OPINIóN
Acuerdo nacional

La crisis económica y sus diagnósticos

Falta un proyecto político que incluya a toda la sociedad, un pacto solidario de clases para la competencia internacional.

Compra de dólares.
Compra de dólares. | CEDOC

La brecha entre el dólar oficial y los alternativos, el insaciable apetito dolarizador a pesar del cepo y del impuesto PAIS, las reservas del BCRA en niveles mínimos. Manifestaciones de una crisis de credibilidad que amenaza con llevarse todo puesto.

Economistas “duros” dicen tener la explicación: inconsistencias macro del gobierno. Por un lado monetiza la expansión del gasto público, por el otro sostiene el tipo de cambio. Ciertamente el BCRA ya lleva transferidos al Tesoro más de $1,5 billones en lo que va del año, al tiempo que el ritmo de devaluación se controla para evitar la escalada inflacionaria. El argumento es atractivo.

Cala profundo en el público de a pie. La creciente presión fiscal y el deterioro de la calidad de los servicios que el Estado presta, cosas a las que todo ciudadano está expuesto. Para rematar: 54 de los últimos 60 ejercicios fiscales fueron deficitarios. La primera etapa del kirchnerismo (2003-2008), la excepción que confirma la regla. Con justicia podemos calificar como un (mal) gastador compulsivo a nuestro Estado.

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Hoy vengo a desafiar esa visión convencional. Es obvio que la persistencia del déficit del gobierno es un problema a corregir, pero no es la causa última de las recurrentes crisis de balanza de pagos (BP). Puede contribuir, pero de ninguna manera es lo que la determina.

Lo que está detrás es la falta de una estrategia de desarrollo nacional. No se trata de un plan formal. Es más que eso. Es un proyecto político que incluye a toda la sociedad

Lo que está detrás es la falta de una estrategia de desarrollo nacional. No se trata de un plan formal. Es más que eso. Es un proyecto político que incluye a toda la sociedad, un pacto solidario de clases para la competencia internacional. La solidez financiera estatal importa porque sólo así podrá liderar el proceso.

Ninguna estrategia inclusiva es posible, no obstante, sin estabilidad macroeconómica. Y la raíz de las inestabilidades y de las crisis de BP que las coronan, es haberse resignado a perder el control del precio clave de toda economía abierta: el tipo de cambio real (TCR).

Sostener el TCR en niveles competitivos es el primer acto de soberanía que toda sociedad debiera ejercer. En nuestro país, en cambio, fue entregado al mercado. Y su implacable lógica es hacerlo apreciar, bloqueando la diversificación productiva y el pleno empleo internacionalmente competitivo.

Más aún, cuando esta tendencia estructural se combina con políticas erradas (depender del ahorro externo), la sobrevaluación cambiaria trasciende niveles que exacerban la fragilidad financiera del país hasta el estallido de la BP. Así se explica el comportamiento crónico y cíclico del TCR.

La ortodoxia justifica que países como el nuestro recurran al ahorro externo para completar el magro ahorro local

La ortodoxia justifica que países como el nuestro recurran al ahorro externo (endeudamiento, inversión extranjera directa, inversiones en cartera) para completar el magro ahorro local.  Sin embargo, la teoría convencional falla en anticipar los efectos del influjo de capitales sobre el TCR, y sus consecuencias sobre el ahorro y la inversión.

Atraídos por mejores perspectivas de retorno, la inyección de divisas aprecia al TC. Al hacerlo, no complementan sino que sustituyen al ahorro nacional. Lo expulsan. No habrá mayor financiamiento para eventuales inversiones. Por otro lado, un dólar bajo, no es estimulante para invertir, al menos en los sectores relevantes para el progreso del país.

Ese ingreso de capitales se detendría, según la teórica neoclásica, cuando la expansión monetaria reduzca la tasa de interés doméstica hasta igualarla a la internacional. La profecía no se cumple, sin embargo, porque la prima de riesgo aumenta directamente con el mayor endeudamiento. De esta manera el influjo seguirá alimentando una espiral de apreciación, deuda, y fragilidad financiera que desemboca en la crisis de BP.

De acuerdo con este enfoque podremos lograr el equilibrio fiscal, pero los problemas estructurales del país persistirán mientras que no logren los consensos para sostener al TC en niveles competitivos. Punto de partida para todo acuerdo nacional hacia el desarrollo sostenible.

*Docente de Política Económica (FCE-UNNE); (@AKargentina19).