La periodista especializada en Política Internacional, Inés Capdevila, reveló detalles sobre el fenómeno del sportswashing. Además, aseguró que "hoy todos cuestionan a Qatar" por el Mundial, pero "probablemente eso no le haga muchas cosquillas". A su vez, explicó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9) la reacción de los países de Occidente.
Leyendo el interesante artículo que hiciste sobre el sportswashing, pareciera que en la búsqueda de Qatar por querer tapar algo, quedan aún más en evidencia sus problemas. ¿Es correcta la interpretación?
Es bastante acertada la interpretación. Es cierto que ahora le resulta inevitable a Qatar enfrentarse con las condenas y los cuestionamientos a través de los medios globales. Eso no existía en la época de Hitler ni en la de Mussolini. Pero sí lo vimos en Pekín 2022, cuando se hicieron los Juegos Olímpicos de Invierno. Se notó cuando marcaron cuestionamientos hacia los derechos humanos, la falta de transparencia y la represión.
También pasó en Rusia 2018. Hablamos de países que hicieron eventos deportivos para aumentar su reputación, construyendo una imagen de desarrollo. La pregunta sería si los cuestionamientos hacia ellos pueden hacer, a la larga, que se dañe esa reputación. Lo que sí queda claro es que disponen de recursos económicos para construir una reputación global.
¿Sería algo así como que "billetera mata galán"?
En el caso de Qatar, es así. Y no sólo tiene que ver con las críticas que se le hacen en el Mundial, porque ellos sufrieron varios traspiés en la última década, tanto regionales como globales. Y gracias a la explotación del gas han podido sobrevivir y han logrado algo que sus vecinos no tienen, que es la capacidad de construir autosuficiencia en los alimentos.
Diana Sperling: "Billetera mata derechos humanos"
Es decir, hoy todos cuestionan a Qatar por la falta de derechos de sus trabajadores, las horribles condiciones de vida para construir los estadios del Mundial, la falta de derechos de las mujeres y la falta de respeto hacia las minorías sexuales. Pero probablemente eso no le haga muchas cosquillas a Qatar, pese a que vienen reconociendo las críticas.
Es muy difícil que vayan a cambiar el curso. No sólo son muy conservadores, sino que también necesitan ese nivel de represión y de limitación de los derechos para subsistir.
Más allá del caso de Qatar, ¿hay una búsqueda de poner en agenda el anacronismo del conservadurismo árabe, que también se da en otros países?
Por supuesto, pero también hay una reacción de todos los países del Golfo. Eso se ve, por ejemplo, en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Es inédito porque por primera vez hay una identidad común en los países del Golfo, que nunca se llevaron bien.
Ahora hay un espíritu de unidad que está siendo magnificado con el Mundial. Por eso llamó la atención ayer cómo se festejó el triunfo de Arabia Saudita sobre Argentina.
Y es probable que esta reacción sea la que prevalezca, más allá de los cuestionamientos. Si Qatar logra salir airosos de la organización del Mundial, ese conservadurismo se va a volver más sólido en todo sentido.
¿No hay una especie de hipocresía por parte de los países occidentales, en especial, de Estados Unidos?
Esa hipocresía recorre varios carriles. El primero es pensar que, posando la lupa sobre los derechos humanos en ciertos países, todo Occidente tiene un récord infalible en el respeto. La segunda hipocresía es la interdependencia del mundo y cómo eso condiciona la bandera de la democracia, en contra de los autoritarismos.
Si pensamos, por ejemplo, en Qatar, la mayor base aérea de Estados Unidos en Medio Oriente está en tierras qataríes. También hay un importante grado de vinculación entre Qatar y Gran Bretaña. En Francia, el dueño del PSG es qatarí, y esa es sólo una de las tantas inversiones millonarias que hicieron allí.
Por lo tanto, este discurso de defensa de la democracia, combatiendo a las autocracias, es el que define a Occidente en la próxima década, junto con la lucha contra el cambio climático.
JL PAR