El cuidado de la salud mental merece un mejor tratamiento. No se la valora tanto como la salud física, suele postergarse su atención y no se trabaja en la prevención de síntomas y enfermedades. Hubo un tiempo en que la gente no decía que hacía terapia por temor a ser discriminada, considerada loca.
Y aunque los tiempos han cambiado, y se haya naturalizado el “hacer terapia” y, en el lenguaje popular y en las series y películas, lo referente a la psicología viene ocupando mayor presencia, todavía queda por instalar el debate más serio y profundo: la conciencia del valor fundamental del cuidado de la salud mental y el acceso para toda la población.
Así como se instaló un chequeo anual para evaluar el estado físico, en salud mental sólo se consulta (si se tiene la oportunidad y los recursos) cuando hay alguna alteración psicoemocional.
Pero sí es noticia la salud mental cuando hay un suicidio, más bullyng, el femicidio de cada día, Chano internado o Shakira diciendo que padece el síndrome del impostor. Y si es noticia es porque “vende”, atrapa transitoriamente la atención de la gente, que no es lo mismo que aprovechar del eventual suceso para reflexionar.
Salud mental para los argentinos
En general, cuando se agravan las problemáticas mentales es porque se llega tarde, porque no se previene, porque los hospitales están con interminables listas de espera y porque las prepagas y la atención privada es un lujo, es decir selectiva, para un número limitado de personas.
Mientras, el resto espera y desespera. Y en salud mental, al igual que un cáncer, la demora del tratamiento implica incremento de riesgos, de síntomas y de dolencias que pueden derivar en una patología psicológica cada día más compleja de sanar.
El campo mental, al ser sutil y no visible (salvo por sus manifestaciones) pierde valor frente al físico, porque el mundo material sigue siendo el vector que ordena; dándole existencia real sólo a lo palpable y cuantificable. Una pierna quebrada es evidente, una vida rota, no siempre.
Todavía hay que salir a explicar que somos seres psicofísicos y sociales. Que nadie es feliz si tiene un cuerpo sano pero sus emociones alteradas. Que no hay un esqueleto, venas y sangre por un lado, y pensamientos por el otro. Cuerpo y mente están articulados; pensamos, nos movemos y sentimos con todo nuestro ser.
Nadie es feliz si tiene un cuerpo sano pero sus emociones alteradas
Ante el temor a una entrevista laboral o a un examen, pueden aparecer manifestaciones físicas como taquicardia, sudoración y hasta una descompostura intestinal. Una joven anoréxica, enfermedad ligada a los imperativos sociales de belleza, deja de comer y se enferma porque se ve gorda en la imagen que le devuelve el espejo. Y un dolor de muela altera el humor, como toda dolencia física.
Al pueblo argentino, salud fìsica y mental
Mens sana in corpore sano (“mente sana en un cuerpo sano”), cita latina que proviene de las Sátiras de Juvenal, escritas en el siglo II. Mente y cuerpo se articulan y uno no es sin el otro. Si se daña el cuerpo, sufre el psiquismo. Si hay una perturbación psicológica o emocional, el cuerpo las padece.
Es conveniente, para los intereses de los poderosos y manipuladores, seguir restándole valor al campo mental. Porque cuando hay salud mental existe menos posibilidad de control y manipulación.
Una persona que es consciente de que su cabeza incluye una mente y que esa mente piensa y merece ser revisada, puede repensarse y hacerse preguntas fundamentales, preguntas que tienen que ver con los destinos de su propia existencia, con la posibilidad de ser crítica con su pareja, con su familia, con su trabajo, con su entorno y con los imperativos sociales. Un ser atento es más difícil de controlar.
Cuando hay salud mental existe menos posibilidad de control y manipulación.
Las políticas en salud pública deben favorecer más la protección de la salud mental. Mayores presupuestos y campañas de concientización de las problemáticas psicológicas y psiquiátricas.
Una sociedad que no toma conciencia de la importancia del cuidado de la salud mental y de que el bienestar es psicofísico y social, no solo tiene mayores predisposiciones a las enfermedades sino también a perder lo más valioso que tenemos como seres humanos: la singularidad y la posibilidad de cambiar y de orientar nuestras vidas acorde a nuestros deseos más genuinos.
Una sociedad que desatiende el valor de la mente, de las ideas y de los pensamientos que impulsan acciones, lamenta luego violencias, asesinatos, suicidios, abusos, violaciones y femicidios, en un mundo superpoblado de seres alterados, por demás ansiosos, tristes, angustiados, desesperanzados, fóbicos o enojados por cargar con existencias vacías e impersonales.