Ya había terminado el audio y la gente empezaba a irse cuando el locutor advirtió que había quedado algo más para escuchar. Entonces reapareció la voz de la expresidenta para confesar un olvido, algo importante. Les pidió que se desconcentraran y que no fueran hacia el edificio de San José 1111, donde cumple su condena, para evitar incidentes. La noche anterior un operativo de las fuerzas de seguridad y de espacio público de la Ciudad había vuelto a despejar la zona, levantado gazebos y parrillas, limpiado las calles y vallando la ochava; en definitiva, tomando el control de la calle.
“Una decisión inteligente”, dice Susana, de Mataderos, cabello ensortijado que cae sobre los hombros, pintado de azul violáceo. La acompañan otras dos mujeres de su edad, amigas, cerca de los 70, una de Recoleta y otra de Barracas, acá nomás del Parque Lezama, quienes no se deciden entre detenerse a hablar con el cronista o seguir su camino. “Cristina es una mina inteligente, sí”, reafirma Susana.
Un pedido de la jefa tiene más poder que mil policías y barrenderos porteños. El santuario de San José y Humberto Primo, desmantelado finalmente por Cristina mandando a todos a casa. No sabemos aún si volverá a ser instalado. Si este fin de semana comienza el fin de su centralidad, y para la militancia, la etapa del duelo por la líder presa. No sabemos nada de cómo seguirá todo esto, en realidad. Nadie lo sabe.
Entre el humo blanco de las parrillas en el anfiteatro del Parque no se respira resistencia sino resignación. Pese a las consignas “Vamos a volver” y “Argentina con Cristina” no hay esperanza entre los ¿cinco mil, ocho mil? que se concentraron aquí la tarde fría del viernes para un banderazo de apoyo a la expresidenta presa. Fue también una solicitud de la señora de Kirchner, la noche anterior, que se evitara la convocatoria en San José, debajo de su balcón. ¿Temiendo acaso que algo se salga de control y el confinamiento sea en una cárcel?
Cuesta imaginarse cómo administra Cristina Kirchner estas horas que no pueden ser para ella sino de angustia. Poderosa siempre, tuviera o no el poder, acostumbrada a dar instrucciones y órdenes, ahora sometida a instrucciones y órdenes del tribunal que la condenó a prisión domiciliaria y a poco menos que dar por terminada su carrera política. Sorprendida por el trasiego en su living de auxiliares de la Justicia, secretarios, policías, sin ninguna duda tensos, intimidados, cumpliendo con las diligencias penitenciarias. Quien le haya puesto la tobillera electrónica jamás olvidará ese momento. Para ella la capitulación es cosa de altos mandos, los mariscales se rinden ante generales, no ante subalternos.
Los que se convocaron en el Parque, en su mayoría, son del tipo de los que mueren con sus convicciones. No estuvieron todos, claro, hay muchos más. Como dijo alguna vez Rafael Bielsa sobre Néstor Kirchner, para ellos la patria es su generación. La mayoría son de la misma edad de Cristina, viejos frepasistas (aunque los Kirchner jamás dejaron el peronismo por el Frepaso en los años de Santa Cruz), muchos provenientes de la izquierda, la “tendencia” peronista, quienes un día descubrieron sorpresivamente que habían llegado al poder.
La convocatoria fue así diferente de la masiva del miércoles a Plaza de Mayo, a la que movilizaron algunos municipios del conurbano como La Matanza, la corriente Derecho al Futuro del gobernador Axel Kicillof (debe leerse Con derecho al Futuro), gremios como ATE, bancarios y la UOM de Abel Furlan, y las dos CTA. Además de los organizadores en torno a La Cámpora, en el Parque la mayoría de los manifestantes son espontáneos.
¿Qué expectativa tienen ellos para los años de prisión que enfrenta Cristina? “Yo espero que pase algo”, dice Elsa, más bien pequeña, cabello gris, a lo garçon, aire juvenil, detrás de unos cristales de aumento. Está en sus setenta. “No sé bien qué. Que la presión de la gente dé vuelta las cosas”. Le responde Susana: “Una decisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ¿no?. Pero el reclamo se va a ir apagando”. El diálogo ya es entre ellas: se desvía rápidamente hacia el momento actual del país, hacia el presidente Milei y el costo social de la “falsa libertad”. “Vivimos una democracia prostituida por la política”, sentencia Elsa.
Una pareja de su misma edad se detiene ante la pregunta del cronista. “Hay que formar una nueva mayoría y volver al poder”, dice él, alentando la expectativa débil de un indulto. La mujer le sonríe. “Falta mucho todavía para el 2027”, dice. Ambos agradecen. Ninguno de los mencionados hasta ahora se interesó por saber de qué medio era quien preguntaba.
La Argentina asiste a un acontecimiento sin precedentes, de los que los libros no hablan y apenas lo hacen las leyes: una expresidenta cautiva en su semipiso de Monserrat, condenada a seis años de prisión e inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos por defraudación al Estado. Hasta dónde llegan hoy los derechos de Cristina Kirchner es algo que en estos días ha perturbado casi más a sus opositores que a sus simpatizantes. Todo hasta el momento está teñido de emocionalidad. Pero es más fuerte la emocionalidad del antiperonismo (el no peronismo no es un término adecuado aquí) que la de los peronistas, a los que domina el desconcierto. No hay aquí exilio, ni isla Martín García ni Guardia de Hierro, es la prisión por corrupción para una mujer que los ha conducido tanto como dominado.
La elección que viene
En ese estado de perplejidad, el peronismo debe reafirmar su poder en la provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas del 7 de septiembre, según el calendario que diseñó Kicillof. Debe reemplazar la candidatura fallida de Cristina Kirchner en la tercera sección electoral, donde el cristinismo aún es fuerte. Y confeccionar las listas de las ocho secciones electorales de la provincia bajo la amenaza de una derrota si no sella la unidad. En algo más de quince días, el 9 de julio, vence el plazo para oficializar las alianzas. En la medianoche del sábado 19 de julio deberán estar resueltas las candidaturas.
En esta elección local están cifradas buena parte de las expectativas de renovación que encarna el gobernador Kicillof, a quien ha afectado más que a nadie la prisión de la expresidenta, dado que genera nuevos interrogantes a un cambio de ciclo en el peronismo. ¿Cristina convicta y con voz puede ser un obstáculo mayor para la renovación que el que suponía Cristina candidata a la legislatura bonaerense? ¿O, por el contrario, su voz se irá apagando y surgirán otras que finalmente la desplacen? ¿Un cierre del ciclo kirchnerista con base bonaerense puede dar lugar a la emergencia de un liderazgo en las provincias? ¿Kicillof podrá aspirar a la renovación o será apenas una estela de kirchnerismo que se va?
El Indec dio a conocer el jueves la desocupación durante el primer trimestre del año. Llegó al 7,9%, ó 1,8 millón de personas que buscan trabajo y no encuentran. Representa un leve aumento interanual y una suba de 1,5 puntos respecto del último trimestre de 2024. Dos datos desagregados: en el GBA la desocupación trepó a casi dos dígitos, un 9,7%. Y en el total de la muestra, la tasa alcanza al 15,1% entre los varones de entre 14 y 29 años.
En contraposición a un cristinisimo envejecido, ese segmento joven, el más castigado, es donde más fuerte inserción tienen las ideas de Milei. Es uno de los misterios que el peronismo debe desentrañar.