OPINIóN
Homenaje

Elena Poniatowska, oficio y sensibilidad

Nació en París y vive en México desde 1942, donde realizó cortos cinematográficos e hizo periodismo en importantes medios gráficos.

Elena Poniatowska 20200522
Elena Poniatowska | NA

Tuve la suerte de conocerla en su casa en la colonia Chimalistac en México D.F. siendo yo Jefe de Información del programa “Noche a Noche” en el Canal Cultural de Televisa.

Nacida en París, Francia, el 19 de mayo de 1932, Elena Poniatowska vive en México desde 1942, donde realizó cortos cinematográficos, hizo periodismo en los diarios y revistas más importantes, son famosas sus entrevistas con grandes personalidades del mundo intelectual mexicano y extranjero.

Autora de “Lilus Kikus”, “Querido Diego te abraza Quiela”, “De noche vienes”, “La flor de lis”, “Tinísima” (la vida de la fotógrafa italiana Tina Modotti), “La piel de cielo”, “El tren pasa primero”, “Leonora” (la vida de la pintora Leonora Carrington), y  crónicas de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968; el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, y el conflicto de Chiapas en 1994, donde entrevistó al Subcomandante Insurgente Marcos, entre otras obras.

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En “De noche vienes” Elena nos enfrenta a nosotros mismos con humor, lirismo y un profundo conocimiento. No puedo olvidarme de Mónica, atribulada por la muerte del bebito de la sirvienta, envuelto en periódicos y escondido en un ropero, que vestida de rojo el sábado por la noche bailaría “Muñequita linda de cabellos de oro”, “La raspa” y “Las hojas muertas” porque, después de todo, la vida de uno es más fuerte que la de los demás.

La mujer y la familia, la ciudad y su gente, la vida de todos los días, las injusticias y el abuso del poder son el material de sus preocupaciones. Seducida por el habla mexicana, quiere expresarse como la gente común, esos como entrampados en estructuras de larga duración. Así en “Hasta no verte Jesús mío”, dedicada a su hermano Jan y a todos los muchachos que murieron en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, en la que recorre la historia nacional desde la perspectiva de una mujer con fuerte personalidad. Novela con dos narradoras: Jesusa Palancares cuenta su vida; y Elena Poniatowska, recrea con oficio y sensibilidad:

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“¿De qué quieres tu torta, muchacho? Le preguntaba (Jesusa) a mi Perico. Yo se la quería preparar de plátano, de tamal, o de frijoles, de algo que lo llenara, le hiciera bulto en la panza, de fideos o de coditos, pero él me decía que de jamón, hágame usted el favor, ¡de jamón! ¿Y cuándo se la iba yo a hacer de jamón si apenas me alcanzaba pa´la telera?”

A un viejo oficio, el de cronista, pariente carnal de la historia y la literatura, que ha servido a los seres humanos para intuir cómo fueron las cosas, qué hacían y qué pensaban personas y grupos acerca de tantas cosas extrañas sobre usos, lenguajes y costumbres. Elena ingresó en un momento crucial de la historia mexicana.

Las novelas de Elena se dedican a observar sobre la familia, sobre la mujer -zonas oscuras en las que pocos de inmiscuyen-, sobre la ciudad y su gente. La mujer está en al primer libro que Elena publica, “Lilus Kikus”:

 

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“Te esperaba a ti. Sé que todas las mujeres aguardan. Son capaces de cualquier sacrificio, de cualquier esfuerzo mientras aguardan. Aguardan la vida futura. Todas esas imágenes forjadas en la soledad, todo ese bosque que camina hacia ellas; toda esa inmensa promesa que es el hombre... Ha caído la noche y ya casi no veo lo que estoy borroneando en la hoja rayada. Ya no percibo las letras. Allí donde no lo entiendas, en los espacios blancos, en los huecos, pon: “Te quiero”... No sé si voy a echar esta hoja debajo de la puerta, no sé. Me has dado un tal respeto de ti mismo...Quizás ahora que me vaya, sólo pase a pedirle a la vecina que te dé el recado; que te diga que vine...”

El nombre de Elena está vinculado a notables reportajes, a una narrativa asociada a la ternura y la magia de Lilus Kikus y de la oaxaqueña Jesusa Palancares con su piel llena de desamparo; y, sin lugar a dudas, a “La noche de Tlatelolco” y “Nada, Nadie”, manifestaciones de una oralidad que otorga cédula de identidad a mujeres y hombres, muestras de que historiar una ciudad, un conflicto político o una tragedia de la naturaleza, puede ser un esfuerzo colectivo:

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“Nadie podría contar solo esta historia. El rostro de Judith García traspasada por sus propios dolores. El de Gloria Guerrero súbitamente envejecida. El de Salomón Reyes mirando sin entender. El del cirujano del Hospital general que al ver que una trabe había caído sobre su mano supo que jamás volvería a operar y bao los escombros empezó a hacer el duelo de esa mano y a pensar en la posibilidad de dedicarse a la medicina social. El de los que lucharon hasta el último momento. El júbilo de los rescatistas cuando podían sacar en su cuna de fierro al recién nacido. La gratitud de los rescatados que solo conocen el primer nombre de sus salvadores. Los deudos que aguardaron durante horas la bendición formal del sacerdote que ofició misas también con tapabocas frente a la fosa común. El heroísmo de los brigadistas y el de las mujeres como Consuelo Romo que convirtieron su tragedia en un acto de amor a los demás.”

Alicia Trueba, Silvia Reyna, Elena Alonso, Francisco Durán, Miguel Cházaro, Fidela Cabrera, Antonio Lozano, Helga Herrera, Beatriz Graf, Clara Arnus, Juan Antonio Ascencio, Esmeralda Loyden, Marisol Martín del Campo, Olga de Juambel, Gloria Alonso, Concha Creel, Marie Pierre Toll y Yolanda Serratos, seleccionando periódicos, visitando zonas de derrumbe y recogiendo voces y sufrimientos en el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en el Distrito Federal, que producirán ese libro colectivo “Nada nadie”, documento imprescindible del dolor y la esperanza de una ciudad y un país.

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Integrante de la Junta que edita la revista feminista FEM, socia fundadora de la Cineteca Nacional y de la editorial Siglo XXI; condecorada con la Legión de Honor por el Gobierno de Francia. Doctora Honoris causa por universidades de México y Estados Unidos, ganadora en el 2007 del premio Rómulo Gallegos por “El tren pasa primero”, el mismo año en que el gobierno de la Ciudad de México creo el Premio Iberoamericano de novela que lleva su nombre; del Alfaguara de Novela 2001, por “La piel del cielo”; del Biblioteca Breve 2011 por “Leonora”; y en 2013 del Premio Cervantes, quienes la admiramos, Elena, quisiéramos estar hoy a su lado, comer pastel y cantarle Las Mañanitas.

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