. El medio ambiente se sitúa en la lógica de la recepción. ¿Qué voy a hacer con el mundo que recibí? ¿Es ético dejarlo hecho una basura? Tenemos que cambiar de estilo de vida, hábitos de consumo, me lo están diciendo los jóvenes, quizá de un modo inorgánico. Pero, ¿dónde está la responsabilidad nuestra? Y esto lo dice como un habitante del mundo. Por supuesto que es el pastor de la iglesia, pero está diciendo: “Estamos compartiendo un mismo planeta y estamos abusando de él”. Y esto impacta mucho, porque entonces la gente ve un papa extremadamente cercano que está tocando una realidad.
“Es el Papa que le va a dar al pueblo de Dios un lugar, siguiendo lo que el Concilio Vaticano II quiso”
—Concretamente, molesta a las elites.
—Molesta a las elites.
—En “Fratelli Tutti”, el Papa dice: “Un deterioro de la ética a la que contribuyen, en cierto modo, los medios de comunicación de masas que hacen pedazos el respeto por el otro y eliminan todo pudor, creando círculos virtuales aislados y autorreferenciales”. ¿Cuál es la visión de la Iglesia sobre los medios de comunicación en la Argentina? ¿Qué estamos haciendo mal y que deberíamos hacer diferente?
—El Papa da un mensaje anual a los medios de comunicación, considerando la importancia y la vitalidad de lo que es el servicio a la verdad, que es el servicio a que nos entendamos los seres humanos. No es el servicio a ahondar heridas, ahondar grietas. Voy a ponerlo como lo dice el Evangelio del domingo: “Si me paso todo el tiempo tocando una herida, la herida se va a infectar. Si me paso todo el tiempo pensando en la ofensa que me han hecho, y cuando estoy distraído vuelvo a repetirme las palabras que me dijeron que me lastimaron tanto, si continuamente estoy en ese proceso, es imposible que pueda crecer hacia un entendimiento para construir una sociedad, para poder obtener un consenso”. El Papa les está diciendo, les ha dicho varias veces, a los medios de comunicación: “No se hagan amigos de la porquería, no lucren con aquello que en el fondo lo que busca es enemistar, aumentar el odio. Transmitan la verdad y, al mismo tiempo, sean facilitadores del encuentro entre las personas. Traten de crear esa fascinación frente a lo que significa el misterio de otra cultura, el misterio de otro modo de entender la vida, el misterio que está ancestralmente, a través de siglos y siglos”. La misión de los medios de comunicación es volver a deslumbrar frente al conocimiento de las cosas. Hacer pensar, reflexionar, invitar a que podamos compartir un pensamiento. Aristóteles decía que el conocimiento comienza por la admiración. Creo que hemos perdido un poco esta cosa de admirarnos frente, incluso, a fenómenos naturales para poder vivir esa inquietud fresca y juvenil que tiene el que va descubriendo cosas. Estamos en una postura en la que no hay nada que aprender. Ya está todo hecho, todo dicho. Lo único que tenemos que hacer es revolver lo que ya está dicho. Entonces, uno se aburre leyendo diarios, se aburre escuchando noticias, porque no hacen más que repetir lo mismo.
“La gente ve un papa extremadamente cercano que está tocando una realidad común”
—Al no venir el Papa, algunos argentinos parecería que no lo quieren. Se dice que nadie es profeta en su tierra. ¿Qué hay de esa relación extraña, cuál es su propia evaluación del nudo que se ha formado?
—A mí me pareció muy linda una carta que le enviaron al Papa cuando cumplió cinco años de su pontificado. Fue un grupo de argentinos de distintas ideologías, de distintos pensamientos. Al Papa le dio mucha alegría, recibió esa carta y la contestó enseguida. Y en la respuesta el Papa le habla a la Argentina, dice: “Si hice algún bien en este tiempo, tómenlo como propio, ustedes son mi pueblo, el pueblo que amo, el pueblo que me formó, y el pueblo que de alguna manera me está ofreciendo en este momento, para que yo cumpla este servicio a las personas”. Yo creo que es un orgullo para los argentinos tener un papa que vive una entrega absoluta a Dios y a los hermanos. Usando un lenguaje más popular, que está totalmente jugado con sus años, con la experiencia de sus años, vive el presente, se entrega a cada situación pastoral del presente. Creo que él está regalando a la Iglesia una enorme dosis de vida, y eso es el Evangelio. La fuente del Papa es el Evangelio. Es traducir el Evangelio hoy, en este momento.
—¿Nosotros tendríamos que sentirnos orgullosos, como argentinos, de que le dimos al mundo un argentino para cumplir una misión muy importante para todos?
—Sin duda.
—Tanto en la última entrevista que hizo en la Argentina con Bernarda Llorente como en distintas encíclicas, el Papa pone foco en los jóvenes de manera recurrente. En el caso del atentado a la vicepresidenta, todos los detenidos hasta ahora son jóvenes desencantados con la política, están también los jóvenes de Revolución Federal que se caracterizan por manifestaciones violentas. ¿Qué mensaje cree que el Papa les da a los jóvenes y usted pueda profundizar?
—En el documento Christus Vivi, que resume el Sínodo sobre los jóvenes y la convocatoria en Roma, el Papa pone en los hombros de los jóvenes la responsabilidad de terminar con la globalización de la indiferencia. Podemos hacer un paralelo con los gestos; el primer gesto del Papa cuando sale de Roma en julio de 2013, el primer viaje es a Lampedusa y allí denuncia una cultura insensible, irresponsable, en una isla que es un lugar de paso de aquellos que huyen de la guerra y del hambre. El Papa habla con los gestos también, les está diciendo a los jóvenes: “Tenemos en nuestras manos la posibilidad de crear una humanidad nueva, de crear una humanidad donde entrando en un proceso en el que nosotros sintamos al hermano, a la hermana, como parte de nuestra propia humanidad. Si nosotros hacemos ese esfuerzo, seguramente que vamos a tener en las manos un mundo nuevo”. La parábola del buen samaritano, que a mi modo de ver es arquetípica e ilustra toda la encíclica Fratelli Tutti, nos pone en camino a experimentar al otro como una parte mía. Ese otro que encuentro caído en el camino soy yo mismo. Es mi propia humanidad. Si puedo experimentar esa realidad, soy el que me detengo en medio del camino para poder vivir a fondo mi humanidad. No perderme la riqueza que tiene el poder detenerme frente al hermano y entregarle el tiempo. Creo que sí, entonces, podremos construir, como propone el Evangelio, una sociedad feliz.
—Me gustaría que usted envíe un mensaje a los laicos, a la propia Iglesia, respecto del festejo de los diez años del papado de Francisco.
—Quería invitarlos, a aquellos que puedan participar, a que puedan poner el corazón en estos gestos de homenaje que le hacemos al papa Francisco, que se sientan todos parte de este orgullo, de esta alegría de tenerlo como pastor supremo de la Iglesia, y una invitación que hago siempre, a leer los mensajes del Papa, a leer lo que él nos ha dejado, a no dejarnos llevar por interpretaciones, relatos, por hacer ver algunas actitudes y preguntarse qué significa, sino poder ir a la fuente misma, que es lo que el Santo Padre nos está comunicando. Esto es una gran bendición, que nosotros los hermanos obispos queremos darle también al pueblo argentino en estos días de celebración.
Producción: Melody Acosta Rizza y Sol Bacigalupo.