Se discute mucho acerca de dónde está afincado el poder político en la Argentina. Para algunos en Balcarce 50, para otros en el Instituto Patria.
Algunos más afirman que se trata de un conflicto todavía no resuelto entre el Presidente y su vice. Esta es una hipótesis frecuente, alentada, por ejemplo, por gente como Eduardo Duhalde, el expresidente que le ha dicho a Alberto Fernández, según se comenta, que tiene que deshacerse políticamente de Cristina Fernández.
El caso de Vicentin es un laboratorio interesante para poner a prueba esta hipótesis, para investigar cuáles son las tensiones reales del poder. La decisión de expropiar la empresa aparentemente fue impulsada por Cristina Fernández.
Eso fue reconocido de algún modo por el ex presidente cuando mencionó que era una idea de la senadora Fernández Sagasti. Una persona claramente alineada con la vicepresidenta, una persona que estuvo por lo demás, extrañamente siendo senadora en el acto en que Alberto Fernández anunció la expropiación de la empresa. Pero Alberto Fernández volvió para atrás. Lo hizo en medio de declaraciones, cuando menos extrañas. "Pensé -dijo- que iban a salir a festejar. No pasó. Empezaron a acusarme de cosas horribles."
Uno podría imaginar que el episodio ilustra aquella tensión. Obligado a reconocer el poder de la Vicepresidenta, Alberto Fernández toma decisiones que anula cuando advierte que provocan rechazo en los electores que podrían ser suyos y con los que, eventualmente, podría limitar la influencia de Cristina Fernández en su gobierno.
Es una hipótesis verosímil, razonable y crea una situación preocupante. Un gobierno bifronte, tensionado entre los impulsos radicalizadores y los impulsos a la moderación.
Pero creo en otra hipótesis, quizás más inquietante. Una hipótesis que convive con lo anterior perfectamente bien y que sugiere que el problema en realidad es que Alberto Fernández no sabe lo que quiere. No puede distinguir entre alternativas diversas para un mismo problema, que va y viene, según la palabra que escucha. Alberto Fernández fue un gran táctico. Alguien que construía acuerdos para lograr decisiones de corto plazo, que facilitaba alianzas, que podía destruir o construir, pero pensando en el corto plazo.
No se conoce a Alberto Fernández pensando en el largo plazo. No se conocen sus ideas para el país. No se conocen sus hojas de ruta para una política sostenida y posible. No se sabe si tiene esas ideas y cómo querría implementarlas. Es posible que Alberto Fernández no pueda tomar todas las decisiones que quiera por la influencia de Cristina en su gobierno. Pero también es posible que no sepa qué decisiones debe tomar. Y eso sería, por supuesto, mucho más complicado para todos nosotros.
* Analista Político.