Un estudio internacional que analizó los lugares y momentos en que los buques pesqueros apagan sus dispositivos de identificación en alta mar determinó que el 47% de esos “eventos sospechosos” sucedieron junto a la zona económica exclusiva (ZEE) argentina, lo que enciende las alarmas sobre las “flotas fantasma” que depredan las reservas nacionales, de acuerdo al sitio SciDev.Net.
El trabajo, publicado en Science Advances, determinó que -solo entre 2017 y 2019- 5.269 embarcaciones desactivaron el Sistema de Identificación Automática (AIS), presumiblemente para ocultar actividades ilegales, como la pesca en aguas extranjeras o el traslado de capturas clandestinas a cargueros refrigerados para evitar el contacto con los puertos.
Los países con embarcaciones que más tiempo se mantuvieron ocultas fueron España (14% de las horas navegadas), Estados Unidos (8%), Taiwán (6%) y China (5%), que cada año despliega 3.000 barcos que pescan calamar frente a Ecuador, Perú y Chile, y a veces también incursionan en aguas argentinas.
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Muchas embarcaciones “apagan sus sistemas de seguimiento durante largos períodos y vuelven a cruzar la milla 200 (límite entre aguas internacionales y nacionales) con rumbo alta mar cuando los detecta la guardia costera”, explica el estudio, que cita a representantes militares argentinos que critican la falta de submarinos y la existencia de un solo avión operativo para patrullajes.
El sector pesquero calcula que se producen hasta 500 intrusiones anuales. Aunque los infractores deben pagar desde 300.000 dólares cuando se los detecta, apenas se sanciona a una embarcación cada 18 meses.
A pesar de la dimensión del conflicto, los autores del estudio son optimistas. La información sobre eventos de apagado puede usarse para decidir dónde enviar drones o buques de vigilancia, y para enfocar las inspecciones portuarias en aquellos barcos que hayan desactivado el AIS cerca de las ZEEs.
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Para evitar que los propietarios evadan las sanciones apelando a empresas ficticias, es recomendable que declaren a sus beneficiarios finales, que muchas veces son los propios estados.
Por último, los principales importadores del pescado nacional (España, Italia, Estados Unidos, China) deberían hacer esfuerzos mayores para transparentar la cadena de suministros, y evitar de esa manera formar parte -aunque sea sin saberlo- de una actividad cada vez más dañina para la Argentina.
BL PAR
